EL IDIOMA ALEMAN

Mi destino es la lengua castellana,

El bronce de Francisco de Quevedo,

Pero en la lenta noche caminada

Me exaltan otras músicas más íntimas.

Alguna me fue dada por la sangre—

Oh voz de Shakespeare y de la Escritura—,

Otras por el azar, que es dadivoso,

Pero a ti, dulce lengua de Alemania,

Te he elegido y buscado, solitario.

A través de vigilias y gramáticas,

De la jungla de las declinaciones,

Del diccionario, que no acierta nunca

Con el matiz preciso, fui acercándome.

Mis noches están llenas de Virgilio,

Dije una vez; también pude haber dicho

De Hólderlin y de Angelus Silesius.

Heine me dio sus altos ruiseñores,

Goethe, la suerte de un amor tardío,

A la vez indulgente y mercenario;

Keller, la rosa que una mano deja

En la mano de un muerto que la amaba

Y que nunca sabrá si es blanca o roja.

Tú, lengua de Alemania, eres tu obra

Capital: el amor entrelazado

De las voces compuestas, las vocales

Abiertas, los sonidos que permiten

El estudioso hexámetro del griego

Y tu rumor de selvas y de noches.

Te tuve alguna vez. Hoy, en la linde

De los años cansados, te diviso

Lejana como el álgebra y la luna.