Billy descolgó el auricular.
—¿Hola?
No era el psicópata. Una mujer dijo:
—¿Con quién hablo?
—¿Quién habla? Usted llamó.
—Billy, ¿eres tú verdad? Soy Rosalyn Chan.
Rosalyn era amiga de Lanny Olsen. Trabajaba en el departamento de policía del condado de Napa. Iba por el bar de vez en cuando.
Debían de haber encontrado el cuerpo de Lanny antes de que Billy pudiera decidir qué hacer con él.
Justo cuando se dio cuenta de que no le había respondido, Rosalyn preguntó de manera inquisitiva:
—¿Estás bien?
—¿Yo? Estoy bien. Todo tranquilo. Aunque el calor me está volviendo loco.
—¿Hay algún problema por allí?
Tuvo un relámpago mental del cadáver de Cottie en el baño, y la culpa rodó por su mente desorientándolo.
—¿Problema? No. ¿Por qué iba a haber problemas?
—¿No llamaste aquí hace un momento y después colgaste sin decir nada?
Creció de pronto una nube de confusión y luego se evaporó repentinamente. Por un momento había olvidado lo que hacía Rosalyn en el departamento de policía. Ella era la operadora del 911.
El nombre y la dirección de todo el que llamaba al 911 aparecían en su pantalla en cuanto ella levantaba el auricular.
—Eso fue… ¿fue hace menos de un minuto? —preguntó pensando rápido, o intentándolo.
—Ahora hace un minuto y diez segundos —dijo Rosalyn—. ¿Tú…?
—Lo que hice —dijo él— fue marcar el 911 cuando lo que en realidad quería hacer era llamar a información.
—¿Querías marcar el 411?
—Quería marcar el 411, pero apreté el 911. Enseguida me di cuenta de lo que había hecho, por eso colgué.
El psicópata todavía estaba en la casa. El psicópata había llamado al 911. Billy no entendía por qué lo había hecho y qué esperaba conseguir, y menos bajo semejante presión.
—¿Por qué no permaneciste en la línea —preguntó Rosalyn Chan— para aclararme que te habías equivocado?
—Me di cuenta del error enseguida y colgué rápido, no me imaginé que ya se había establecido la comunicación. Fue una estupidez. Lo siento, Rosalyn. Estaba llamando al 411.
—¿Entonces estás bien?
—Estoy bien. Es sólo este calor de locos.
—¿No tienes aire acondicionado?
—Tenía, pero se estropeó.
—Eso sí que es grave.
—Totalmente.
La pistola yacía sobre el escritorio. Billy la recogió. El psicópata seguía en la casa.
—Bueno, tal vez me dé una vuelta por el bar a eso de las cinco —dijo ella.
—De acuerdo, pero yo no voy a estar. No me encuentro muy bien, así que avisé de que estaba enfermo.
—Pensé que habías dicho que estabas bien.
Tan fácil era meter la pata solo. Necesitaba buscar al intruso, pero tenía que parecer convincente a Rosalyn.
—Estoy bien. Todo está en orden. Nada grave. Sólo una molestia en el estómago. Tal vez es un catarro de verano. Estoy aplicándome un gel nasal.
—¿Qué clase de gel?
—Ya sabes, ese gel de cinc que te pasas por la nariz. Te corta el catarro en seco.
—Me suena —dijo ella.
—Es bueno. Funciona. Jackie O'Hara me lo recomendó. Deberías tener uno a mano.
—¿Entonces todo está en orden por allá? —insistió.
—Salvo por el calor y mi estado griposo, pero no me puedes ayudar demasiado. El 911 no te puede curar una gripe ni arreglar el aire acondicionado. Lo siento, Rosalyn. Me siento como un idiota.
—No pasa nada. La mitad de las llamadas que recibimos no son emergencias.
—¿No?
—La gente llama porque su gato está en un árbol, porque los vecinos están dando una fiesta ruidosa, cosas por el estilo.
—Eso me hace sentir mejor. Al menos no soy el mayor idiota del barrio.
—Cuídate, Billy.
—Lo haré. Tú también. Cuídate.
—Adiós —dijo ella.
Colgó el auricular y se levantó de la silla.
Mientras Billy estaba en el baño con el cadáver, el psicópata había regresado a la casa. O quizá siempre había estado dentro, oculto en un armario o en alguna parte que Billy no había revisado.
El tipo tenía huevos. Enormes huevos a prueba de todo. Sabía que tenía una treinta y ocho milímetros, y aun así había vuelto a la casa y marcado el 911 mientras Billy retiraba el protector del ordenador.
El psicópata posiblemente siguiera allí. ¿Haciendo qué? Haciendo algo.
Billy cruzó el despacho hacia la puerta, que había dejado abierta. Lo atravesó rápido, con las dos manos aferrando la pistola, apuntando a derecha e izquierda.
El psicópata no estaba en el pasillo. Se encontraba en alguna parte.