Tras el enfrentamiento en la casa de Blackwell, Cassie había sido nectoportada sana y salva de regreso a la fortaleza oculta de Ezoriel, castillo del ángel caído y cuarteles generales de la Rebeldía del parque Satán. A esas alturas ya estaba acostumbrada al tratamiento principesco, teniendo en cuenta tanto su poder como su posición como Etérea y primera santa del Infierno. La lavaron y alimentaron, y fue atendida por todos los sirvientes personales y doctores metafísicos que se pudiera uno imaginar. Después la dejaron bajo custodia para que se recuperara de los agotadores efectos secundarios del uso de la reliquia de poder. Aquel merecido descanso la rejuveneció con mucha más rapidez de lo que hubiera esperado.
En cuanto a Ezoriel y su milicia, la derrota en las Madrigueras de carne fue considerable pero no fatal. Muchos miles de soldados del ángel caído habían sido aniquilados, pero su muerte no fue por completo inútil. La mayor invasión de las Madrigueras hasta la fecha les había proporcionado información logística y de espionaje de gran importancia, y tales reconocimientos les serían de mucha utilidad en futuros ataques contra la demonocracia de Lucifer.
De eso, Cassie estaba segura.
Habría más asaltos. Ezoriel y su ejército nunca cejarían en su empeño de deponer al antiguo favorito de Dios.
Pero el asunto de Lissa seguía hiriendo su sensibilidad. Había tanto que considerar… Al menos, su conspiración resultó mucho más fácil de comprender cuando tuvo tiempo de pensar en ello. Ciertamente, su mascarada como «Xeke» gracias a las técnicas de transfiguración más modernas y sofisticadas podría permitir que se infiltrara de modo simple pero eficaz entre los que no eran jerarcas, como Via y Susurro. Como bifronte, Lissa podía pasar fácilmente por uno de ellos y ganar su confianza, simulando compartir sus ideales como renegados del Infierno. Y tuvo que comprender pronto las posibilidades que ofrecía una auténtica etérea, ya que ella misma había sido una virgen en el mundo de los vivos y tenía una hermana gemela que también lo era: Cassie.
El resto era elemental, incluso sencillo según los baremos del propio Infierno y de las motivaciones diabólicas que allí eran la norma.
La condenación eterna engendra un odio eterno.
Y una codicia eterna.
Sin embargo, lo que más la confundía eran algunas de las últimas cosas que había presenciado allá en la cámara de Blackwell antes de su rescate.
Para empezar, ¿cómo había podido desaparecer Lissa de allí en un instante, y por qué? A Cassie solo se le ocurría que, puesto que obviamente su hermana estaba compinchada con la Agencia del alguacilazgo, debía de tener acceso a otra tecnología de transporte arcano más moderna. No había aparecido ningún nectopuerto para llevársela en ese instante final; sencillamente se había esfumado.
Y aún más extrañas resultaban sus últimas palabras. Actuó como si conociera a Ezoriel. Había dado a entender que antaño fueron amigos.
Cassie no podía imaginarse cómo algo así podía ser cierto… Hasta que se lo preguntó al propio Ezoriel.