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Psicología y timología

1. LA PSICOLOGÍA NATURALISTA Y LA TIMOLOGÍA

Muchos autores creen que la psicología es fundamental para las ciencias sociales y algunos creen que las comprende a todas.

En la medida en que la psicología utiliza los métodos experimentales de la fisiología, estos asertos son completamente injustificados. Los problemas que se investigan en los laboratorios de las diversas escuelas de psicología experimental no tienen más que ver con los problemas de las ciencias de la acción humana que los problemas de cualquier otra disciplina científica. La mayoría de ellas no tienen ninguna importancia para la praxeología, la economía y todas las ramas de la historia. En realidad, nadie ha tratado de mostrar cómo podrían utilizarse en cualquiera de esas ciencias los descubrimientos de la psicología naturalista.

Pero el término «psicología» también se usa en otro sentido. Significa nuestra conciencia de emociones humanas, motivaciones, ideas, juicios de valor y voliciones, una facultad indispensable para la vida diaria y no menos indispensable para los autores de poemas, novelas y dramas e historiadores. La epistemología moderna llama comprensión a este proceso mental de los historiadores. Su función es doble: por una parte, establece el hecho de que, motivadas por determinados juicios de valor, las personas realizan acciones específicas y utilizan medios específicos para alcanzar los fines que persiguen. Pero la otra trata de valorar los efectos y la intensidad de una acción, sus implicaciones para el curso de los acontecimientos.

La comprensión específica de las disciplinas históricas no es un proceso mental exclusivo de los historiadores. Es aplicado por todos en las relaciones diarias con otras personas. Es una técnica empleada en todas las relaciones humanas. Lo utilizan los niños en los jardines de infancia, los empresarios en los negocios, los políticos y los estadistas en los asuntos de Estado. Todos desean obtener información acerca de las valoraciones de otras personas y sus planes para entenderlos correctamente. Generalmente se llama psicología a esta comprensión de la mente de otras personas. Por esto se dice que un vendedor debe ser un buen psicólogo y que un dirigente político debe ser un experto en la psicología de las masas. Este uso popular del término «psicología» no debe ser confundido con el uso que se refiere a las diversas escuelas naturalistas. Cuando Dilthey y otros teóricos del conocimiento afirmaban que la historia debe basarse en la psicología lo que tenían en la mente era el significado popular del término.

Para evitar los errores que resultan de confundir estas dos diferentes ramas del conocimiento es conveniente usar el término «psicología» para referirse a la psicología naturalista y el término «timología» para referirse al conocimiento de las valoraciones y voliciones humanas[111].

La timología es, por una parte, producto de la introspección y, por otra, un sedimento de la experiencia histórica. Es lo que todos aprendemos por medio de nuestras relaciones con los demás. Lo que una persona sabe acerca de la forma en que los demás valoran diferentes situaciones, acerca de sus deseos y sus planes para realizar dichos deseos. Es el conocimiento del medio social en que el hombre vive y actúa o, en el caso de los historiadores, de un medio extraño que se conoce a través del estudio de fuentes especiales. Si un teórico del conocimiento afirma que la historia tiene que basarse en un conocimiento como el descrito expresa algo que es evidente.

Mientras que la psicología naturalista y la fisiología para nada se ocupan del contenido de las ideas, juicios, deseos y acciones, el campo de estudio de la timología está constituido precisamente por estos fenómenos.

La diferencia entre la psicología naturalista y la fisiología, por una parte, y la timología, por otra, puede ilustrarse muy bien haciendo referencia a la psiquiatría. La psicopatología tradicional y la neuropatología estudian los aspectos fisiológicos de las enfermedades de los nervios y del cerebro. El psicoanálisis estudia sus aspectos timológicos. El objeto de sus investigaciones son las ideas y la persecución consciente de fines que entran en conflicto con impulsos fisiológicos. Las ideas impelen a los individuos a reprimir ciertos impulsos naturales, especialmente el impulso sexual. Pero los intentos de reprimirlos no siempre tienen éxito completo. Los impulsos no son erradicados, simplemente son relegados a un lugar escondido y luego se vengan. Desde lo profundo ejercen un influjo turbador sobre la vida consciente y la conducta de la persona. La terapia psicoanalítica trata de deshacerse de estas dificultades neuróticas haciendo que el paciente adquiera conciencia plena del conflicto. Cura con ideas y no con drogas o cirugía.

Se suele decir que el psicoanálisis se ocupa de los factores irracionales que influyen en la conducta. Esta afirmación debe ser bien interpretada a fin de evitar confusión. Todas las metas últimas que los hombres se proponen están más allá de la crítica de la razón. Los juicios de valor no pueden ser ni justificados ni refutados por la razón. Los términos «razón» y «racionalidad» se refieren siempre a la idoneidad de los medios elegidos para alcanzar finalidades últimas. La elección de fines últimos, en este sentido, es siempre irracional.

El impulso sexual y la tendencia a preservar la vida son inherentes a la naturaleza animal del hombre. Si el hombre sólo fuera un animal y no un ser que valora, cedería siempre ante el impulso que en ese momento fuera más poderoso. La grandeza del hombre radica en que tiene ideas y en que, guiado por ellas, elige entre finalidades incompatibles. También elige entre la vida y la muerte, entre comer y aguantar el hambre, entre la satisfacción sexual y la abstinencia.

Hace algún tiempo se creía que la extraña conducta de los neuróticos no tenía ningún sentido. Freud demostró que los actos de los neuróticos, aparentemente sin sentido, obedecen a determinados fines. Estos pueden diferir de los que persiguen las personas normales y —a menudo— los medios que el neurótico elige no son idóneos para alcanzarlos. Pero el hecho de que los medios elegidos no sean adecuados para alcanzar los fines propuestos no hace que la acción sea irracional.

Equivocarse en la búsqueda de los fines es una generalizada debilidad humana. Algunos se equivocan menos que otros, pero ningún ser humano es omnisciente e infalible. Errores, ineficacia y fracaso no deben confundirse con la irracionalidad. Quien dispara desea generalmente dar en el blanco. Si no lo consigue no es «irracional»; simplemente es un mal tirador. El médico que elige un método equivocado para tratar a un paciente no es irracional; puede ser un médico incompetente. El agricultor que antaño trataba de aumentar sus cosechas recurriendo a ritos mágicos no actuaba menos racionalmente que el agricultor moderno que emplea fertilizantes. Él hacía lo que según su equivocada opinión era adecuado para sus propósitos.

Lo que caracteriza al neurótico como tal no es el hecho de que recurra a medios inadecuados, sino que no puede hacer frente a los conflictos con que se enfrenta el hombre civilizado. La vida en sociedad exige que el individuo reprima los impulsos instintivos que hay en todo animal. No es necesario que decidamos si la tendencia a la agresión es o no una de esas necesidades innatas. No cabe duda de que la vida en sociedad es incompatible con el dejarse llevar por el hábito animal de satisfacer los apetitos sexuales. Tal vez haya mejores métodos para regular las relaciones sexuales que los que se utilizan en la sociedad actual. Comoquiera que sea, es un hecho que los métodos adoptados ejercen mucha presión sobre las mentes de algunos. Estos hombres y mujeres no saben cómo resolver ciertos problemas que otros más afortunados resuelven con facilidad. En ese conflicto radica su neurosis.

Se han hecho muchas objeciones falsas a la filosofía del racionalismo. Varias escuelas de pensamiento del siglo XIX entendieron muy mal la esencia de la doctrina racionalista. Contra el fondo de estas interpretaciones equivocadas es importante comprender que el racionalismo clásico del siglo XVIII era defectuoso solamente en el tratamiento de algunos temas subordinados y secundarios y que esas deficiencias menores podrían fácilmente desorientar a críticos poco perspicaces.

La tesis fundamental del racionalismo es inatacable. El hombre es un ser racional, es decir, sus acciones son guiadas por la razón. La proposición: «El hombre actúa» es equivalente a la proposición: «El hombre quiere sustituir una situación que le satisface menos por otra que le satisface más». Para lograr esto tiene que emplear medios idóneos. Es la razón la que le permite descubrir cuáles son los medios idóneos para alcanzar su fin y cuáles no.

El racionalismo también estaba en lo correcto al insistir en el hecho de que hay una generalizada unanimidad entre las personas respecto a la elección de los fines últimos. Con pocas excepciones, todas las personas desean preservar su vida y su salud y mejorar las condiciones materiales de su existencia. Este hecho determina la cooperación y la competencia entre los hombres. Pero al ocuparse de este asunto, algunos filósofos racionalistas cometieron graves errores.

En primer término, se da por sentado que todos los hombres tienen la misma capacidad de razonamiento. No quisieron ver la diferencia entre los listos y los tontos; ni siquiera quisieron ver la diferencia entre el genio pionero y las grandes masas de hombres rutinarios, quienes, en la mejor de las condiciones, son capaces de seguir las doctrinas desarrolladas por los grandes pensadores, pero que con frecuencia son incapaces de comprenderlas. Según los racionalistas, todo adulto normal tiene suficiente capacidad intelectual para comprender el significado de la teoría más complicada. Si no puede hacerlo, la culpa la tiene la educación recibida y no su intelecto. Si todos tuvieran una educación perfecta, serían tan sabios y juiciosos como el sabio más eminente.

La segunda limitación del racionalismo fue su falta de atención al problema del pensamiento erróneo. La mayoría de los filósofos racionalistas no se percataron de que aun los hombres honrados, sinceramente dedicados a la búsqueda de la verdad, pueden equivocarse. Este prejuicio no les permitió apreciar bien las ideologías y las doctrinas metafísicas del pasado. Las doctrinas que ellos rechazaban sólo pudieron originarse en el deseo de engañar. Muchos de ellos rechazaban todas las religiones como producto del fraude intencional de algunos impostores.

Sin embargo, estas limitaciones del racionalismo clásico no justifican los ataques apasionados de que ha sido objeto por parte del irracionalismo moderno.

2. TIMOLOGÍA Y PRAXEOLOGÍA

La timología no tiene ninguna relación especial con la praxeología y la economía. La creencia popular de que la moderna economía subjetiva, la escuela de la utilidad marginal, está basada en la «psicología» o estrechamente relacionada con ella, es errónea.

El acto mismo de valorar es un fenómeno timológico. Pero ni la praxeología ni la economía se ocupan de los aspectos timológicos de la valoración. Su objeto es la acción que resulta de las opciones de quien actúa. La elección concreta es resultado de la valoración. Pero a la praxeología no le interesan los acontecimientos que, en el alma o la mente, producen una decisión específica entre A o B. Da por sentado que la naturaleza del universo exige que el hombre elija entre fines incompatibles. Su tema de estudio no es el contenido de estos actos de elección, sino lo que resulta de ellos: la acción. No le interesa lo que una persona elija, sino el hecho de que elija y actúe de acuerdo con la elección hecha. Es neutral respecto de los factores que determinan la elección y no se cree competente para examinar, revisar o corregir los juicios de valor. La praxeología es wertfrei —libre de valores.

Por qué una persona elige agua y otra elige vino es un problema timológico o, en la terminología tradicional, un problema psicológico. Pero no interesa ni a la praxeología ni a la economía.

La praxeología, y su aspecto hasta ahora mejor desarrollado, la economía, estudian la acción en cuanto tal y no los motivos que impelen al hombre a perseguir determinados fines.

3. LA TIMOLOGÍA COMO DISCIPLINA HISTÓRICA

La «psicología», en el sentido en que el término se usa en nuestro tiempo en el contexto de la disciplina así llamada, es una ciencia natural. No es tarea de un estudio epistemológico que se ocupa de las ciencias de la acción humana preguntarse acerca de lo que distingue a esta rama de las ciencias naturales de la fisiología general.

La psicología, en la acepción de timología, es una rama de la historia. Deriva su conocimiento de la experiencia histórica. Más tarde nos ocuparemos de la introspección. A estas alturas es suficiente subrayar el hecho de que la observación timológica, tanto de las opciones de otras personas como de las del observador, se refiere siempre al pasado, lo mismo que la experiencia histórica. No disponemos de ningún método que produzca en este campo algo análogo a lo que las ciencias naturales consideran un hecho experimentalmente establecido. Todo lo que la timología nos puede decir es que en el pasado determinados hombres o grupos valoraron y actuaron en una forma específica. Pero no es seguro que lo hagan así en el futuro. Todo lo que se puede afirmar acerca de su conducta futura es una expectativa basada en la comprensión específica de las ramas históricas de las ciencias de la acción humana.

A este respecto no hay diferencia entre la timología de los individuos y la de los grupos. La llamada Volkerpsychologie y la psicología de las masas también son disciplinas históricas. El «carácter» de una nación es, en el mejor de los casos, el conjunto de tendencias evidenciadas por miembros de esa nación en el pasado. Es incierto que esas tendencias también se manifiesten en el futuro.

Todos los animales poseen el instinto de autoconservación. Hacen resistencia a las fuerzas que ponen en peligro su supervivencia. Si son atacados se defienden o atacan a su vez o buscan la seguridad en la huida. La biología puede predecir, basándose en la observación de diversas especies de animales, cómo responderán a un ataque los animales sanos de cada especie. Las predicciones apodícticas acerca de la conducta de los hombres son imposibles. Es cierto que la gran mayoría de los hombres son movidos por el impulso animal de autoconservación. Pero hay excepciones. Hay personas guiadas por ciertas ideas que eligen la no-resistencia. Otros hay a quienes la desesperación les induce a abstenerse de resistir o huir. Antes del acontecimiento es imposible saber con certeza cómo reaccionará un individuo.

El análisis histórico, en mirada retrospectiva, trata de mostramos que el resultado no pudo haber sido diferente de lo que en realidad fue. El efecto es, desde luego, el resultado necesario de los factores presentes. Pero de la experiencia timológica es imposible deducir con certeza la conducta futura de los individuos o de los grupos. Todos los pronósticos basados en el conocimiento timológico son actos de comprensión específica del futuro, que se manifiestan en los actos de todas las personas, pero especialmente en las acciones de los estadistas, políticos y empresarios.

Lo que la timología logra es elaborar un catálogo de características humanas. También puede establecer el hecho de que ciertas características aparecieron en el pasado en conexión con ciertas otras características. Pero nunca puede predecir en la forma que lo hacen las ciencias naturales. No puede saber anticipadamente qué peso tendrán los diversos factores en un acontecimiento futuro específico.

4. HISTORIA Y FICCIÓN

La historia trata de describir los acontecimientos pasados como en realidad sucedieron. Persigue la representación fiel. Concibe la verdad como correspondencia con lo que una vez fue realidad.

La ficción épica y dramática presenta lo que ha de considerarse verdadero desde el punto de vista de la comprensión timológica, ya sea que lo relatado sucediera o no. No es tarea nuestra ocupamos de los efectos que el autor desea obtener con su trabajo ni del contenido metafísico, estético y moral. Muchos autores sólo persiguen entretener al público. Otros son más ambiciosos. Por medio de su ficción tratan de sugerir una visión general del destino humano, de la vida, de la muerte, del esfuerzo y el sufrimiento humanos, del éxito y del fracaso.

Su mensaje difiere radicalmente del de la ciencia o del de la filosofía. La ciencia, al describir e interpretar el universo, recurre a la razón y a la experiencia exclusivamente. No acepta proposiciones que no sean demostrables por medio de la lógica, en el más amplio sentido de este término, el cual incluye la matemática, la praxeología y la experiencia. Analiza partes del universo y no hace afirmaciones acerca de la totalidad de las cosas. La filosofía trata de construir una imagen global del mundo sobre las bases proporcionadas por la ciencia. En la persecución de esta finalidad se siente obligada a no contradecir ninguna de las tesis bien fundadas de la ciencia contemporánea. De esta forma su camino también está limitado por la razón y la experiencia.

Los poetas y los artistas se aproximan a las cosas con otro espíritu. Al ocuparse de un solo aspecto del universo, siempre hacen referencia a la totalidad. La narración y la descripción, la presentación de cosas particulares y acontecimientos son para ellos sólo medios. La característica esencial de su trabajo está más allá de las palabras, los diseños, los colores. Está en los sentimientos inefables y en las ideas que impulsaron al creador y que conmueven al lector o al espectador. Cuando Konrad Ferdinand Meyer describía una fuente romana y Rainer María Rilke una pantera enjaulada, hacían más que describir la realidad. Tenían una visión del universo. En la novela de Flaubert no es la triste historia de Madame Bovary la que tiene importancia central; es algo que va mucho más allá de la suerte de esa pobre mujer. Hay una diferencia fundamental entre la fotografía más exacta y el retrato pintado por un artista. Lo que caracteriza a una obra de literatura o de arte en cuanto tal no es la información que da sobre los hechos, sino la forma en que revela un aspecto del universo y la actitud del hombre respecto de ella. A un artista no le determinan ni la experiencia ni el conocimiento en cuanto tales, sino su particular reacción a los problemas de la existencia y el destino humanos. Es una Erlebnis, una reacción puramente personal a la realidad de su medio y su experiencia.

Los poetas y artistas tienen un mensaje que comunicar, pero este mensaje se refiere a ideas y sentimientos inefables. El mensaje no se puede expresar de una manera clara y precisa, porque es inefable. Nunca podremos saber si lo que nosotros experimentamos (erleben) al gozar de su obra es lo que ellos vivieron al crearla, puesto que su obra no es una simple comunicación. Además de lo que comunica, estimula ideas y sentimientos en el espectador, que pueden ser muy diferentes de los de su autor. Es imposible interpretar plenamente sinfonía, un cuadro o una novela. En el mejor de los casos, el intérprete trata de decirnos algo de su reacción ante la obra. No puede decirnos con certeza qué significado tenía en la mente del autor ni lo que otras personas puedan encontrar en la obra. Aun cuando el creador comente su propia obra, como sucede en la música descriptiva, la duda persiste. No hay palabras para describir lo que es inefable.

La historia y la ficción tienen en común el hecho de que ambas están basadas en el conocimiento de la mente humana; operan con experiencia timológica. Su método es la comprensión específica de las valoraciones humanas, de la forma en que las personas reaccionan al reto de su medio natural y social. Pero sus caminos luego se apartan. Lo que el historiador tiene que decir queda completamente expresado en su informe. Comunica al lector todo lo que ha encontrado. Su mensaje es externo. Nada hay en el contenido de su obra que no sea inteligible para los lectores competentes.

El estudio de la historia, o incluso de las ciencias naturales, podría causar en la mente de una persona los inefables pensamientos y concepciones generales del universo que caracterizan a la captación espiritual de la totalidad. Pero ello no altera la naturaleza y el carácter de la labor del historiador. La historia es, indefectiblemente, búsqueda de hechos y acontecimientos que realmente sucedieron.

La ficción está en libertad de describir acontecimientos que nunca sucedieron. El escritor crea, como se dice, una historia imaginaria. Tiene libertad de apartarse de la realidad. Los criterios de verdad que se aplican al trabajo del historiador no son aplicables al suyo. Sin embargo, su libertad es limitada. No tiene libertad de contradecir las enseñanzas de la experiencia timológica. No es necesario que lo que se relata en novelas y dramas haya sucedido realmente. Ni siquiera es necesario que pudiera suceder; pueden introducirse ídolos paganos, hadas, animales que actúan como personas, fantasmas, etc. Pero todos los personajes de una novela o de un drama deben actuar en formas timológicamente inteligibles. Los conceptos de verdad o falsedad, cuando se aplican a obras épicas o dramáticas, se refieren a la plausibilidad timológica. El autor es libre de crear personajes históricos ficticios, pero no debe inventar una timología o psicología diferente de la que resulta de la observación de la conducta humana.

La ficción, al igual que la historia, no se ocupa del hombre medio o del hombre en abstracto o del hombre en general —homme général[112], sino de hombres y acontecimientos individuales. Pero aun aquí hay una considerable diferencia entre la ficción y la historia.

Los individuos de los que se ocupa la historia pueden ser, y a menudo son, grupos de individuos, y los acontecimientos individuales, acontecimientos que afectan a tales grupos de individuos. El individuo particular ocupa el interés del historiador fundamentalmente desde el punto de vista del influjo que sus acciones tuvieron sobre una multitud o en su calidad de representante típico de grupos individuales. El historiador no se ocupa de las otras personas. Pero para el creador de ficciones sólo cuenta el individuo en cuanto tal, haya influido o no sobre otras personas o pueda considerársele típico.

Este hecho ha sido mal entendido en ciertas doctrinas sobre literatura de la segunda mitad del siglo XIX. Los autores de estas doctrinas fueron engañados por los cambios que se estaban operando en el tratamiento de la historia. Mientras que los historiadores más viejos escribían principalmente sobre los grandes hombres y los asuntos de Estado, los más jóvenes se dedicaron a la historia de las ideas, de las instituciones y de las condiciones sociales. Puesto que el prestigio de la ciencia era mucho mayor que el de la literatura y los fanáticos positivistas consideraban la ficción como un pasatiempo inútil, los escritores trataban de justificar su profesión presentándola como una rama de la investigación científica. Según la opinión de Emile Zola, la novela es una especie de economía y psicología social descriptiva que debe basarse en la exploración cuidadosa de determinadas condiciones e instituciones. Otros autores fueron más allá y afirmaron que sólo el destino de las clases, las naciones y las razas, y no el de los individuos, debe ser tratado en la obra literaria. Borraron la distinción entre un informe estadístico y una novela o un drama «social».

Los libros y los dramas escritos de acuerdo con los preceptos de esta estética naturalista fueron bastante mediocres. Ningún autor distinguido tomó realmente en serio estos principios. El mismo Zola no aplicó esta doctrina plenamente.

El tema de las novelas y los dramas es el hombre individual, cómo vive, siente y actúa, y no conjuntos colectivos anónimos. El medio es el fondo de los retratos que el pintor pinta; es la situación externa a la cual responden los personajes por medio de sus movimientos y acciones. No hay novela o drama cuyo héroe sea un concepto abstracto como la raza, la nación, una casta o un partido político. Sólo el hombre es el tema perenne de la literatura, el hombre real individual como vive y actúa.

Las teorías de las ciencias a priori (la lógica, la matemática, la praxeología) y los hechos experimentales establecidos por las ciencias naturales pueden considerarse sin hacer referencia a la personalidad de sus autores. Al ocupamos de los problemas de la geometría euclidiana no nos interesa el hombre Euclides y podemos hacer caso omiso de su existencia. El trabajo del historiador está necesariamente influido por su comprensión específica de los problemas involucrados, pero aun así es posible discutir los diversos resultados sin hacer referencia al hecho histórico de que se originaron en un autor específico. Tal objetividad no es posible al ocuparse de obras de ficción. Una novela o un drama siempre tienen un héroe además del que la trama indica. También es una confesión del autor y no nos dice menos de él mismo que de las personas de la historia que relata. Revela su alma más íntima.

A veces se ha afirmado que hay más verdad en la ficción que en la historia. En la medida en que la novela se concibe como una revelación de la mente del autor, la afirmación anterior es sin duda correcta. El poeta siempre escribe acerca de sí mismo; siempre analiza su propia alma.

5. LA RACIONALIZACIÓN

El análisis timológico del hombre es esencial para el estudio de la historia. Nos comunica todo lo que podemos saber acerca de los fines últimos y los juicios de valor. Pero, como ya se dijo, carece de utilidad para la praxeología y es de uso limitado al tratarse de los medios que se emplean para la consecución de ciertos fines.

Respecto a la elección de los medios, todo lo que interesa es su idoneidad para alcanzar los fines perseguidos. No hay otro criterio para juzgarlos. Hay medios adecuados y medios inadecuados. Desde el punto de vista de quien actúa, la elección de medios inadecuados es siempre errónea, un fracaso inexcusable.

A la historia se le pide que explique el origen de tales errores recurriendo a la timología y a la comprensión específica. Puesto que el hombre es falible y la búsqueda de medios idóneos es muy difícil, el curso de la historia humana es, en general, una serie de errores y frustraciones. Mirando hacia el pasado desde la situación actual de nuestro conocimiento, a veces nos sentimos tentados de minusvalorar las épocas pasadas y ensalzar la eficiencia de nuestro tiempo. Sin embargo, ni los sabios de la «era atómica» están protegidos contra el error.

Las limitaciones en la elección de medios y en la acción no siempre se originan en una idea equivocada o en la ineficiencia. A menudo la frustración es resultado de la indecisión respecto de la elección de metas. El sujeto vacila al tratar de elegir entre metas incompatibles. La indecisión no le permite dirigirse hacia una meta. Se mueve de un lado para otro. Se va hacia la derecha, luego hacia la izquierda. De esta forma no logra nada. La historia política, diplomática y militar ha mostrado ampliamente esta falta de resolución en el manejo de los asuntos de Estado. Freud ha puesto de manifiesto la función que tienen los impulsos subconscientes reprimidos en fenómenos tales como el olvido, los errores, lapsus linguae o calami y accidentes.

La persona que tiene que justificar su conducta ante otras personas recurre a menudo a un pretexto. Atribuye sus equivocaciones a razones distintas de las que las motivaron. No se atreve a admitir la motivación real porque sabe que sus críticos no la aceptarían como una justificación suficiente.

Racionalización es el nombre que el psicoanálisis da a la elaboración de un pretexto para justificar las propias acciones ante uno mismo. O la persona no quiere admitir la motivación real o no tiene conciencia del impulso reprimido que la dirige. Disfraza el impulso subconsciente y atribuye a sus acciones unos motivos aceptables para su superego. No miente ni engaña conscientemente. Es víctima de sus ilusiones. No tiene el valor de ver la realidad de frente. Puesto que supone vagamente que el conocimiento de la verdadera situación sería desagradable, socavaría su autoestima y debilitaría su resolución, evita analizar los problemas más allá de cierto punto. Desde luego esta es una actitud bastante peligrosa, una retirada de una realidad desagradable hada un mundo imaginario que satisface más. Unos pocos pasos más en esa dirección y se cae en la demencia.

Sin embargo, en la vida de los individuos hay controles que evitan que tales racionalizaciones se generalicen y causen conflictos. Precisamente porque la racionalización es un tipo de conducta muy común, las personas la esperan y a veces sospechan su existencia aun cuando esté ausente. Algunas personas siempre están preparadas para desenmascarar los furtivos intentos de sus vecinos de fortalecer su propio autorespeto. Las más ingeniosas leyendas racionalizadoras no Hieden resistir a la larga a los frecuentes ataques de los demás.

La racionalización desarrollada para beneficio de grupos sociales es algo muy diferente. Esa racionalización puede prosperar porque no encuentra adversarios en los miembros del grupo y porque la crítica da los foráneos se rechaza por considerarla fruto de un prejuicio. Una de las principales tareas del análisis histórico consiste en estudiar las diversas manifestaciones de la racionalización en todos los campos de las ideologías políticas.

6. LA INTROSPECCIÓN

La apasionada controversia entre partidarios y adversarios de la introspección se refiere a la psicología naturalista y no afecta a la timología. Ninguno de los métodos y procedimientos que recomiendan las escuelas antiintrospeccionistas podría comunicar ningún conocimiento miento o información acerca de los fenómenos que estudia la timología.

Puesto que cada persona es un ser que valora y actúa, cada uno sabe lo que significa valorar y actuar, cada uno sabe que no es neutral respecto a los diversos estados de su medio, que prefiere unas situaciones a otras, y que él trata conscientemente de reemplazar una situación que le gusta menos por otra que le gusta más, siempre que existan las condiciones para su intervención. Es imposible concebir a un ser humano normal que carezca de esta comprensión. No es menos imposible concebir cómo alguien que no la tuviera podría adquirirla por medio de la experiencia o la instrucción. Las categorías de valor y de acción son fundamentales y elementos a priori de toda mente humana. Ninguna ciencia debería o podría tratar de resolver los problemas involucrados sin poseer conocimiento previo de estas categorías.

Sólo porque tenemos conciencia de estas categorías sabemos qué es el significado y tenemos una clave para interpretar las actividades de otras personas. Esta conciencia nos permite distinguir dos reinos distintos en el mundo externo, el de los asuntos humanos y el de las cosas no humanas, o el de las causas finales y el de la causalidad. No es nuestra tarea ocuparnos aquí de la causalidad. Pero debemos señalar que el concepto de causa final no se origina en la experiencia y en la observación de algo externo; está presente en la mente de todo ser humano.

Es necesario repetir hasta la saciedad que no puede formularse ninguna afirmación o proposición acerca de la acción humana que no implique referencia a ciertos fines últimos. El concepto mismo de acción es finalista y carece de sentido si no hace referencia a la prosecución consciente de fines elegidos. Ninguna acción humana puede ser comprendida sin recurrir a la categoría medios-fines. Si el observador no conoce la ideología, la tecnología, las artes médicas de las personas cuya conducta observa no podrá encontrar a esta sentido alguno. Ve que las personas corren de un lado para otro moviendo las manos, pero sólo empieza a comprender lo que sucede cuando descubre lo que desean alcanzar.

Si al emplear el término «introspección» el positivista se refiere a proposiciones tales como la que expresan las cuatro últimas palabras de «Pablo corre para alcanzar el tren», entonces debemos decir que ninguna persona normal podría vivir sin recurrir a la introspección en todos sus pensamientos.