Capítulo 40

Gretchen Norlee sentía predilección por austeros trajes oscuros, no llevaba joyas, se peinaba el pelo hacia atrás desde la frente, miraba el mundo desde sus gafas de montura de acero… y decoraba su oficina con muñecos de peluche. Un osito, un sapo, un pato, un conejo y un gatito azul yacían en fila sobre la estantería como parte de una colección que consistía principalmente en perros que daban la bienvenida a sus visitantes con una explosión de lenguas desenrolladas de terciopelo rosa y rojo.

Dirigía las ciento dos camas de la residencia Whispering Pines con eficiencia militar y máxima compasión. Sus cálidos modales se contradecían con la aspereza de su aguda voz.

No encarnaba más contradicciones que cualquier otra persona que encuentra un equilibrio temporal en este mundo básicamente temporal. Las suyas sólo eran más visibles, y más encantadoras.

Dejando su escritorio para indicar que veía el caso con más consideración personal que un mero asunto de negocios, Gretchen se sentó en una silla de amplio respaldo en diagonal a Billy.

—Como Barbara ocupa una habitación individual —explicó—, puede tener compañía fuera de los horarios normales de visita sin incomodar a otros pacientes. No veo ningún problema, a pesar de que por lo general las familias se quedan a pasar la noche sólo cuando acaban de trasladar al paciente de otro hospital.

A pesar de que Gretchen tenía demasiada clase como para expresar su curiosidad de forma directa, Billy se sintió obligado a satisfacerla con alguna explicación, a pesar de que cada palabra que le dijera fuera una mentira.

—Mi grupo de estudio sobre la Biblia ha estado discutiendo qué dicen las escrituras acerca del poder de la oración.

—Así que está en un grupo de estudio sobre la Biblia —dijo intrigada, como si no fuera un hombre al que pudiera imaginar fácilmente en semejante búsqueda piadosa.

—Hubo una importante investigación médica que demostró que cuando amigos y parientes rezan activamente por un ser querido que está enfermo, a menudo el paciente se recupera, y se recupera más rápido.

Al llegar a los periódicos, esa controvertida investigación había dado pábulo a debates en el bar. Fue el recuerdo de todo ese parloteo de borrachos, y no un riguroso grupo de estudio sobre la Biblia, lo que había inspirado a Billy a elaborar esta historia.

—Creo que recuerdo haber leído algo así —dijo Gretchen Norlee.

—Rezo por Barbara todos los días, desde luego.

—Desde luego.

—Pero llegué a darme cuenta de que la oración es más intensa cuando implica cierto sacrificio.

—Sacrificio —repitió ella pensativa.

Billy sonrió.

—No estoy diciendo que vaya a sacrificar un cordero.

—Bien. El equipo de limpieza se alegrará de saberlo.

—Pero rezar junto a la cama en mi casa, aunque sea sincero, no es sacrificado.

—Ya entiendo.

—Seguro que la oración es más valiosa y efectiva si surge a partir de un sacrificio personal, como por lo menos la pérdida de una noche de sueño.

—Nunca lo pensé de esa manera —dijo ella.

—De vez en cuando —prosiguió Billy— me gustaría pasar con ella toda la noche rezando. Si eso no la ayuda, al menos me ayuda a mí.

Escuchándose hablar, pensó que sonaba tan falso como un evangelista de la televisión proclamando la virtud de la abstinencia en el momento en que lo atrapan desnudo con una prostituta en el asiento trasero de su limusina.

Evidentemente, Gretchen Noriee lo escuchaba de distinta forma. Detrás de sus gafas de montura de acero, sus ojos estaban húmedos y conmovidos.

Su recién descubierto talento perturbó a Billy, y lo dejó preocupado. Cuando un mentiroso se vuelve demasiado hábil en el engaño puede perder la capacidad de discernir lo verdadero y él mismo puede ser fácilmente engañado.

Supuso que habría que pagar un precio por tomar a una buena persona como Gretchen Norlee por tonta, como había un precio para todo.