I

Lo poco que Cassie había podido ver y oír de aquellos momentos finales en la cámara de Blackwell le resultaba totalmente inexplicable. Habían sucedido demasiadas cosas, en demasiado poco tiempo, como para poder valorarlo de manera adecuada.

Por otro lado, entre lo poco que sí comprendía estaba el odio diabólico que sentía por ella su hermana gemela, lo cual la dejó aún más taciturna y desamparada. ¿A quién podía culpar Lissa por su condenación, sino a Cassie? Al pensar de nuevo en aquella noche en el bar, cuando Lissa disparó a Radu y luego contra sí misma, comprendió que fueron su borrachera y su angustia interna las que espolearon sus debilidades y la empujaron a los brazos de Radu. Los ardides sexuales de este no eran en realidad ninguna excusa, como tampoco servían sus engaños, sus evidentes mentiras ni sus deseos de ponerle los cuernos a Lissa.

En el corazón y la mente de Cassie, ninguno de esos factores podría eximirla nunca de lo que había sucedido aquella noche. Y sabía que tendría que cargar con esa culpa sobre sus hombros, como una cartera llena de ladrillos, durante el resto de su vida.

Era un peso del que nunca se libraría por completo.