Notas

[1] Véase The Cowles Commission for Research in Economics, Report for Period January, 1948-June 30, 1949 (Universidad de Chicago), pág. 7. <<

[2] No es necesario refutar de nuevo los argumentos que, durante más de 2000 años, se han aducido en contra de los principios del eudemonismo, el hedonismo y el utilitarismo. Para una exposición del carácter formal y subjetivista de los conceptos de «placer» y «dolor», como se emplean en el contexto de esas doctrinas, véase Mises, Human Action (New Haven, Yale University Press, 1949), págs. 14-15, y Ludwig Feuerbach, Eudämonismus, en Sämtliche Werke, ed. Bolin und Todl (Stuttgart, 1907), 10, 230-93. Por supuesto que quienes no reconocen más «felicidad» que la que producen el orgasmo, el alcohol, etc., siguen repitiendo los viejos errores y distorsiones. <<

[3] Véase Mises, Human Action, pág. 74-89 (trad. esp.: La acción humana, 2.ª ed. sopec., Madrid, 1962). <<

[4] Franz Brentano, Vom Ursprung sittlicher Erkenntnis, 2.ª ed., Leipzig, 1921. <<

[5] Sobre esta controversia, véase Paul Barth, Die Philosophie der Geschichte als Soziologie (4.ª ed., Leipzig, 1922), págs. 289-92. <<

[6] Louis Rougier, La Scholastique et le Thomisme (París. 1925), páginas 102-105, 116-17, 460-562. <<

[7] Horace M. Kallen, «Behaviorism», Encyclopaedia of the Social Sciences (Macmillan, 1930-35), 3, 498. <<

[8] Véase Mises, Human Action, págs. 719-25. <<

[9] En Deutsche Kunst und Deutsche Politik, Sämtlichewerke (6.ª edición, Leipzig, Breitkopf y Hartel), págs. 8, 96. <<

[10] Epístola a los Romanos, 13, 1. <<

[11] Aun Kant. Véase Kritik der praktischen Vernunft, parte I, libro II, sección 1. (Insel-Ausgabe, 5, 240-1). Compárese con Friedrich Jodl, Geschichte der Ethik (2.ª ed., Stuttgart, 1912), 2, 35-8. <<

[12] Mises, Socialism (Nueva ed.; New Haven, Yale University Press, 1951), págs. 15-16; ed. esp.: El socialismo, Hermes, México, 1961. <<

[13] John Stuart Mill on Bentham, editado por F. R. Leavis bajo el título Mill on Bentham and Coleridge (New York, Stewart, 1950), págs. 85-7. <<

[14] «La science est detérministe; elle l’est a priori; elle postule le detérminisme, parce que sans lui elle ne pourrait être», Henri Poincaré, Dernières pensées (Paris, Flammarion, 1913), pág. 244. <<

[15] Véase más adelante págs. 85 y ss. <<

[16] Marx, Das Kapital (7.ª ed., Hamburgo, 1914), 1, 728. <<

[17] Véase más adelante, cap. VII, 2. <<

[18] Tampoco hubiera escrito el frecuentemente citado undécimo aforismo sobre Feurbach: «Los filósofos sólo han elaborado interpretaciones del mundo, pero lo que importa es cambiarlo». Según las enseñanzas del materialismo dialéctico, sólo la evolución de las fuerzas materiales de producción, y no los filósofos, pueden cambiar el mundo. <<

[19] Marx, Das Kapital, op. cit. <<

[20] Véase Fritz Mauthner, Wörterbuck der Philosophie (2.ª ed., Leipzig, 1923), 1, 462-7. <<

[21] Benjamin Franklin, Autobiography (New York, A. L. Burt, S. F.), págs. 73-74. Franklin abandonó pronto su razonamiento: «La gran incertidumbre que encontré en los razonamientos metafísicos me disgustó, y abandoné ese tipo de lectura y estudio a favor de otras más satisfactorias». En los papeles póstumos de Franz Brentano se encontró una no muy convincente refutación de este pensamiento de Franklin. Fue publicada por Oskar Kraus en su edición del libro de Brentano Vom Ursprung sittlicher Erkentnniss (Leipzig, 1921), págs. 91-95. <<

[22] Sobre la timología, véase cap. XII, 1. <<

[23] Buckle, Introduction to the History of Civilization in England, J. M. Roberston, editor (Londres, G. Routledge; Nueva York, E. P. Dutton, S. F.), capítulo I, en 1, 15-16. <<

[24] J. M. Robertson, Buckle and his Critics (Londres, 1895), pág. 288. <<

[25] John von Neumann, Mathematische Grundlagen der Quantenmechanik (Nueva York, 1943), pág. 172. <<

[26] Sobre la distinción entre probabilidad de clases y probabilidad de casos, véase Mises, Human Action, págs. 107-13. <<

[27] Bertrand Russell Religión & Science, Home University Library (Londres, Oxford University Press, 1936), págs. 152-8. <<

[28] Ibidem, pág. 131. <<

[29] C. Vogt, Köhlerglaube und Wissenschaft (2.ª ed. Giessen, 1855), página 32. <<

[30] Véase Hegel, Vorlesungen über die Philosophie der Weltgeschichte, ed. Lasson (Leipzig, 1917), págs. 31-4, 55. <<

[31] Engels, Ludwig Feuerbach und der Ausgang der klassischen deutschen Philosophie (5.ª ed., Stuttgart, 1910), pág. 36-9. <<

[32] Ibidem, pág. 38. <<

[33] Prefacio, Engels, Herrn Eugen Dührings Umwälzung der Wissenschaft (7.a ed., Stuttgart, 1910), págs. XIV y XV. <<

[34] Ibidem, págs. 138-9. <<

[35] E. Hammacher, Das philosophisch-ökonomische System des Marxismus (Leipzig, 1909), p. 506-11. <<

[36] El término usado por Marx, Umwälzung el equivalente del término «revolución» en alemán. <<

[37] El término alemán Kunst incluye todas las ramas de la poesía, la ficción y el drama. <<

[38] K. Marx, Zur Kritik der politischen Ökonomie, ed. Kautsky (Stuttgart, 1897), prefacio, pág. X-XII. <<

[39] «Le moulin à bras vous donnera la société avec le souzerain; le moulin à vapeur, la société avec le capitaliste industriel». Marx, La Misère de la Philosophie (París y Bruselas, 1847), pág. 100. <<

[40] Marx y algunos de sus discípulos a veces incluían los recursos naturales en el concepto de fuerzas materiales de producción. Pero estas afirmaciones las hacían incidentalmente y nunca las elaboraron, por la evidente razón de que el hacerlo les habría conducido a la doctrina que explica la historia con base en la estructura del medio geográfico. <<

[41] Marx, La Misère de la Philosophie, traducción inglesa, New York, International Publishers, S. F., pág. 115. <<

[42] Ibidem, págs. 112-13. <<

[43] Como leemos en el Manifiesto Comunista: «La organización de los proletarios en una clase y, en consecuencia, en un partido político, es destruida a menudo por la competencia entre los trabajadores mismos». <<

[44] A Marx, desde luego, no le gustaba la expresión alemana «das eherne Lohgesetz» porque había sido introducida por su rival Ferdinand Lassalle. <<

[45] Marx, Das Kapital, 1, 728. <<

[46] Sobre la falacia implícita en este razonamiento, véanse la página 147 y sgs. <<

[47] Después de la muerte de Mary, Engels se amancebó con su cuñada Lizzy y se casó con ella cuando estaba muriéndose «para darle un último placer». Gustav Mayer, Frederick Engels (La Haya, Martinus Nijhoff, 1934), 2, 239. <<

[48] Marx, Value, Price and Profit, ed. E. Marx Aveling (Chicago, Charles H. Kerr & Co. Cooperative), págs. 125-6. Véase pág. 118. <<

[49] Mises, Human Action, págs. 72-91. <<

[50] Mill, Principles of Political Economy, libro III, capítulo 1, 1. <<

[51] Marx, Zur Kritik der politischen Ökonomie, p. XII (véase págs. 100 y siguientes). <<

[52] Por ejemplo, «estupidez burguesa» (acerca de Bentham, Das Kapital, 1, 574), «cretinismo burgués» (acerca de Destutt de Tracy, ibid., 2, 465), etc. <<

[53] Marx, Der Bürgerkrieg in Frankreich, ed. Pfemfer (Berlín, 1919), página 7. <<

[54] Marx, Value, Price and Profit, págs. 126-7. <<

[55] Marx, Das Kapital, 1, 728. <<

[56] Véase más arriba, cap. VII, 2. <<

[57] Adam Smith, The Theory of Moral Sentiments, IV, cap. I (Edinburgh, 1813), 1, 419. <<

[58] Engels, Karl Marx, Rede an seinem Grab. Reproducido en Franz Mehring, Karl Marx (2d. ed., Leipzig, 1919, Leipziger Buchdruckerie Aktiengesellschaft), pág. 535. <<

[59] Freud, Neue Folge der Vorlesungen zur Einführung in die Psychoanalyse (Vienna, 1933), págs. 246-53. <<

[60] Pocos teólogos, desde luego, estarían de acuerdo en suscribir la interpretación del eminente historiador católico de la medicina, profesor Pedro Laín Entralgo, según el cual Freud «ha desarrollado plenamente algunas de las posibilidades que ofrece el cristianismo». P. L. Entralgo, Mind and Body, trans. by A. M. Espinoza, Jr. (Nueva York, P. J. Kennedy and Sons, 1956), pág. 131. <<

[61] Alexander Miller. The Christian Significance of Karl Marx (New York, MacMillan, 1947), págs. 80-1. <<

[62] Véase cap. VIII, 4. <<

[63] Véase cap. X, 1. <<

[64] Sobre la doctrina de Marx, véanse las páginas 107 y siguientes. <<

[65] Kant, Idee zu einer allgemeinen Geschichte in weltbürgerlicher Absicht, Werke (Insel-Ausgabe, Leipzig, 1921), 1, 221-40. <<

[66] Hegel, Vorlesungen über die Philosophie der Weltgeschichte, 1, 83. <<

[67] Adam Smith, The Theory of Moral Sentiments, parte II, sec. II, cap. 3, y parte IV, cap. 1 (Edinburgh, 1813), 1, 243, 419-20. <<

[68] Bastiat, Harmonies économiques (2.ª ed. París, 1851), pág. 334. <<

[69] Daniel 7:14. <<

[70] El sistema marxista de la filosofía de la historia y del materialismo dialéctico fue completado en el prefacio, con fecha de enero de 1859, a Zur Kritik der politischen Ökonomie. El origen de las especies, de Darwin, fue publicado el mismo año. Marx lo leyó en los primeros días de diciembre de 1860 y en cartas a Engels y Lassalle, les dijo que, pese a diversas limitaciones, ofrecía una base biológica («naturhistorische Grundlage» o «naturwissenschaftliche Unterlage») a su doctrina de la lucha de clases. Karl Marx, Chronik seines Lebens in Einzeldaten (Moscú, Marx-Engels-Lenin Institute, 1934), págs. 206-207. <<

[71] Hegel, Vorlesungen über die Philosophie der Weltgeschichte, 1, 4, 17-18. <<

[72] Ibidem, pág. 55. <<

[73] Véase cap. V, 4. <<

[74] Véase cap. V, 4ss. <<

[75] Dante, Paradiso, IV, 76: «La voluntad no muere si no quiere». <<

[76] Carta a Starkenburg, enero 25, 1894. Karl Marx and Friedrich Engels. Correspondence 1846-1895 (Londres, M. Lawrence, Ltd., 1934), pág. 518. <<

[77] Taine, Les Origines de la France Contemporaine, 1, L. III (16.ª ed., París, 1887), 221-328. <<

[78] Das Kapital, 1, 335, núm. 89. <<

[79] Herrn Eugen Dührings Umwälzung der Wissenschaft, 7.ª ed. Stuttgart, 1910. <<

[80] Ibidem, págs. 176-7. <<

[81] Ibidem, págs. 172-6. <<

[82] Engels, Der Ursprung der Familie, des Privateigentums und des Staates (6.ª ed. Stuttgart, 1894), pág. 186. <<

[83] Véase cap. XIV, 3. <<

[84] Sobre otros diversos nombres sugeridos véase Arthur Spiethoff en el prefacio a la edición inglesa de su tratado sobre «Business Cycles», International Economic Papers, núm. 3 (New York, 1953), pág. 75. <<

[85] Mises, Human Action, pág. 101. <<

[86] Ibidem, págs. 117-18. Véase pág. 309. <<

[87] Mises, Planning for Freedom (South Holland, III, 1952), págs. 163-9. <<

[88] Gunnar Myrdal, The Political Element in the Development of Economic Theory, trans. by P. Streeten (Cambridge, Harvard University Press, 1954), pags. 199 200. <<

[89] John Stuart Mill, Essays on some Unsettled Questions of Political Economy (3.ª ed. Londres, 1877), págs. 140-1. <<

[90] Böhm-Bawerk, «Grundzüge der Theorie des wirtschaftlichen Güterwerts», Jahrbucher für Nationalökonomie und Statistik, N. F. 13 (1886), 479, núm. 1; Kapital und Kapitalzins (3.ª ed. Innsbruck, 1909), 2, 316-17, núm. I. <<

[91] Walter Bagehot, Physics and Politics (Londres, 1872), pág. 212. <<

[92] A. J. Toynbee, A Study of History, Síntesis de los volúmenes I-VI por. D. C. Somerwell (Oxford University Press, 1947), pág. 254. <<

[93] Leslie Stephens, The English Utilitarians (Londres, 1900), 3, 70 (sobre J. Stuart Mill). <<

[94] Mises, Omnipotent Government (New Haven, Yale Universíty Press, 1944), págs. 84-9. <<

[95] Véase, cap. II, 3. <<

[96] R. H. Tawney, Religion and the Rise of Capitalism (Nueva York, Penguin Books), págs. 38 y 234. <<

[97] W. Sombart, Der proletarische Sozialismus (10.ª ed. Jena, 1924), 1, 31. <<

[98] Otto Neurath, «Foundations of the Social Sciences», International Encyclopaedia of Unified Science, vol. 2, núm. 1. <<

[99] John B. Watson, Behaviorism (Nueva York, W. W. Norton, 1930), pág. 11. <<

[100] Watson, pág. 269. <<

[101] Horace M. Kallen, «Behaviorism», Encyclopaedia of the Social Sciences, 2, 498. <<

[102] Karl Mannheim desarrolló un plan global para producir «los mejores posibles» tipos humanos reorganizando «deliberadamente» los diversos grupos de factores sociales. «Nosotros —es decir, Karl Mannheim y sus amigos— determinaremos qué requieren el bien más alto de la sociedad y la paz interna del individuo». Entonces «nosotros» reformaremos a la humanidad, pues nuestra vocación es «la orientación planeada de la vida de la gente». Mannheim, Man and Society in an Age of Reconstruction (Londres, Routledge Kegan Paul, 1940), pág. 222. Lo más extraordinario acerca de estas ideas es que en los años 30 y 40 se las consideraba democráticas, liberales y progresistas. Joseph Goebbels era más modesto que Mannheim, pues él sólo deseaba reformar al pueblo alemán y no a toda la humanidad. Pero su manera de enfocar el problema no difiere esencialmente de la de Mannheim. En una carta del 12 de abril de 1933, enviada a Wihelm Furtwängler, hace referencia al «nosotros» a quienes «se les ha encomendado la responsable tarea de crear, con la materia prima de las masas, la bien formada estructura de la nación (denen die verantwortungsvolle Aufgabe anvertraut ist, aus dem rohen Stoff der Masse das feste und gestalthafte Gebilde des Volkes zu formen)». Berta Geissmar, Musik int Schatten der Politik (Zürich, Atlantis Verlag, 1945), págs. 97-9. Por desgracia, ni Mannheim ni Goebbels nos dijeron quién les había encomendado la tarea de reconstruir y recrear a los hombres. <<

[103] K. Koffka, «Gestalt», Encyclopaedia of the Social Sciences, 6, 644. <<

[104] Ibidem, pág. 645. <<

[105] Gustav Mayer, Lassalleaner, Archiv für Geschichte der Sozialismus, 1, 196. <<

[106] Hegel, Filosofía del derecho, sec. 258. <<

[107] E. R. A. Seligman, «What are the social sciences», Encyclopaedia of the Social Sciences, 1, 3. <<

[108] Seligman, loc. cit. <<

[109] M. R. Cohen y E. Nagel, An introduction to Logic and Scientific Method (Nueva York, Harcourt, Brace, 1934), pág. 317. <<

[110] G. Tarde, Les Lois de l’imitation, 3.ª ed. París, 1900. <<

[111] Algunos autores, Santayana, por ejemplo, emplearon la frase «psicología literaria». Véase su libro Scepticism and Animal Faith. Sin embargo, el uso de la expresión no es aconsejable, no sólo porque Santayana, al igual que muchos representantes de la psicología naturalista, la empleó en un sentido peyorativo, sino porque es imposible formar el adjetivo correspondiente. «Timología» se deriva del griego thymos, que Homero y otros autores usaron para referirse al centro de las emociones y a la capacidad mental del ser vivo, que hace posible el pensamiento, la voluntad y el sentimiento. Véase Wilhelm von Volkmann, Lehrbuch der Psychologie (Cöthen, 1884), 1, 57-9; Erwin Rohde, Psyche, trans. by W. B. Hillis (Londres, 1925), pág. 50; Richard B. Onians, The Origins of European Thought about the Body, the Mind, the Soul, the World, Time and Fate (Cambridge, 1951), págs. 49-56. Recientemente el profesor Hermann Friedmann empleó el término timología en una acepción un tanto diferente. Véase su libro Das Gemüt. Gedanken zu einer Thymotogie (Munich, C. H. Beck, 1956), págs. 2-16. <<

[112] P. Lacombe, De Phistoire considerée comme science (2.ª ed. París, 1930), págs. 35-41. <<

[113] Mises, Human Action, pág. 101. También véanse las páginas 202 y siguientes. <<

[114] A veces la investigación histórica consigue desenmascarar errores inveterados y ofrecer una explicación correcta aun en campos de estudio que hasta entonces se consideraban plenamente explorados y descritos. Un importante ejemplo lo constituyen los asombrosos descubrimientos acerca de la historia de los emperadores romanos Majencio, Licinio y Constantino y los acontecimientos que terminaron con la persecución de los cristianos y prepararon el camino para la victoria de la Iglesia cristiana. (Véase Henri Grégorie, Les Persécutions dans l’Empire Romain en Mémoires de l’Académie Royale de Belgique, tomo 46, fascículo 1, 1951, especialmente págs. 79-89, 153-6). Pero lo más frecuente es que los cambios fundamentales en la comprensión histórica de los acontecimientos se produzcan sin que haya ninguna revisión, o con una revisión menor, de los acontecimientos externos. <<

[115] L’lnferno, XXVI, 118-20. <<

[116] Leo Strauss, Natural Right and History (Chicago, University of Chicago Press, 1953), pág. 53. <<

[117] G. May, «Prostitución», Encyclopaedia of the Social Sciences, 12, 553. <<

[118] Strauss, pág. 52. <<

[119] 3.ª ed., 1934, pág. 273. <<

[120] Ibidem, pág. 1042. <<

[121] Véase cap. XII, 1. <<

[122] Véase especialmente Dilthey, Einleitung in die Geisteswissenschaften, Leipzig, 1883. Véase también H. A. Hodges, The Philosophy of Wilhelm Dilthey (Londres, 1952), págs. 170 y sig. <<

[123] Véase cap. IV, 6, núm. 5. <<

[124] Hay una diferencia entre el Partido Comunista o un Partido Comunista como cuerpo organizado, por una parte, y la ideología comunista (marxista), por otra. Al estudiar la historia y la política contemporáneas muchos no se dan cuenta de que algunos que no son miembros activos —no tienen carnet ni pagan cuota— de una organización pueden estar, total o parcialmente, bajo el influjo de la ideología del partido. Serias confusiones han resultado de este error, especialmente al valorar la fuerza de las ideas comunistas o nazis en Alemania y las fascistas en Italia. Además, es necesario saber que una ideología a veces también puede influir en aquellos que creen ser completamente ajenos a ella o se consideran sus enemigos mortales y la combaten apasionadamente. El éxito del nazismo en Alemania en 1933 se debió al hecho de que la gran mayoría de los alemanes, aun aquellos que estaban por los candidatos de los partidos marxistas, del partido católico del Centro y de los diversos partidos «burgueses», participaban de las ideas del nacionalismo agresivo radical, mientras los nazis habían adoptado los principios básicos del programa socialista. Gran Bretaña no habría adoptado el socialismo si los conservadores, por no decir nada de los «liberales», no hubieran aprobado ideas socialistas. <<

[125] Lenin, State & Revolution (Nueva York, International Publishers 1932), págs. 83 y sig. <<

[126] No es necesario discutir si Copérnico era alemán o polaco; véase Mises, Omnipotent Government, pág. 15. <<

[127] I Samuel 8: 11-18. <<

[128] Carta a Harriet Mill. 15 de enero de 1855. F. H. Hayek, John Stuart Mill and Harriet Taylor (Chicago, University of Chicago Press, 1951), página 216. <<

[129] Bujarin, Programme of the Communists (Bolsheviks), ed. por el grupo de Comunistas de habla inglesa de Rusia (1919), págs. 28-9. <<

[130] En este sentido Marx también debe ser considerado utópico; también él buscaba una situación en la cual la historia se detendrá, pues la historia es, según Marx, la historia de la lucha de clases. Cuando no haya clases ni lucha de clases tampoco habrá historia. Es cierto que el Manifiesto comunista dice simplemente que la historia de la sociedad que hasta ahora ha existido, o, como agregó Engels más tarde y con mayor precisión, la historia después de la disolución de la edad de oro del comunismo primitivo, es la historia de la lucha de clases, y por consiguiente no excluye la interpretación de que después del establecimiento del milenio socialista surgirá algún nuevo contenido de la historia. Pero los otros escritos de Marx, Engels y sus discípulos no dan ninguna evidencia de que, según ellos, un nuevo tipo de cambio histórico, radicalmente diferente de los que ha habido en las épocas precedentes de lucha de clases, podría llegar a existir. ¿Qué otros cambios pueden esperarse una vez alcanzada la fase más alta del comunismo, en la cual todos reciben lo que necesitan? La distinción que Marx estableció entre su propio socialismo «científico» y los planes socialistas de autores anteriores a quienes llamó utópicos se refiere no sólo a la naturaleza y organización de la comunidad socialista, sino también a las formas en que esta comunidad se supone que se hará realidad. Aquellos a quienes Marx desprecio por ser utópicos trazaron la imagen de un paraíso socialista y trataron de convencer a la gente de que su realización era altamente deseable. Marx rechazó este procedimiento. Él pretendía haber descubierto la ley de la evolución histórica según la cual el advenimiento del socialismo es inevitable. Descubrió las limitaciones de los socialistas utópicos, su carácter utópico, en el hecho de que ellos esperaban que el socialismo fuera resultado de la voluntad del pueblo, esto es, de su actuación consciente, mientras que su propio socialismo científico afirmaba que el socialismo llegará, independientemente de la voluntad de los hombres, gracias a la evolución de las fuerzas materiales de producción. <<

[131] Véase cap. X, 5. <<

[132] Hayek, The Road to Serfdom (Londres, 1944: tr. esp.: Camino de servidumbre, RDP, Madrid, 19), págs. 66 y sig.; Mises, Socialism, pág. 589 <<