DEFECTOS, SICOSIS, PUNTOS FLACOS

¿Quién de nosotros no tiene aversiones secretas, fobias inconfesables, verdaderas manías obsesivas? Por ejemplo: las verrugas, el olor a vinagre, los paisajes campestres, el acento argentino. Nuestro protagonista —hemos empezado a buscar equivalentes de héroe en el Diccionario de Sinónimos a fin de no aburrir al lector con un apelativo inevitablemente enojoso y reiterativo— huye como veloz lagartija cada vez que tropieza con una excrecencia carnosa, se acomoda en el cine junto a un espectador cuyo cabello o chaqueta de ante han sido tratados con ácido acético o recibe la visita de un sociólogo porteño lacaniano, marxista y partidario de Perón. Cuando es víctima de alguno de estos lamentables percances, da por cancelado el día y regresa a su estudio, se encierra en la habitación con las luces apagadas y, si no logra conciliar el sueño, se pone una mascarilla negra como los antiguos actores de cine pomo y se toma un mogadón.

Últimamente, sufre una pertinaz pesadilla: está en un restaurante de cualquier capital europea o norteamericana, cuando irrumpe un grupo de músicos con calzas, jubones, capas de colores; son los simpáticos estudiantes de la Tuna universitaria, que interpretan para los satisfechos comensales daneses, belgas o neoyorquinos su pieza predilecta, su éxito inmarchitable, su triunfo internacional: ¡Clavelitos! El desdichado palidece, exige inmediatamente la cuenta al consternado camarero, se precipita a la calle con vivos deseos de vomitar.

En previsión de ese tipo de encontronazos funestos, evita las zonas de peligro, asoma prudentemente la cabeza antes de doblar una esquina y si divisa a la gallarda y donosa estudiantina de barbas quevedescas entonando cla-ve-li-tos, cla-ve-li-tos, cla-ve-li-tos de mi corazón, da media vuelta, escapa con una ligereza excepcional a sus años, empuja y casi derriba a pacíficos transeúntes como si acabara de cometer una fechoría y, en vez de la abominable musiquita, fuera perseguido por vengadora jauría a los gritos de ¡Al ladrón! ¡Al ladrón!