318 Con este verso se reanuda la narración del poema. En el verso 66 de la serie 111 dejó el juglar al Cid y a sus gentes en la vida cotidiana de Valencia, donde moraron «cerca de dos años», sin que acontecimiento alguno turbara el vivir de la corte y de la ciudad. En este verso repite el juglar que seguían en Valencia el Cid y los suyos, y con ellos los de Carrión, en cuyos personajes va a proseguirse el desenvolvimiento de la narración del poema. <<

[319] El episodio que desde este verso se narra es completamente novelesco, como el de las arcas de arena. El tema, como aquel, no es nuevo en la literatura medieval, y este llega hasta tiempos bien recientes. En poemas épicos franceses y en otros pueden verse escenas parecidas que se repiten hasta constituir lugar común en la épica genérica medieval. En el mismo Quijote hay una escena en la que don Quijote se enfrenta con un león; pero el fin que estas narraciones se proponen es el de demostrar el valor del hombre frente al fiero animal, contrastando la superioridad del valor humano. Aquí el juglar no tiene este propósito —que, sin duda, cumple también—, sino el de demostrar la cobardía de los de Carrión, que aquí queda bien patente y pública ante la corte del Cid. A partir de este episodio, nadie, entre los vasallos del Campeador, tendrá ya respeto a aquellos infantes orgullosos, a quienes todo el pueblo de Valencia demostró respeto hasta este momento. La vergüenza por la que hubieron de pasar los de Carrión ante toda la corte hace que los infantes, heridos en su amor propio, comiencen a maquinar la venganza, germinando en ellos la afrenta que han de llevar a cabo villanamente en el robledo de Corpes, y que constituye el nudo novelístico de este tercer cantar del poema. El Romancero ha de repetir ahincadamente este episodio del león, al que irá añadiendo nuevos detalles, algunos de ellos cómicos en extremo. En él también tomará tema Quevedo para un romance artístico, y, modernamente, Victor Hugo se inspirará para una poesía suya exaltando la figura del Cid frente al león desmandado.<<

320 Costumbre era de señores tener en sus palacios leones y fieras enjaulados, y era muy verosímil que así los tuviese el Cid, máxime teniendo en cuenta el contacto con los árabes, cuyos grandes señores tenían esta costumbre muy generalizada. <<

321 Ante cualquier peligro, los infantes suspiran por su Carrión. Así lo expone el juglar para hacer resaltar la cobardía de aquellos nobles felones. Esta exclamación la repiten otras veces, como puede verse en el verso 8 de la serie 114. <<

322 Manto y brial. Brial era una especie de túnica que cubría desde los hombros hasta casi los tobillos, con mangas o sin ellas. Se colocaba encima de la camisa y debajo del pellizón. (Para manto, véase la nota 19.) <<

323 Cuarte. Sobre este pueblo y su nombre puede verse la nota 263 al verso 1 de la serie 95. <<

324 «Si de él oísteis hablar.» Es frase común en la poesía medieval para ponderar algún alto personaje. Búcar es el jefe de una nueva expedición de los almorávides contra el Cid, que llega a tierras valencianas con gran arrogancia, creyendo que puede vencer con facilidad al Campeador, al que intima a rendirse antes de comenzar la batalla, que, una vez empezada, pierde, teniendo que huir despavorido. Históricamente no se ha podido identificar este personaje, que quizá fuese uno de los Abu Beker, cuñado del emperador Yúsuf. Aquí se le llama rey, pero ya se sabe que esta palabra en el uso árabe venía a tener la equivalencia de jefe militar o emir. <<

325 Aquí vuelven los infantes de Carrión a manifestar ante la batalla su miedo a perder las vidas. Recuérdense los versos 54 y 4 de las series 82 y 102, respectivamente, en que apetecen las riquezas del Cid, mas sin reparar en los sacrificios que ahora se les presentan. <<

326 Recuérdese que Muño Gustioz era el encargado por el Cid de acompañar y servir a los infantes. (Versos 18 y 26 de la serie 107.) <<

327 Según el Fuero de León y de Carrión, los caballeros estaban dispensados de ir a la guerra durante un año a partir del día de su boda. Más tiempo hacía que se celebraron las de los de Carrión con las hijas del Cid. (Véase nota 316.) Mas, no obstante, este les ofrece generosamente que pueden quedarse en el alcázar y no salir a la batalla, lo que mortifica el orgullo de los infantes, que deciden tomar parte en la lucha para aparentar el valor del que estaban faltos. <<

328 A partir de este verso hay una laguna en el único manuscrito conocido del poema, por faltar la hoja penúltima del cuaderno séptimo. Equivale a cincuenta versos perdidos, que Menéndez Pidal, en su reconstrucción del poema, suple con la prosa correspondiente a este pasaje de la Crónica de Veinte Reyes de Castilla, según se hizo también para suplir la falta de la primera hoja del manuscrito. Siguiendo el criterio general adoptado, modernizo la prosa del texto de dicha crónica aquí incluido. <<

329 Delantera, esto es: el derecho a dar lo que se llamaba en el lenguaje militar «las primeras heridas». (Véanse notas 262, 335 y 450.) Así lo hacen los infantes para demostrar valor ante su suegro y contrarrestar la fama de cobardes que comenzaba a cundir por todas partes. <<

330 «Así vea yo la hora en que merezca de vos doble.» Esto es: «ojalá os pueda pagar con creces esto que por mí hacéis». Al final del poema, cuando Bermúdez desafía al infante, ha de echarle en cara esa cobardía suya y la humillación de haber tenido que recurrir al favor que ahora le hace don Pero. (Versos 10 al 19 de la serie 143.) <<

331 Esto es: Bermúdez asiente a cuanto dice el infante, a pesar de saber la actuación cobarde del de Carrión, mas con el fin de que el Cid no se entere del miedo de su yerno. <<

332 Recuérdese que los tambores eran instrumentos de guerra usados por los moros y desconocidos de los cristianos. <<

333 Recuérdese que a Muño Gustioz y a Bermúdez mandó el Cid cuidar de los de Carrión. (Versos 18 y 26 de la serie 137.) Aquí Bermúdez le pide a su señor que le releve de esta obligación que tan poco grata le es. <<

334 «Mi orden.» Alusión aquí a la orden a que pertenecía don Jerónimo, que debió de ser la de los monjes cistercienses de Cluny. <<

335 Desea ser el que haga «las primeras heridas» en la batalla, como en la librada contra Yúsuf. (Nota 262.) <<

336 Alusión al emblema usado por don Jerónimo. «Parece ser —dice Menéndez Pidal— que el obispo llevaba pintadas unas corzas en su pendón. Cada caballero usaba su emblema peculiar para que lo pudieran reconocer y seguir los que estaban a ello obligados.» Estos emblemas no eran todavía hereditarios y privativos de cada familia, como después, en que constituyeron símbolo heráldico familiar. <<

337 Esto es, tomó la iniciativa del ataque para dar las primeras heridas. La arremetida la llevaban a cabo unos cuantos caballeros, yendo a atacar al enemigo en sus propias líneas. <<

338 En el combate se usaba la lanza; solo cuando ella se rompía se solía emplear la espada, que para ello se llevaba a prevención. <<

339 Esta descripción de la batalla se repite varias veces de la misma o parecida manera. Recuérdense los versos 15 y 16 de la serie 68 y la nota 192. <<

340 Los tendales que sostenían las tiendas eran labrados y adornados con labores costosas, y hasta los había con adornos de oro y plata. Recuérdense los descritos en el verso 73 de la serie 95. <<

341 Descripción estereotipada usada en algunas gestas francesas, como observa Menéndez Pidal. <<

342 «Nos besaremos», esto es, «haremos el signo o fórmula de pactar amistad», que, como se ha dicho, consistía en el beso. (Verso de la nota 418 y en otros lugares del poema.) <<

343 Las espadas de combate eran tan pesadas que bien podían, por su peso, hendir una persona y rajarla hasta la silla del caballo. <<

344 Ya se ha visto la gran estima en que se tenían estas armas de lujo conquistadas como trofeo al enemigo. Al conde de Barcelona ganó el Cid la espada Colada, y ahora al rey Búcar le gana la llamada Tizón, magnífica pieza de armería que bien podía considerarse como una joya, ya que podría valer —según dice el juglar— hasta mil marcos de oro. Esta gloriosa espada, conservada después en la armería real de Aragón, fue usada, dos siglos después, por el rey don Jaime I en la conquista de Valencia, dándole así un valor simbólico al usarla. Actualmente se halla en el Museo de Artillería de Madrid. <<

345 Estas espadas, Colada y Tizón, adquieren un valor simbólico a lo largo del poema; son trofeos de guerra, donación del héroe a sus yernos, e instrumento de la venganza del Cid contra la alevosía de los de Carrión, finalmente. <<

346 Llega con la cara descubierta y el almófar quitado. Almófar era una especie de capucha formada por la prolongación de la loriga, que se colocaba sobre la cabeza debajo del yelmo, al que se sujetaba por las moncluras. <<

347 El escudo al cuello. Después de las batallas, y cuando iban de carrera los caballeros, solían colgarse el escudo al cuello a fin de tener más libres las manos y dominar mejor la cabalgadura. Como el escudo solía ser de madera, en ella quedan las huellas de los espadazos y lanzadas que dicha arma defensiva recibía en la lucha. <<

348 Cuando se usaba la espada en el combate, si se hería con ella al adversario, su sangre podía correr a lo largo de la espada por la canal que en el centro tenía, llegando la sangre a manchar la mano del agresor hasta llegar al codo. <<

349 El Cid dice esto de buena fe, pero los infantes, con el remordimiento de su mala conducta, toman las palabras del héroe como escarnio, lo que les hace ir elaborando con más ahínco su infame propósito de venganza. <<

350 El botín se solía dividir en raciones que se repartían luego proporcionalmente entre todos los combatientes. <<

351 «Honor» significa aquí tanto como heredades, posesiones o feudos, como en los versos 5 y 22 de las series 22 y 47, respectivamente. <<

352 En Marruecos temen que el Cid les ataque, ya que cuantas veces intentaron los almorávides darle batalla salieron vencidos por el Campeador. Este no piensa invadir la tierra africana, aunque sí hacerles pagar parias a él o a quien designare. <<

353 «Crio.» Recuérdese que los grandes señores, como los reyes, acostumbraban tener a los hijos de los nobles en sus palacios para que se educaran en el ambiente de corte. <<

354 «Cuñado.» Quiere decir aquí simplemente pariente, ya que no puede darse a esta palabra el significado actual, como se ve por el sentido. <<

355 Nótese que Fernando, cínicamente, dice que «matamos» al rey Búcar. Con todos estos detalles va el juglar haciendo el retrato moral de los condes. Contrasta esta fanfarronada con lo que dice Minaya al Cid: «Matasteis vos al rey Búcar». (Verso 29 de la serie 119.) La baladronada de Fernando hace reír a los cortesanos, que saben la verdad de la cobardía del conde. <<

356 El juglar, como en un aparte, declara no querer tener participación en la maldad que proyectan los infantes: tal es la repugnancia que le causa la traición proyectada. <<

357 A pesar de cambiar de asonancia, sigue el parlamento de los infantes, en el que plantean la afrenta que piensan hacer a las hijas del Cid. Ambos hablan y dicen lo mismo, asintiendo uno a lo que dice el otro, dando muestras de una manifiesta necedad tanto por lo que dicen como por el modo de decirlo. El pasaje resulta deliberadamente grotesco y de efecto cómico, según el propósito del juglar. <<

358 El «ajuar» viene a ser el conjunto de bienes que los padres dan a la hija cuando contrae matrimonio. <<

359 «Ciclatón.» Tela de seda entretejida con oro o plata. De ella solían hacerse los briales masculinos y femeninos, y era tan generalizado el uso de esta tela, que muchas veces se solía llamar ciclatón al brial. <<

360 «Jugar las armas.» Recuérdese que esta exhibición solía hacerse también en las despedidas solemnes. (Verso 11 de la serie 86.) <<

[361] Recuérdese el influjo de los agüeros, que se repite en el poema, y a los que el Cid presta tanto crédito. (Véase verso 2 de la serie 2.) <<

362 Saludo en interrogación tantas veces usado en el poema. (Véase la nota 57 al verso 14 de la serie 11.) <<

363 Adviértase cómo es siempre Álvar Fáñez el que, en los momentos de emoción familiar, anima al Cid y lo consuela. (Verso 45 de la serie 18.) <<

364 Al pasar por Molina penetraron en la ciudad, que es camino obligado para Medinaceli. En Molina han de encontrar a su alcaide, Abengalbón, moro amigo del Cid, quien le ordena albergar a sus hijas y a sus yernos una noche y luego acompañarlas en custodia hasta Castilla. <<

365 Albarracín, ciudad en el camino de Murviedro a Castilla. (Véase el verso 79 de la serie 83, y su nota, la 232.) <<

366 Los montes de Luzón, aquellas montañas «fieras y grandes», ya citadas en el verso 106 de la serie 83. <<

367 Arbujuelo es el ya citado valle de Arbujuelo, lugar tan detalladamente descrito por el juglar. (Véase la nota 236.) <<

368 Ansarena es lugar hoy desconocido que debió de estar entre Medinaceli y el río Jalón. <<

369 Hasta en esta ocasión no desprecia el juglar oportunidad de manifestar el instinto traidor y la codicia de los infantes, que pretenden robar a Abengalbón. <<

370 Un moro «latinado», dice el poema, esto es, que conocía el romance castellano que entre sí hablaban los infantes, por creer que el moro no había podido entenderlos. <<

371 A pesar del cambio de asonancia, sigue el parlamento de Abengalbón. <<

372 Atienza y la sierra de Miedes. (Véanse las notas 85 y 86.) Atienza es, en efecto, «una peña muy fuerte» sobre la cual se eleva aún la ruina de un castillo roquero. La sierra de Miedes tenía abundantes bosques que ya no existen en la actualidad. <<

373 Montes Claros es el paraje en donde nace el río Jarama, en la actual provincia de Guadalajara. También se da este nombre en el poema a la cordillera del Atlas. (Véase la nota 200.) <<

374 «Griza a la que Álamos pobló.» Parece que esto hace referencia a alguna tradición local, hoy completamente perdida. <<

375 San Esteban de Gormaz. Ya visto. <<

376 El robledo de Corpes, que no existe en la actualidad, debió de estar en el sudoeste de San Esteban de Gormaz. Actualmente este paraje está despoblado y sin vegetación alguna, el que debió de haber sido un espesísimo robledal tan frondoso como lo describe el poema. <<

377 «Manto» y «pellizón», prendas de vestir de gente noble que indistintamente usaban los hombres y las mujeres. (Véase la nota 19.) <<

378 «Ciclatón.» (Véase la nota 359.) <<

379 «Los moros y los cristianos.» Frase adverbial, tan repetida, que equivale a «todos», «todo el mundo». <<

380 Repite la idea del verso último de la serie anterior, y toda esta serie viene a ser repetición de versos de la anterior, hecho así deliberadamente para dar más vigor al patetismo dramático del pasaje narrado. Aquí se pone de manifiesto la sensibilidad lírica del juglar y la finura de su técnica literaria. <<

381 Aquí interrumpe el juglar la narración y, mientras deja ir impunes a los de Carrión, se enfrenta con el auditorio para decirle que va a retroceder su narración contando lo hecho por Félez Muñoz. <<

382 La llamada «Torre de doña Urraca» actualmente no existe. Debería de estar —según Menéndez Pidal— en el terreno que hoy lleva el nombre de La Torre, a siete kilómetros al oeste de San Esteban de Gormaz y no lejos de un pago denominado Llano de Urraca, a la orilla del Duero. <<

383 Diego Téllez era vasallo o pechero de Álvar Fáñez, y vivía en San Esteban. Aunque este personaje viene a ser muy secundario en el poema, está confirmada su existencia histórica, sabiéndose de él que fue señor de Sepúlveda en los dominios de Minaya gracias a una declaración del abad de San Millán de la Cogolla, en 1086, según descubrió Menéndez Pidal. (Véase su discurso «Mío Cid el de Valencia», de 1940.) <<

384 El tributo de «enfurción» era un tributo de viandas, granos y vinos que tenía que pagar el pechero al señor por razón del solar que este le daba. <<

385 El Cid calla y medita en silencio antes de tomar una trascendental decisión, como en el verso 49 de la serie 102. Recuérdese el verso 5 de la serie 102, en el que el rey hace un gesto análogo en parecido trance, como en el 52 de la serie 133. <<

386 Aquí dice el Cid «honra» en sentido sarcástico y como dando la razón a aquellos presentimientos tan largamente contenidos. <<

387 Gormaz, a orillas del Duero, era un gran castillo árabe que alcanzó extraordinaria importancia en la Reconquista, en el siglo X. <<

388 Por las palabras de Pero Bermúdez parece que no respeta el vínculo matrimonial de las hijas del Cid. Téngase en cuenta que el solo hecho del abandono y malos tratos de las esposas bastaba para dar como disuelto el matrimonio, aun sin esperar la decisión eclesiástica ni la civil. De igual manera que aquí Bermúdez, se expresa luego el Cid. Estas bodas deshechas así no fueron impedimento para unos segundos esponsales, como se verá más adelante. <<

389 Río de Amor, lugar hoy desconocido, que debía de estar al este de San Esteban de Gormaz. <<

390 Alcoceba es el que hoy se llama Barranco de Alcoceba, que desemboca en el Duero, alrededor del castillo de Gormaz. <<

391 Vadorrey es un despoblado a la izquierda del Duero, en el camino de Berlanga a Gormaz. <<

392 Berlanga, pueblo y castillo a la izquierda del Duero, distante de Gormaz 13 kilómetros y 30 de San Esteban, así que en aquella primera jornada del camino recorrieron 30 kilómetros. <<

393 Medina, tantas veces nombrada, es la actual Medinaceli. De Berlanga a Medina hay 46 kilómetros, que constituyen el recorrido de la segunda jornada. <<

394 De Medina a Molina hay 58 kilómetros, larga jornada que hubieron de cubrir hasta llegar a Molina, donde encontraron los expedicionarios buen albergue para el descanso, preparado por el moro Abengalbón. <<

395 De Molina a Valencia dice el juglar que van directamente, dando a entender que en una sola jornada. Esta afirmación confirma nuestra opinión sobre el desconocimiento que el juglar tenía de la geografía de las tierras valencianas. Las primeras jornadas, tan detalladamente observadas, son racionales, mientras los personajes van por tierras cercanas a Medinaceli; pero tan pronto se alejan de ellas para internarse en las de Valencia, el juglar no tiene noción de las distancia cuando cree posible que en una sola jornada de caballo se pueda ir de Molina a la ciudad de Valencia. <<

396 Aquí se sincera el Cid ante sus hijas de la coacción real que le obligó a aceptar el casamiento con los infantes. Ante su rey, el Cid «no se atreve a opinar», dando muestras de una sumisión absoluta al soberano que lo desterró y al que, no obstante, sirve siempre por ser «su señor natural». <<

397 Recuérdese la costumbre que tenían los grandes señores de educar en sus palacios a los hijos de los nobles vasallos suyos. <<

398 Vistas o cortes. Las vistas o entrevistas convenidas de antemano tenían a veces carácter judicial. Las vistas solían ser presididas por el mismo rey; eran menos frecuentes que las cortes, que tenían más amplia solemnidad. <<

399 «Criados», aquí, no puede tener sino el carácter de vasallos criados en la corte del Cid, según se explica en la nota 397. <<

400 Alfonso VI solía ir con mucha frecuencia a Sahagún, a cuyo monasterio benedictino tenía gran devoción, siguiendo la tradición de su padre, Fernando I. (Véase la nota 217 al verso 5 de la serie 80.) <<

401 Recuérdese que Alfonso VI, cuando fue proclamado rey de Castilla, a raíz de la muerte de su hermano Sancho, era ya rey de León por derecho de herencia. <<

402 «San Salvador.» Quiere decir Oviedo, capital de Asturias, así llamada por tener su catedral dedicada a san Salvador. <<

403 Era también Alfonso VI rey de Galicia, porque, de acuerdo con el ya difunto rey de Castilla, Sancho, había desposeído a su hermano don García del reino gallego. Santiago era la capital de toda Galicia. Los condes gallegos habíanlo ya acatado como rey suyo. <<

404 Recuérdese la costumbre de ir el mensajero a orar a la iglesia más próxima antes de realizar su cometido. (Véase el verso II de la serie 83.) <<

405 Alude a la afrenta de Corpes, de la que supone enterado al rey. Muño Gustioz se tiene por deshonrado, como todos los caballeros de la corte del Cid, por la villana acción de los infantes. <<

406 Véase cómo el rey —como otras veces— calla y medita en silencio antes de tomar una resolución trascendental. (Recuérdese el verso 5 de la serie 102.) <<

407 El rey reconoce su coacción al Cid para casar a sus hijas, y de ello se disculpa amparándose en el buen deseo que a tal determinación le movió. <<

408 El rey convoca a cortes en Toledo para que así el procedimiento judicial y su consiguiente reparación tengan más solemnidad y trascendencia que podían tener en unas vistas. <<

409 A pesar de cambiar el asonante, continúa el parlamento del rey, en el que cita al Cid para las cortes que convoca, demostrándole su afecto real. <<

410 Recuérdese que el rey lo es de León y de Galicia, además de serlo de Castilla. A todos los señores, pues, de estos reinos invita para las cortes de Toledo. <<

411 El vasallo tenía obligación de acudir al llamamiento de su señor, bajo pena de perder el vasallaje y la confiscación de sus bienes. Aquí el rey amenaza a sus vasallos con estas penas si no acuden a las cortes convocadas. <<

[412] El conde don Enrique (1094-1114) y el conde don Ramón (1090-1107) son los yernos del rey; primos Enrique y Ramón de Borgoña, condes de Portugal y de Galicia, respectivamente, según la historia.<<

413 El conde don Fruela es el Fruela Díaz, hermano de doña Jimena, conde de León y Astorga y mayordomo del conde Ramón de Galicia. <<

414 El tan nombrado conde García Ordóñez, el gran enemigo del Cid, es llamado el Crespo de Grañón, y fue históricamente gobernador de Grañón, en La Rioja, hacia 1094. Los documentos de la época lo llaman don García de Grañón, y los historiadores árabes lo suelen llamar por el apodo de Botatorcida. (Véase la nota 7.) <<

415 Álvar Díaz, ya citado, fue históricamente el señor de Oca. (Verso 53 de la serie 104.) <<

416 Asur González es el hermano mayor de los infantes de Carrión, charlatán y comedor. (Véanse notas 305 y 456 y verso 2 de la serie 152.) Personaje identificado por la historia. Gonzalo Ansúrez es el padre de los tres infantes. (Ya citado en la nota al verso 64 de la serie 111.) Y Pero Ansúrez, su hermano, es el famoso conde de Carrión y Valladolid, y tío de los infantes; por consiguiente, identificado históricamente con el conde de este título, que vivió hacia 1095. Según la historia, también este personaje fue enemigo del Cid. <<

417 La espera que todos han de hacer al Cid y su tardanza en llegar sirven al juglar para que la presentación del héroe sea más espectacular al hacer su entrada en las cortes. <<

418 Recuérdese que la amistad se sellaba solemnemente besándose en la boca, como ya otra vez hicieron el Cid y el rey. (Notas 295 y 342.) <<

419 «Os bese las manos.» Era la fórmula para pedir protección. <<

420 San Servando es el antiguo castillo toledano separado de la ciudad por el río Tajo. En el tiempo del Cid ocupaban este castillo los monjes marselleses, a quienes lo había donado el rey Alfonso VI en 1088. Fue destruido después por los almorávides en 1109 y reedificado en 1113. Actualmente está reconstruido. <<

421 La vigilia era la vela que se hacía pasando la noche en oración dentro del lugar sagrado antes de comenzar alguna empresa trascendental. Era costumbre velar antes de un torneo, una batalla o una lid judicial, como en este caso. El que velaba las armas así, costeaba las luces del altar y pasaba la noche en oración, y al final de ella, al amanecer, se daba por terminada la vigilia con el canto de maitines y la misa, en la que se hacía la ofrenda. <<

422 Aquí se hace una enumeración de los más distinguidos caballeros del Cid, ya conocidos a lo largo del poema, la mayoría de ellos de personalidad confirmada históricamente por documentación fidedigna. <<

423 Este Mal Anda debió de ser un personaje de la época, versado en asuntos de derecho, que acompaña al Cid a las cortes como asesor jurídico. Menéndez Pidal dice que el nombre Mal Anda se consigna en una escritura de 1140, de Villahizán de Treviño, al norte de Burgos. <<

424 El belmez o los alcochales eran a modo de una túnica acolchada que se vestía debajo para evitar el roce de la loriga, siempre dura y áspera. <<

425 La loriga. (Véase la nota 114 al verso 9 de la serie 29.) A veces tenía tres dobleces para aumentar la defensa, como se verá en el verso 130 de la serie 150. <<

426 El «pellizón» o piel (explicado en la nota 19) era prenda del traje de paz, mas aquí el Cid ordena a sus gentes que lo lleven sobre el de guerra, a fin de ocultar así las espadas que debían de llevar prevenidas por si era preciso recurrir a ellas en caso de que fallasen las razones en las cortes. <<

427 Esta precaución de llevar las espadas debajo del manto da a entender la animosidad bélica con que iban a las cortes los vasallos del Cid. <<

428 El brial (nota 322) solía ser a veces tejido de tela de ciclatón, por lo que muchas veces se llamaba simplemente ciclatón al brial. <<

429 El manto acostumbrado por el Cid era bermejo, y, según se desprende del texto, franjado de oro, aunque la palabra franja signifique aquí banda o ceñidor. <<

430 El Cid tiene especial interés en proteger sus cabellos y los cubre con la cofia para que no puedan arrancárselos, así como la barba la sujeta con un cordón para que nadie pueda llegar a mesársela. La barba así recogida era un gesto belicoso, como un desafío a cuantos enemigos tenía el Cid en las cortes. <<

431 El manto (véase la nota 19) era prenda privativa de los caballeros, que solían usarla tanto en traje de paz como en arreos de guerra y aun dentro del mismo hogar. <<

432 El juglar habla ahora de un escaño regalado por el Cid al rey, del que nada ha dicho en el poema anteriormente. Tal vez lo confunda con la tienda del rey Yúsuf, que envió al de Castilla por mediación de Álvar Fáñez. Tampoco dicen nada las crónicas respecto a este regalo del Campeador a su rey. <<

433 «Más valéis que nos», que puede parecer un elogio excesivo en labios del rey, no era sino una frase usual de cortesía. <<

434 Este escaño, torneado, es el que ganó el Cid al rey Yúsuf, según dicen las crónicas y cantaron después los romances del Cid. <<

435 Refiérese aquí el juglar a las cortes judiciales tan solo, pues, según la historia, cortes para otros asuntos fueron varias las que Alfonso VI convocó en Toledo y en otros puntos distintos. Él mismo alude aquí a las cortes de Burgos y Carrión. <<

436 La palabra alcalde es la voz árabe que quiere decir juez. Para este cargo se solían nombrar ricoshomes, y, generalmente, condes. El rey nombra para este cometido a los condes don Enrique y don Ramón (verso 18 de la serie 135) y a todos los otros condes presentes, excluyendo a los del partido de los infantes de Carrión. <<

437 Recuérdese la batalla con el conde de Barcelona, a quien en el poema llama Ramón Berenguer, siendo históricamente Berenguer Ramón II, el Fratricida. (Versos 1 al 10 de la serie 58.) <<

438 Los infantes alegan que las reclamaciones debió de haberlas fundamentado el Cid todas a la vez, como exigía el formulismo de la época, y no en varias veces, como hace el Campeador. Para ello era preciso que el rey o los jueces lo autorizasen, repitiendo el demandante de nuevo su demanda. Por eso el juez don Ramón lo aprueba con permiso del rey, como se ve en los versos siguientes. El Cid vuelve a levantarse en pie, que era señal de formular nueva demanda. (Véase nota siguiente.) <<

439 El Cid se dirige directamente a los infantes y no a los alcaldes, como antes. <<

440 Estos doscientos marcos son la cantidad que los infantes entregaron al rey, siguiendo la costumbre de entregar el marido un regalo al que le transmita la potestad sobre la mujer, según el antiguo derecho germánico. Como el rey fue quien casó a las hijas del Cid, al rey entregaron los infantes aquella cantidad, que Alfonso, disuelto el matrimonio, no quiere retener en su poder. Los infantes, al pagar la deuda, descuentan doscientos marcos (verso 193 de la serie 137), que luego el Cid no quiere cobrar al rey. (Nota 476.) <<

441 Aquí el Cid vuelve a hacer nueva demanda, para la que solicita directamente la autorización del rey, según el derecho del demandante en las cortes. (Nota 438.) <<

442 Honor. Aquí quiere decir tanto como posición, patrimonio, propiedad, como otras veces. <<

443 Antes de retar al adversario había de preceder el denuesto «de menos valer» con que se inculpaba. (Como se hace en el verso 6 de la serie 144.) <<

444 El conde García Ordóñez rechaza el reto del Cid a los infantes como para afrentarlo de este modo con su antigua enemistad. Su defensa es pobre, basándola tan solo en la alta alcurnia nobiliaria de los infantes, superior a la del Campeador. <<

445 «Hijo de mora o cristiana», esto es: «nadie», «ninguno», como se aclara en la nota 51, al decir «Ni moros ni cristianos», para dar a entender «nadie». <<

446 Recuerda ahora el Cid el pasaje en que él cogió prisionero al conde en el sitio de Cabra y le mesó la barba. Este pasaje —que debió de estar al principio del poema— hoy está perdido, aunque recogido en la Crónica de Veinte Reyes de Castilla, con cuya prosa se sustituye el fragmento desaparecido del poema, según la reconstrucción de Menéndez Pidal, quien toma el verso 3.291 de aquella crónica, en la que se disolvió el poema en el siglo XIV. <<

447 Los infantes eran hijos de Gonzalo Ansúrez, que fue, como se ha visto, el histórico conde de Carrión y Valladolid, de la familia de los Beni-Gómez. (Versos 25 y 26 de la serie 135.) <<

448 Recuérdese que los infantes pertenecían a categoría noble, inferior a la de los ricoshomes. El Cid era solo de estirpe infanzona. <<

449 Pero Bermúdez reprueba al Cid el que le llame Pero Mudo, diciéndole que si no tiene facilidad en hablar, sabe cumplir, en cambio, con su obligación como el primero. Después reta a Fernando. <<

450 «Las heridas primeras.» Iniciativa en la batalla que se concedía como prerrogativa especial, según se vio en la nota 262 del verso 11 de la serie 94, y en el 21 de la serie 116 <<

451 A pesar de cambiar la asonancia, sigue el discurso de Pero Bermúdez inculpando al infante Fernando. <<

452 El vencido había de confesar, «por su propia boca», que tenía razón el vencedor, o de lo contrario perder la vida. De esta manera quedaba terminada la lid, ya que el vencedor quedaba proclamado como tal por el mismo vencido. Por esto el acusador dice, al lanzar el reto, «por tu boca lo dirás» (verso 10 de la serie 146), o bien «harételo decir» (verso 8 de la serie 149). Cuando el vencido se acusaba como tal, se acusaba como traidor al reconocer la verdad de la acusación. <<

453 Limpio, esto es, los más ilustres, puros, de más limpia sangre. <<

454 Al decir «nunca más vestiste el manto ni el brial», alude a los vestidos sucios que sacó el infante del lagar cuando, huyendo del león, en él fue a refugiarse. (Verso 15 de la serie 112.) <<

455 Véase la nota 452. <<

456 Asur González, el hermano de los infantes, hace su aparición en este momento. El juglar, que ya lo había descrito con trazos cómicos (verso 22 de la serie 107), lo presenta aquí como una figura caricaturesca. <<

457 Asur González habla aquí en tono sarcástico contra el Cid. Lo llama por el nombre de su pueblo para así humillarlo más, y alude a los molinos que el Campeador tenía en el río Ubierna, echándole en cara esto como cosa impropia de gente noble. <<

458 El río Ubierna pasa por Vivar, y en sus márgenes existían unos molinos que pertenecían a las posesiones del Cid. El río recibe tal nombre del lugar cuyo castillo había sido ganado a los navarros por el padre del Campeador. <<

459 La maquila es la cantidad de grano o de harina que se paga al molinero como precio de la molienda. <<

460 Quiere decir tanto como «saludas» por la costumbre de saludar dando un beso. El texto dice: «A los que das paz», que quiere decir a los que besas, ya que en la misa, cuando el sacerdote decía «pax Dómine», los fieles se besaban unos a otros. <<

461 Esto es, te reto a desafío, en el que, como perderás, habrás de confesarte vencido, ya que, según la costumbre caballeresca, el vencido había de confesar la razón del vencedor, como se ve en el verso 8 de la serie 149. Nota 452. <<

462 Estos dos enviados de los infantes de Navarra y Aragón llevan, según el juglar, nombres apropiados a su origen. Ojarra es nombre vasco, apropiado a un personaje navarro. El nombre de Íñigo es también habitual en Aragón y Navarra. En la historia se recuerda un Enneco Semonones (Íñigo Jiménez), que por los años 1107 a 1129 fue gobernador de Calahorra y Calatayud, de la corte de Alfonso I el Batallador, de Aragón. Los personajes aquí mencionados no tienen confirmación histórica alguna. <<

463 Recuérdese que «rogador» era el encargado de pedir la novia para entregarla al prometido, según la costumbre medieval. (Verso 5 de la serie 10.) A estos enviados de los reyes de Navarra y Aragón se entregan las hijas del Cid para que, como rogadores, las entreguen a su vez a sus nuevos mandos. (Véanse los versos 37 al 40 de la serie 149.) <<

464 Las hijas del Cid, históricamente, no se casaron con los infantes de Navarra y Aragón, como dice el juglar, para conseguir el efecto literario. La mayor, Cristina Rodríguez, se casó con Ramiro, infante de Navarra y señor de Monzón; y María Rodríguez con el conde de Barcelona, Ramón Berenguer III. Por tanto, nunca fueron reinas de Navarra y Aragón, como dice el juglar. El hijo de la primera y el bisnieto de la segunda sí que llegaron a ocupar los tronos de Navarra y Aragón, respectivamente, con lo cual la estirpe del Cid emparentó con las casas reales navarra y aragonesa. <<

465 Esto es, en canónico casamiento y con la condición de honroso. <<

466 Alusión a la imposición real del primer casamiento contra la voluntad del Cid, quien siempre receló de aquellas bodas, como se desprende de tantos pasajes del poema. <<

467 Estos segundos casamientos son los históricos, mas no en la forma en que dice el juglar, sino en la que se explica en la nota 464. <<

468 Se hicieron las «promesas» con el juramento acostumbrado, poniendo el que juraba sus manos entre las que recibía el juramento. <<

469 Los Beni-Gómez o descendientes de Gómez Díaz, conde de Carrión y de Saldaña, eran los que componían la familia de los infantes, de antiguo enemiga del Cid. (Versos 7 y 7 de las series 124 y 141, respectivamente.) <<

470 Compárese este verso con lo que dicen los infantes en el verso 6 de la serie 130. Allí ellos se alaban de que sus mujeres no eran dignas de ello por su estirpe; aquí Minaya les echa en cara que ahora habrán de humillarse ante las que un día despreciaron. <<

471 Gómez Peláez es personaje sin identificar históricamente. Por el apellido el juglar le pone en el bando de los de Carrión. Recoge el reto de Minaya y quedan desafiados, pero el rey corta la discusión y acepta tan solo los tres desafíos concertados anteriormente, que anuncia para celebrarse al día siguiente. <<

472 Aluden al pago que hicieran al Cid en aquellas cortes, anteriormente. (Versos 189 al 194 de la serie 137.) <<

473 El señor tenía la obligación de amparar al vasallo contra cualquier violencia o deshonra. Las violencias a que aluden son las que podían venir de los partidarios de los de Carrión, que pudieran tender alguna celada a los caballeros del Cid, valiéndose del desconocimiento que estos tenían de los terrenos castellanos. <<

474 Esto es, que pierda su derecho y se declare vencido, quedando como traidor; pena impuesta por el rey a quienes faltaren a la lid de Carrión. <<

475 El Cid, ahora, creyéndose ya seguro contra todo ultraje posible, desata el cordón que la sujetaba y deja libre la barba, que ató. (Verso 38 de la serie 137.) <<

476 Alusión a los doscientos marcos que retuvo el rey y que ahora habrá de devolver al Cid, según el acuerdo de la corte. Esta cantidad es la que los infantes entregaron al monarca en concepto de rogador de las primeras bodas. (Verso 178 de la serie 137.) <<

477 A partir de este verso falta un folio en el único manuscrito del poema. El señor Menéndez Pidal suple esta laguna con el relato correspondiente, prosificado ya, de la Crónica de Veinte Reyes de Castilla. <<

478 Recuérdese lo dicho sobre las carreras y ejercicios de equitación de los caballeros en la nota 249. <<

479 «Moros ni cristianos», esto es, en «ninguna parte» hay caballo como este. <<

480 «Nos hemos comprometido y así lo cumpliremos; primero nos dejaremos matar que abandonaremos nuestro deber.» <<

481 Los de Carrión planean alevosamente un acto de violencia contra los caballeros del Cid antes de llegar al torneo, pero el temor que les impone la orden severa del rey les impide realizarlo por cobardía. <<

482 La vela de las armas era costumbre caballeresca, como ya se vio en la nota 421 al verso 7 de la serie 136. <<

483 El rey no les concede a los de Carrión la gracia de que sean retiradas las espadas del Cid, alegando que al tratar de la cuestión de la lid en las cortes, nada propusieron los condes sobre este particular; por tanto, ahora no podían excluirse las espadas si con ellas iban los del Cid al desafío. <<

484 «Os besamos», esto es: «os pedimos que». Para esta fórmula véase el verso 6 de la serie 10 y la nota 53. <<

485 «Pedimos amparo en la justicia, mas no pedimos que nos valgáis con injusticia», pues como aquí está el partido de los de Carrión, temen que les puedan preparar alguna emboscada. <<

486 Recuérdese la costumbre de los caballeros de llevar el escudo colgado al cuello para tener más desembarazadas las manos y poder manejarse mejor sobre el caballo. <<

487 Las lanzas se componían de asta de madera que terminaba con un «hierro tajador», junto al cual iba arrollada la tela del pendón que cada lanza solía llevar. <<

488 Los mojones delimitaban el campo que había de servir para la lid, de modo que el salirse de ellos equivalía a abandonar la liza y darse por vencido. <<

489 Se pusieron de acuerdo para que cada uno de los contendientes se dirigiera a su adversario tan solo, a fin de tener más fijo si objetivo contra el que había de luchar. <<

490 El rey les señaló jueces de fallo inapelable que diesen la sentencia, mas no entrasen en discusión con ninguna de las partes sobre la razón de cada cual. <<

491 «Los traje bajo mi protección y salvaguarda», como se dice en los versos 96 y 98 de la serie 149, y en su nota, la 473. <<

492 El rey amenaza con destierro del reino a quien haga fraude en la lid. <<

493 El campo se señalaba con mojones, como se ha visto. El rey personalmente, y con los jueces, marca los mojones, saliéndose luego del campo y quedando como espectadores. <<

494 El que se saliese de los mojones quedaría declarado como vencido, según los usos caballerescos. <<

495 Las gentes se esparcen alrededor del campo y a la distancia de seis astas de lanza de los mojones que lo delimitan. <<

496 La liza se sorteaba entre los dos bandos contendientes, echando suertes sobre cada una de las mitades del campo, a fin de que las condiciones del terreno no estuviesen de parte de ninguno de los dos bandos, procurándose así que estuviesen en igualdad de condiciones de lid. <<

497 Tal era el encarnizamiento de los combatientes, que los espectadores pensaban que a cada instante habían de caer muertos los lidiadores. <<

498 Tal fue la violencia del golpe de la lanza que, aunque no le rompió la loriga, le hundió en la carne la ropa que llevaba debajo de la armadura. Recuérdese que el belmez era una túnica acolchada colocada debajo de la loriga. (Verso 15 de la serie 137.) <<

499 Al darse por vencido el caballero, debía reconocer «por su boca» la verdad de las inculpaciones que le hizo el vencedor, según la costumbre de la lid. (Véase el verso 22 de la serie 144.) <<

500 Salirse fuera de la demarcación de los mojones equivalía a quedar vencido, sin necesitar la confesión de «su propia boca». (Verso 103 de la serie 150.) <<

501 Cuando el infante sale de los mojones, el rey y los jueces dan por terminada la lid. <<

502 Este verso puede inducir a equivocación. «Los dos han sido vencidos» se refiere a los dos infantes de Carrión, no a los dos contendientes. El juglar, al dar por despachados a los infantes, dice por su cuenta que quiere relatar la lid de Muño Gustioz y Asur González. <<

503 Ya se ha dicho que al atacar con la lanza solía hincarse el hierro tajador de ella y con él se hundía la tela del pendón, que quedaba empapada en la sangre de la víctima. Aquí, al hundirle la lanza, atraviesa a la víctima de tal manera que por su espalda saca una braza del asta heridora. <<

504 Gonzalo Ansúrez —que, como se recordará, era el padre de los infantes de Carrión—, al ver tan malparado a su hijo, se apresura a declararlo vencido para evitar que Muño Gustioz lo remate, ya que Asur, por haber perdido el habla a causa de la herida, no podía declararse por sí mismo como vencido. <<

505 El rey mandó despejar el campo una vez terminada la lid. Según las leyes y costumbres, el rey podía tomar las armas que allí quedaran. Según las Partidas, las armas y los caballos de los vencidos por alevosos eran incautados por el mayordomo del rey. <<

506 Recuérdese el temor del Cid al dejar a sus caballeros, que quedaron bajo la promesa del rey de darles protección que pudiera salvarlos de las asechanzas de los partidarios de los de Carrión. <<

507 Aquí habla el Cid con ironía al decir que las heredades de Carrión han de ser de sus hijas, mas libres de todo gravamen, esto es, sin el recuerdo de la afrenta, ya vengadas con la justicia de la lid. <<

508 Estos segundos casamientos eran, en efecto, de mucho más rango nobiliario y mayor honor para las hijas del Cid que hubieran sido los efectuados con los infantes de Carrión <<

509 La estirpe del Cid estaba emparentada ya con las casas reinantes en España al tiempo de componerse el poema. El rey de Navarra, García Ramírez, era nieto del Campeador; la bisnieta del Cid, hija de este rey, Blanca de Navarra, casó con el heredero de Castilla, Sancho. De este casamiento, consumado en 1151, nació Alfonso VIII, primer rey de Castilla descendiente del Campeador. Las hijas de Alfonso VIII llevaron después la estirpe del Cid a la casa real de Portugal (1208) y de Aragón (en 1221). El mismo emperador Carlos V reconocía en una real cédula, en 1541, ser descendiente del Cid Campeador. (Véase la nota 464 al verso 18 de la serie 149.) <<

510 Cinquaesma, que dice el poema, es la Pascua de Pentecostés, que se celebraba, según las Partidas, «a cinquaenta días del día de Pascua mayor, la de cuaresma». El Cid murió el año 1099, ignorándose el día y el mes. La Historia latina del héroe dice que en el mes de julio; el 10 de julio, según la Crónica particular del Cid; el 15 de mayo, según la primera Crónica General; el 29 de mayo, domingo de Pentecostés, según se desprende de lo dicho por el juglar del poema. <<

[511] Con estos dos versos termina el juglar su obra. Posteriormente, el copista, Per Abbat, añadió un éxplicit que decía:

Quien escrivió este libro
del Dios paraíso.
Per Abbat lo escrivió en el mes de mayo,
en era de 1345 años.

O sea, haciendo el cómputo, el año 1307 de la era cristiana. Posteriormente se añadió otro éxplicit de distinta mano, si bien en el mismo siglo XIV. Parece que se hizo para que el juglar recitador del poema se dirigiese a los oyentes. Dice así:

El romanz es leído,
darnos del vino;
si non tenedes dinero,
echad allá unos peños,
que bien vos lo darán sobre’elos.

Con esta fórmula se seguía la costumbre de juglares y recitadores de pedir dinero, o vino a falta de él, en pago de sus recitaciones. Usual era también dar a los juglares peños, o sea prendas, que consistían en galas o alhajas, que luego el juglar podía vender para allegarse dinero con que mantenerse a lo largo de su constante peregrinar ejerciendo su menester de juglaría por las tierras de España.<<