14

Aproximadamente dos semanas más tarde volvió a invitarme. Repetimos la misma rutina placentera: conversamos, inspeccionamos, comparamos, admiramos. También esta vez sus padres parecían estar fuera de casa, lo cual, sinceramente, no importó, porque tenía bastante miedo de encontrarme con ellos. Pero cuando el hecho se repitió por cuarta vez empecé a sospechar que no se trataba de una simple coincidencia, y a temer que sólo me invitara cuando sus padres estaban ausentes. Si bien me sentí un poco ofendido, no me atreví a plantearle la cuestión.

Hasta que un día recordé la fotografía del hombre que se parecía a Hitler… e inmediatamente me avergoncé de haber imaginado aunque sólo fuera por un momento que los padres de mi amigo podían tener algo en común con ese individuo.