Mi ideal literario: el derviche errante sufí.
Un hombre que rehúye la vanidad, desprecia las reglas y formas exteriores de conveniencia, no busca discípulos, no tolera alabanzas. Sus cualidades son recatadas y ocultas y, para velarlas y volverlas aún más secretas, se refocila en la práctica de lo despreciable e indigno: así, no sólo concita la reprobación de los suyos, sino que provoca su ostracismo y condena. Tras las máscaras y celajes de la escritura, la meta es el desdén: el rechazo orgulloso de la simpatía o admiración ajenas será el requisito indispensable a la alquimia interior operada bajo el disfraz de un crónica burlona y sarcástica, de los lances y aventuras de una autobiografía deliberadamente grotesca, de la minuciosa exposición de las ideas cliché de la época que configuran poco a poco el mapa universal de la idiotez.