El marido atípico que protagoniza estas páginas recorta cuidadosamente un anuncio aparecido en la sección Contactos del periódico al que está abonado a fin de incluirlo en su original colección:
«Está usted abrumado con el trabajo y las preocupaciones, sus numerosas responsabilidades no le dejan el tiempo ni fuerzas necesarios para ocuparse como es debido en una esposa que es joven y ardiente, le quiere a usted desde luego, pero se siente frustrada, sola…
»¿Va a permitir usted que tome un amante, le ridiculice con su mejor amigo, se busque un chulo de baja estofa o dé con un vulgar abusón que se exhiba con ella en público y quizás se la robe?
»Ofrézcale, ofrézcase un acompañante eficaz y discreto, recurra a nuestros servicios profesionales. Con seriedad y competencia, nuestra red de agentes le procurará a ella las atenciones y ternura que requiere en una atmósfera confidencial, deliciosamente íntima, mientras le pondrá a usted a salvo de cualquier contingencia gracias a un anonimato riguroso y total.
»¡Entréguese de lleno a sus negocios sin ninguna clase de estrés! Una esposa fiel, sonriente, encantadora y atenta le acogerá con los brazos abiertos a su regreso al hogar».
Después de insertarlo en el heterogéneo manuscrito que compone hoja a hoja su muy poco ejemplar biografía, anota las señas de la agencia instalada precisamente en el séptimo piso de un inmueble de la Rue Poissonniére y, con la satisfacción propia de quien ha cumplido su tarea, se sacará el ratoncito blanco del bolsillo y le dejará roer con sus agudos dientecitos el volante impreso con ciclostilo por los Comandos de Protesta contra el Genocidio Oteka que alguien le ha pasado, mientras escribía, por la rendija de la puerta de su cubil.