Notas

[*] NOTA DEL EDITOR: A partir de la edición de 2007, el texto se ofrece en versos regulares de 16 sílabas para recuperar la versificación que el juglar intentó rimar. <<

[1, 2, 3, 4 y 5] El rey don Alfonso, importante personaje del poema, y al que el Cid llama siempre «mi señor», es el histórico rey Alfonso VI de León, que, por la muerte del de Castilla, su hermano Sancho, llegó a serlo de ambos reinos (1065-1109). Cuando ciñó la corona castellana, los nobles de la corte no lo admitieron sin recelo, hasta el punto en que, según la tradición, hizo la famosa jura de Santa Gadea, en la que el Cid en persona tomó parte tan destacada. La rivalidad entre ambos reinos se traduce a lo largo del poema, aunque no con tanta animosidad como en otras gestas medievales de la época. El rey Alfonso, al principio de su reinado, dispensó al Cid buena acogida, distinguiéndolo hasta tal punto que lo casó con Jimena Díaz, hija del conde de Oviedo y de la familia real; le confió cometidos y embajadas como la que da tema al principio del primer cantar del poema. Esta excursión del Cid a tierras de Sevilla, para cobrar tributos, había de formar parte del principio de la gesta, pero la falta de la primera hoja del manuscrito hizo que se perdiera este relato, que pasó prosificado a las crónicas posteriores, y del que se hace referencia en los sucesivos pasajes, a lo largo de todo el poema. Ruy es abreviatura de Rodrigo, nombre del caballero héroe del poema, que también con los de Rodrigo y Ruy figura en documentos históricos de Castilla.—Díaz es el apellido del Cid, que, por haber nacido en Vivar, tomó el nombre de Rodrigo Díaz de Vivar.—Cid. Era sobrenombre de Rodrigo Díaz, y le fue adjudicado en sus primeras hazañas, por las que alcanzó tanta fama entre cristianos y moros, ya en tiempos del rey Sancho de Castilla. Así puede verse en un relato hebreo de la época narrando el sitio de Zaragoza por el rey castellano, diciendo que «fue ganada por Cidi Ruy Díaz», como se le nombra al entonces alférez real. Mío Cidi viene a ser «mi señor» (sidi, señor, en árabe), como en adelante se sigue nombrando al Campeador por parte de los árabes, de quienes tomaron los castellanos este sobrenombre.—Parias, esto es: los tributos que los reyes sometidos tenían que pagar al soberano dominante. Sabido es que los reyes moros solían pagar a los cristianos que los habían vencido y que les dejaban vivir tranquilos el precio de aquellos tributos. Fernando I comenzó esta contribución al rey Motamid de Sevilla, y este la pagaba ahora a Alfonso VI anualmente. A cobrar ese tributo, pues, fue el Cid por encargo de su rey, en el invierno de 1079, según cuentan las crónicas de la época. De antiguo eran enemigos los reyes moros de Sevilla y de Granada, enemistad que tenía su origen en una antigua pugna de razas. <<

6 Uso muy común era en aquel tiempo que caballeros cristianos prestasen ayuda y aun servicio de armas a los reyezuelos musulmanes, llevados a ello por ansia de aventuras o por estar en destierro de la corte, contra la que así luchaban llevados de sus miras personales. Según la historia, el mismo Cid llegó a estar al servicio del rey árabe de Zaragoza, en los primeros tiempos de su destierro, aunque este hecho es silenciado en el poema. <<

7 El conde García Ordóñez, personaje histórico del poema, que viene a ser como la personificación del bando contrario al Cid, es su «enemigo malo» desde que fue vencido por el Campeador en el sitio de Cabra. Este personaje es el más interesado en malquistar al Cid con el rey, primero, hasta lograr de este la orden de destierro contra Rodrigo. Luego, es partidario de los infantes de Carrión, y en todo momento se manifiesta enemigo irreconciliable del Campeador. Históricamente tiene bien probada su personalidad el conde García Ordóñez, llamado el Crespo de Grañon (véase, entre otras, la nota 414), ya que fue realmente gobernador de Grañón, en La Rioja (en 1094), así como de Nájera (en 1077) lo había sido antes. Las crónicas de la época hablan de él llamándolo don García de Grañón, y los historiadores árabes lo señalan con el apodo de Botatorcida. Fue, históricamente, amigo del Cid, al principio, hasta el punto de ser fiador de sus arras con doña Jimena en 1097. La enemistad se debió a la referida toma del castillo de Cabra. El conde gozó siempre de gran influencia en la corte del rey Alfonso, y aunque no consta que se manifestase contra el Cid, el juglar lo da como seguro, tramando así el argumento del poema sobre esta base tan verosímil, llegando a poner en labios del rey una frase despectiva respecto al conde (versos 28 y 29 de la serie 82) para ensalzar al Cid. Otros caballeros nobles ayudaban también al rey moro de Granada, como Fortún Sánchez, yerno del rey don García de Navarra; Lope Sánchez, y otros de quienes no se tienen noticias históricas que lo confirmen. Fortún Sánchez, alavés, casado con la hija del rey de Navarra, y Lope Sánchez, hermano de Fortún, habían sido antes vasallos del rey Alfonso, y se ignora la causa por la que pasaron al servicio del rey moro de Granada. <<

8 Cabra, la actual ciudad que lleva este nombre en la provincia de Córdoba, era un castillo fuerte cuyas ruinas se conservan aún en el barrio viejo de la población. Posteriormente fue mansión de los condes de Cabra. <<

9 «De cristianos y de moros.» Véase aquí cómo se solían juntar las armas moras y las cristianas en escaramuzas civiles. Aquí junta el Cid fuerzas moras del rey de Sevilla —pechero de Alfonso VI— con las fuerzas cristianas sometidas en el reino sevillano, a las que une las que llegaban de tierras castellanas para acompañarlo. <<

10 Esta derrota que el Cid inflige al conde García Ordóñez es el punto de arranque del odio que, a través de todo el poema, ha de manifestar el conde contra el Cid; odio del que el juglar ha de valerse para ir trazando el argumento novelesco de su obra, como podrá verse. Aquí el Cid apresa al conde y «le mesa la barba», acción que constituía una grave injuria, según las costumbres caballerescas de la época. Cuando, al final del poema, el conde increpa al Cid en las cortes de Toledo, este le recuerda la vergonzosa derrota de Cabra (véase nota 446). Por este detalle se puede asegurar, más aún, que la narración de la toma de Cabra por el Cid debió figurar al comienzo del poema, en el folio perdido, de una manera semejante a como la refiere la Historia latina y la Crónica de Veinte Reyes de Castilla. <<

[11] Aquí se da la verdadera explicación del epíteto del Cid, Campeador, que quiere decir vencedor, batallador, y no como algunos comentaristas creyeron, que era lo mismo que alférez o portaestandarte del rey, o, como Dozy, que sustentaba que venía a ser como el barrâz de los musulmanes, o sea, el que tenía el oficio de desafiar antes de comenzar las batallas: una especie de campeón. En edad temprana adquirió el Cid este honroso sobrenombre, en singular combate con Jimeno Garcés de Navarra. Con este sobrenombre también se le designa en el Carmen del Cid y en la Historia Roderici.<<

12 El rey recibe bien y se muestra contento de la gestión del Cid en tierras andaluzas. Ello causa envidia en algunos cortesanos, que comienzan a levantarle calumnia para enemistarlo así con el rey, quien acaba por creer a aquellos «malos enemigos» del Campeador y lo destierra de Castilla. En el verso 9 se habla de «los malos enemigos» y de los malsines, alusión que justifica una vez más la inclusión de este pasaje en el principio del poema y que, después, pasó a la crónica, de donde se toma para sustituir el folio desaparecido del manuscrito. El verso 27, serie 15, vuelve a aludir a los mestureros o «enemigos malos» del Cid. <<

13 En la alta Edad Media se daba solo nueve días de plazo al hidalgo desterrado para salir del reino (véanse versos 13 y 14 de la serie 18). Este plazo fue luego ampliándose a más días, como puede verse en las Partidas (siglo XIII), donde se conceden treinta días. El rey tenía derecho a desterrar libremente de sus tierras a cualquiera de sus vasallos, sin previo juicio siquiera. <<

14 Cuando el señor salía desterrado podía llevarse consigo a los vasallos que constituían sus mesnadas, quienes tenían la obligación de seguir a su señor en el destierro, según el Fuero Viejo de Castilla, hasta que en el exilio hallase medio de vivir. <<

15 Aquí termina el relato sacado de la Crónica de Veinte Reyes, que conservó, prosificado, el pasaje del poema que se perdió con el folio primero desaparecido del códice. Los doce versos que siguen pertenecen a una segunda refundición del poema, conservados en la Crónica de Castilla y en la Crónica Particular del Cid. Según Menéndez Pidal, pueden suplir los que faltan en este lugar del encabezamiento de la primera serie, ya que están asonantados en a-o (grado, cormano, vasallo, plazo). <<

16 Álvar Fáñez, por sobrenombre Minaya, es personaje tan importante en todo el poema, que llega a ser considerado por el Cid como su segundo, llamándole «valiente lanza», «mi diestro brazo», etc. En todas las batallas lleva él la iniciativa, y él es quien hace el plan de campaña, por ser considerado por todos como el más ducho en tareas militares, así como, luego en las de la paz, según se puede ver en la organización de la vida civil de Valencia, y aun como buen diplomático, razón por la cual el Cid le encarga de las entrevistas con el rey de Castilla. La personalidad histórica de Álvar Fáñez, «el que Zorita mandó» (véase nota 134), se puede justificar por documentos de la época, ya que en ellos consta que realmente ese caballero gobernó la ciudad de Zorita (años de 1097 a 1107). Fue notable caballero en la corte de Alfonso VI y conquistador de la Alcarria. En el reinado de doña Urraca, hija de Alfonso VI, llegó a ser gobernador de Toledo (años de 1109 a 1114), hasta que en el último uño venció en guerra a los partidarios del rey de Aragón, Alfonso el Batallador. El poema lo llama sobrino del Cid, lo que también se confirma por la carta de arras de doña Jimena en 1074, así como constan las andanzas históricas de Álvar Fáñez, aunque no coincidan ciertamente con las que el poema le atribuye al lado del Campeador. <<

17 Vivar es una pequeña aldea cercana a Burgos, dos leguas, en donde afincó la familia del Cid, quien tomó el nombre del pueblo como sobrenombre propio. En Vivar estaba la casa solar del Cid y las tierras de su señorío. <<

18 Este verso es el primero que tenemos del poema, según el manuscrito de Per Abbat, escrito en 1307. A partir de aquí, sigue el poema por los versos del texto referido, excepto las lagunas, que han sido sustituidas por la prosa de las Crónicas, en las que el viejo poema quedó disuelto. <<

19 Alcándara es una especie de percha o varal en donde se solían posar las aves que servían para la cetrería. También se solía llamar así la percha de que se colgaban los vestidos. Estas perchas se formaban por varas atravesadas en forma de puente, y de ahí deduce Tomás Antonio Sánchez que tomaron el nombre de alcándaras, que se derivaba de alcántaras, que en árabe significa puente. Pellizones y mantos: pellizón o pelliza o simplemente piel, venía a ser una túnica ancha con amplias mangas que iba sobre el brial, y más corta que él. Solía ser de piel, o forrada al menos de ella. Se usaba generalmente piel de armiño, y también de cordero o conejo. Manto era la prenda que iba sobre el pellizón, de uso privativo de los caballeros, que acostumbraban llevarlo anudado o prendido sobre el hombro derecho, y también solía ir forrado de armiño o de otras pieles. <<

20 Halcones y azores. Aves de rapiña que, reducidas a domesticidad, se usaban para la cetrería en la Edad Media. Llama a los azores mudados, esto es, ya pasada la muda de la pluma, en que eran más preciadas estas aves de caza. <<

21 El hablar mesurado quiere decir aquí comedidamente, virtud muy estimada en los caballeros. Obsérvese que en los momentos solemnes siempre el Cid emplea este modo de hablar. <<

22 Aquí alude el Cid a sus enemigos, los que lo acusaban ante el rey para quitarle el favor real hasta llevarlo al destierro. A ellos alude también Jimena en el último verso de la serie 15. <<

23 Aguijar, espolear los caballos a golpe de aguijón, que también se llama espolón, y después se llamó acicate. <<

[24] «La corneja diestra.» Al empezar el viaje, si se veía volar una corneja a la derecha del viandante, teníase ello como señal de buen agüero, así como, al contrario, el verla a la izquierda lo era de desgracia. Aquí sale el Cid de Vivar con buen presagio; mas al llegar a Burgos se tuerce la suerte del Campeador y de los que lo acompañan. La costumbre supersticiosa de los agüeros estaba muy arraigada, sobre todo entre los caballeros y adalides. Se basaba en la observación de vuelo, aparición y canto de las aves. <<

[25] «Movió los hombros y sacudió la cabeza.» Parece que este ademán era costumbre hacerlo para alejar el maleficio del mal agüero, según las costumbres supersticiosas medievales. <<

26 Aquí se cuenta la gente que sigue al Cid por el número de sus pendones, que viene a ser el de lanzas (que era lo más usual), ya que cada lanza llevaba su correspondiente pendón, como se puede ver en los versos 4 de la serie 21 y 9 de la 35, en los que se cuenta a los mesnaderos del Campeador por el número de lanzas provistas de pendón. El juglar va contando cuidadosamente, a través de todo el poema, cómo aumentan las huestes del Cid, que sale de Vivar con sesenta pendones y llega, en Valencia, a contar con cuatro mil caballeros. <<

[27] En estos versos da a entender el juglar la gran simpatía de que gozaba el Cid entre todas las gentes burgalesas, a pesar de la orden de destierro que el rey da contra el Campeador. El pueblo entero se indigna contra tan injusta orden y vitupera al rey ingrato con esta expresión: «¡Dios y qué buen vasallo, si hubiese buen señor!». <<

28 Da a entender este verso que la orden era severa y tajante y autorizada en todo su rigor por el sello del rey. <<

29 En estos versos se resume la cláusula penal que contenía la orden del rey, por la que se amenazaba con la confiscación de bienes y con la ceguera, entonces usual, además de la excomunión, a aquellos que contraviniesen lo dispuesto por la orden regia. Históricamente se sabe que Alfonso VI usó alguna vez de esta cláusula en sus diplomas; pero en tiempos en que se escribió el poema ya no se solía usar. <<

30 Gentes cristianas vale tanto como decir todos. <<

31 A partir de este verso se desarrolla uno de los pasajes más emotivos del poema, en el que el anónimo juglar puso una tierna emoción que contrasta notablemente con otras escenas de lucha y dolor. <<

32 Santa María. Así llama el autor a la iglesia mayor de la ciudad, esto es, la catedral de Burgos, que Alfonso VI edificara en 1075 sobre el palacio de su padre, Fernando I. La actual catedral data del siglo XIII, mandada edificar por Fernando III sobre la antigua, que era la iglesia mayor de Santa María a que se refiere el poema. <<

33 Sale el Cid de Burgos por la puerta llamada de Santa María, cercana a la catedral del mismo nombre; cruza el río Arlanzón y va a acampar más allá, en un arenal junto a la ciudad, en la que no ha encontrado albergue la primera noche de su destierro. <<

34 El rigor del rey para con el Cid llega a tal punto que no solo prohíbe que alojen al Campeador en Burgos, sino hasta que le vendan viandas ni aun de ellas una dinerada, esto es, la cantidad de víveres necesaria para la manutención de una persona y que solía valer un dinero, por lo que tomaba este nombre. <<

35 Martín Antolínez. Este rico caballero burgalés, que se destierra voluntariamente con el Cid, es uno de los principales personajes del poema. El juglar lo llama con los epítetos épicos de «burgalés cumplido», «burgalés leal», etc. El Campeador lo estima y se aconseja frecuentemente de él. Interviene en la negociación de las arcas de arena con los judíos, y, finalmente, reta al infante de Carrión don Diego, a quien vence en el campo. Su existencia histórica no ha podido ser confirmada aún, en la actualidad, por documento fehaciente alguno. <<

36 El juglar advierte aquí deliberadamente que Martín Antolínez no desobedece la real prohibición, puesto que no compra las viandas para socorrer al Cid, sino que entrega de las suyas propias. <<

37 Oiréis. Es frecuente, a lo largo del poema, que el juglar interrumpa la narración para decirle al público que lo escucha: «oiréis», «escuchad», «ahora oiréis lo que digo», y otras expresiones que nos dan a entender que el poema, al igual que otros cantares de gesta, se solía cantar o recitar a viva voz ante un público improvisado y heterogéneo que circunstancialmente escuchaba. <<

38 De tan buena gana siguió Martín Antolínez al Campeador en su destierro, que no teme el verse incluido en la cólera del rey, que, sabe, ha de confiscar sus bienes, que desprecia con esta frase popular: «No me importa un higo». Estas expresiones gráficas solían usarse aun en el lenguaje elevado de los poemas épicos en la Edad Media, como puede verse en otras obras de la época. <<

39 Para designar al Cid suele el juglar emplear varias frases con categoría de epítetos épicos; así «el que en buena hora nació», «el que en buena hora ciñó espada», etc., y muchas veces aun suprimiendo la palabra hora, que se sobrentiende. <<

40 «Ardida lanza». Viene a ser como llamarlo valiente, denodado. Epíteto épico que en varias ocasiones da el Cid a sus caballeros, indistintamente, como se verá a lo largo del poema. (Véase versos 12 y 62 de la serie 23, entre otros.) <<

41 Aquí el Cid justifica, por la necesidad que lo obliga, el tener que recurrir al engaño de las arcas, que desde aquí comienza a proponer a Martín Antolínez. En los versos 7 y 8 de la serie 7 pide perdón a Dios por el engaño que las circunstancias lo obligan a cometer. <<

42 Guadalmecí, que también se llama guadamecí, es un cuero curtido y adobado, con dibujos y adornos, propio de arreos finos. <<

43 Este verso, que repite el final de la serie anterior, viene a hacer resaltar que el discurso del Cid continúa a pesar del cambio de asonancia que hay entre las dos series. <<

44 Raquel y Vidas. Estos son dos judíos, figuras, si bien representativas de su raza, totalmente literarias y sin justificación histórica alguna. El episodio de las arcas de arena (que comienza en este verso), y a cuyo subterfugio acude el Cid para allegarse dinero, es del todo ficticio, pero no original del poema. En multitud de cuentos medievales aparece este ardid como manera de adquirir dinero por medio del engaño. Muy conocido fue la Disciplina Clericalis, de Pedro Alfonso, coetáneo del Cid, en una de cuyas narraciones se recurre a este tema literario, que llegó a constituirse en tópico en la literatura medieval. El parecido de ambos episodios, hasta en el detalle del cuidado puesto en la presentación de las arcas, hace suponer que el juglar del poema conocía el cuento de la Disciplina, que tanta difusión alcanzó en su época. <<

45 Cristianos: «No los vean cristianos» equivale aquí tanto como decir «nadie». Otras veces se solía emplear la frase «No lo sepan moros ni cristianos». <<

46 Pone aquí el Cid su acción ante la vista de Dios, que ha de medir el alcance de lo hecho y su buena intención de resarcir de las pérdidas, más adelante, a los judíos prestamistas. <<

47 El texto dice «Al castiello entraba», porque era usual que la judería de las ciudades estuviese dentro de las murallas de la población, junto a las fortificaciones del castillo, ya que les estaba prohibido a los judíos vivir diseminados por la ciudad. <<

48 Martín Antolínez les pide las manos para estrecharlas, ya que el apretón de manos constituía un acto simbólico de la promesa jurada, y el enviado del Cid no hacía ahora sino ratificar un pacto ya concertado con los judíos <<

49 Aquí, Martín Antolínez da como verdad la imputación que al Cid hicieran sus enemigos, no porque la crea él, sino para estimular así la codicia de los judíos, explotando la calumnia que, según el juglar, fue la causa del destierro del Cid. <<

50 «Haber monedado», esto es: moneda, oro o plata acuñada. <<

51 «Moros ni cristianos.» Quiere decir «nadie», como se dice con otras frases parecidas, en los versos 52 de la serie 9, 17 de la 140, en la nota 45 y en la 479. <<

52 No quiere atravesar el puente y atraviesan el agua para no ser descubiertos. (Véase la nota 33.) <<

53 Raquel y Vidas vuelven a besar las manos al Cid en señal de agradecimiento por el favor prometido. Primero las besaron como saludo. También era costumbre besar las manos al ir a pedir un favor. (Véanse los versos 1 y 6 de la serie 10.) <<

54 Pelliza o pellizón. (Véase la nota 19.) <<

55 Para contar las monedas no bastaba la sola numeración de ellas, sino que había que pesarlas además, ya que las deficiencias de la acuñación daban distinto peso a las monedas del mismo valor. Martín Antolínez las toma sin pesarlas, dando muestra de confianza a los judíos. <<

56 Costumbre medieval era dar como agradecimiento el valor de unas calzas. Se solía hacer este donativo por algún servicio prestado. Bien se daban materialmente las calzas, o bien el dinero suficiente para adquirirlas. Martín Antolínez pide la comisión por el negocio ajustado con los judíos y la pide con la frase que corresponde a la vieja costumbre castellana. <<

[57] «¿Venís?» es interrogación usual para saludar, dando la bienvenida, así como en las despedidas era costumbre decir «¿Ides vos?», «¿Os vais?», etc. Estos saludos se repiten varias veces a lo largo del poema. (Véanse los versos 62 de la serie 23, 96 de la 83, etc.)<<

58 Esta expresión la repite varias veces el Cid como promesa de su constante agradecimiento. (Véanse los versos 27 de la serie 99, nota 330 y verso 6 de la serie 132.) <<

59 Quiere decirse que allí les amanezca, esto es: allí les cante el gallo. Señalar las horas de la madrugada por los cantos del gallo es frecuente en el poema. Repítese en el verso 31, serie 18. <<

60 El monasterio de San Pedro de Cardeña está situado a unos doce kilómetros de la ciudad de Burgos. Fue un importante monasterio benedictino fundado en el siglo VI por doña Sancha, mujer del rey godo Teodorico. Se reedificó por Alfonso III, el Magno, después de la invasión árabe, que destruyó el primitivo edificio. La nueva fábrica se llevó a cabo por el abad Pedro del Burgo (1430-1445). De la primitiva solo quedan ruinas en la actualidad. En su iglesia estuvieron enterrados el Cid y doña Jimena hasta 1928, en que fueron trasladados solemnemente a la catedral de Burgos, donde actualmente reposan. <<

61 El abad don Sancho es, en el poema, el del monasterio de San Pedro de Cardeña, donde quedaron la esposa y las hijas del Cid cuando este partió para el destierro. El nombre de este personaje es del todo ficticio, ya que el verdadero abad de aquel monasterio a la sazón fue el de Sisebuto, que rigió el monasterio durante veinticinco años y fue canonizado con el nombre de san Sisebuto. <<

62 Doña Jimena Díaz, la esposa del Cid, personaje tan principal en el poema, tiene una base histórica suficientemente comprobada en documentos de la época, si bien bastantes detalles biográficos suyos han sido deformados por la leyenda y los romances. Fue hija del conde de Oviedo y sobrina de Alfonso VI, quien la casó con el Campeador, dándole así pruebas de su regia estima. Las rivalidades entre el Cid y el conde Lozano, a quien la leyenda supone padre de doña Jimena, son enteramente de origen literario y romancesco. <<

63 «Tomadlas en vuestros brazos» vale tanto como decir «cuidadlas con todo esmero y cariño». Venía a ser la fórmula de ponerlas bajo su protección. <<

64 Verso de encadenamiento para hacer resaltar que el discurso de Jimena continúa a pesar del cambio de asonancia, como ocurre con el verso 1 de la serie 7, ya visto. <<

65 «Barba vellida.» O barba crecida. Se usa aquí esta frase como epíteto épico privativo del Cid, y ha llegado a hacerse tan popular que, como un bello arcaísmo, se usa en la actualidad también. Llega a designar por sí sola esta frase la persona del Cid, aun sin poner el nombre que la preceda. (Véase la nota 165.) <<

66 Adviértase cómo aquí empieza el juglar a preocuparse por las bodas de las hijas del Cid, que han de constituir el nudo novelístico de todo el poema. El arte del juglar se manifiesta aquí en toda su sagacidad. <<

67 «Extendiéndose el pregón.» Por tierras de Castilla se pregona el destierro del Cid. Con él se destierran voluntariamente varios caballeros, aparte de sus vasallos, que tenían la obligación de seguir a su señor; mas los que, no siéndolo, querían irse con él, ya sabían que incurrían en el desafecto real y perdían sus casas y honores, que habían de serles confiscados en consecuencia. <<

68 Si bien los vasallos tenían la obligación de seguir a su señor al destierro, los que libremente lo seguían atraían sobre sí la pena de confiscación de sus bienes y heredades. <<

69 Los ciento quince caballeros que quisieron seguir al Cid preguntaron por él al pasar el río. Encuentran a Martín Antolínez, que de la ciudad regresa en busca de su señor, y con él se juntan para ir a incorporarse a las mesnadas del Campeador. <<

70 Besar la mano a su señor era la fórmula en que consistía el pacto de vasallaje. Los caballeros que voluntariamente pactaban vasallaje a un señor, hacíanle su juramento de obediencia con la ceremonia de besar su mano. Este pacto era temporal y se podía rescindir a voluntad de cualquiera de las partes. <<

71 El Cid tiene la preocupación de retribuir a sus caballeros, para lo cual lucha y trabaja a fin de recompersarlos de los bienes que libremente abandonaron para seguirlo en el destierro. Cuando, conquistada Valencia, llega a la plenitud de su gloria, puede ver con creces sus deseos cumplidos. <<

72 «La misa de la santa Trinidad» era una misa votiva de gran devoción en aquel tiempo, y se solía celebrar antes de los grandes acontecimientos. Véase cómo la dice también antes de la batalla con el rey Búcar el obispo don Jerónimo en Valencia. (Verso 17 de la serie 116.) <<

73 «Los segundos gallos», esto es: el segundo cantar de los gallos, hacia las tres de la madrugada, en que suele apuntar el alba. Solía la noche medirse por el cantar de los gallos: los primeros eran a la medianoche; los segundos, en la madrugada, y los terceros, ya entrada la mañana. El juglar solo menciona los segundos gallos. (Véase el verso 3 de la serie 94, y recuérdense el 4 de la serie 14 y el 23 de la 18.) <<

74 La mención de los reyes magos con sus nombres es, sin duda, una de las primeras que de ellos se hace en la historia de la poesía europea. Estos nombres se generalizaron a fines del siglo XII. También en el Auto de los reyes magos se los cita con estos mismos nombres. <<

75 Esta larga oración narrativa de Jimena es, en opinión de Ramón Menéndez Pidal, imitación directa de los poemas franceses medievales, y no solo de la Canción de Roldán, sino de las posteriores, como Fierabrás y otros, donde el tema de la oración está amplificado. <<

76 Adviértase cómo el Cid solamente llora ante la emoción de sentimientos familiares, siendo impasible ante los grandes hechos de armas, por trágicos que sean. Esto define la psicología del héroe. <<

[77] Espinazo de Can. Este lugar, citado por el poema, es hoy desconocido. Debió de estar —según Menéndez Pidal— al sur de Silos, en la actual provincia de Burgos. Es nombre topográfico común que toma varias formas y designa siempre una montaña, un cerro o una loma. En Cataluña existe Espinau, y en Portugal, Espinhaço de Câo. <<

78 Quiere esto decir que el Cid camina a la izquierda de San Esteban de Gormaz, sobre el río Duero; no que San Esteban esté a la izquierda del caminante. <<

79 Alcubilla del Marqués. Al este de San Esteban, última ciudad, a la sazón, del reino de Castilla y límite con los reinos musulmanes, aunque eran tierras que dependían del rey de Castilla también. <<

80 La calzada de Quinea. Era la antigua vía romana de Uxana a Termancia, y cuyos restos se pueden ver hoy entre la ciudad de Osma y Tiermes. En la actualidad se llama La Calzada. Como se ve, las antiguas calzadas romanas se seguían usando aún en tiempos del Cid. <<

81 La actual población de Navapalos, llamada en el poema Nava de Palos, es hoy una aldea situada a ocho kilómetros de Alcubilla, a la orilla del Duero. <<

82 Higueruela es un lugar hoy desconocido. <<

83 En estos versos se narra el sueño del Cid, episodio único en todo el poema en el que se hace intervenir lo sobrenatural, en oposición a las gestas francesas de la misma época, que tan llenas están de esos recursos épicos. Por este detalle puede conocerse la diferenciación de ambas épicas medievales. <<

84 Este verso está encadenado con el anterior, dando a entender que sigue la narración, a pesar del cambio de asonante. <<

85 La sierra de Miedes es una de las que separan las cuencas del Duero y del Tajo. En tiempos del destierro del Cid constituía límite de las tierras de Alfonso VI. Este detalle demuestra la exactitud del conocimiento de la historia y la geografía que del terreno tenía el juglar, ya que en 1085 el rey castellano, después de conquistar Toledo, llevó la frontera castellana más al sur. <<

86 Este verso ha sido trasladado aquí por Menéndez Pidal, por creerlo más apropiado en este sitio, ya que en él habla el juglar del castillo de Atienza, que, al pasar la sierra de Miedes, se deja a la izquierda, y, por consiguiente, a la diestra queda el que pasa la sierra, desde cuya cumbre se puede ver el célebre castillo. <<

87 Contar las lanzas por los guerreros que las llevan es usual en el poema, como se vio en la nota 26. <<

88 La sierra de Miedes estaba a la sazón cubierta de espesos pinares selváticos, por lo que se la consideraba peligrosa. Hoy ha desaparecido de ella toda vegetación. <<

89 «Montaña» significa aquí bosque, selva, que es el significado que entonces se daba a tal palabra, hoy perdido, para tener tan solo el de lugar elevado. <<

90 «Trasnochar», o sea, caminar de noche. Solía ser un ardid de guerra muy usado en aquel tiempo para que el enemigo no descubriese la ruta seguida. Otras veces se solía viajar de noche por distintas causas, como para evitar los excesivos calores. <<

91 El actual Castejón de Henares, a unos cuarenta kilómetros al sur de la sierra de Miedes y a la izquierda del río Henares. <<

92 La «algara» y la «zaga» venían a ser la vanguardia y la retaguardia de un ejército de operaciones. <<

93 Álvar Álvarez, vasallo y sobrino del Cid, como se justifica en un documento histórico de la época. Álvar Salvadórez era un caballero que salió desterrado de Castilla con el Cid, al que siempre fue leal, a diferencia de su hermano Gonzalo, que se puso enseguida al lado del rey Alfonso, aun antes del famoso juramento de Santa Gadea. La autenticidad histórica de este personaje se demuestra por la carta de arras de doña Jimena y el Cid, en la que aparece citado. <<

94 Galín García, llamado en el poema el bueno de Aragón, que figura como vasallo del Cid, y cuya autenticidad histórica se ha podido justificar por un documento aragonés de la época, en el que figura como testigo. Menéndez Pidal ha demostrado que este caballero fue un vasallo de los reyes de Aragón, Sancho Ramírez y Pedro I. Este personaje aragonés nos dice de la participación que el reino aragonés tuvo en la conquista cidiana de Valencia, como empresa nacional. (Véase Mío Cid el de Valencia, 1940.) <<

95 Hita, Guadalajara y Alcalá son pueblos situados en la cuenca del río Henares, cuyo valle fue conquistado enteramente por las huestes del Cid, que no los sitian ni los toman como a Castejón, sino que tan solo recorren para posesionarse de ellos. <<

96 «Toda España» es para el Cid, aquí, el conjunto de todos los reinos cristianos hispánicos, a quienes da el mismo sentido que, como otras veces, al decir «la cristiandad». <<

[97] «¿Venís?» Interrogación de saludo, usual en la Edad Media, ya empleada en otros muchos casos. (Nota 57.)<<

98 Según la costumbre medieval, establecida luego en el Fuero de Cuenca, los que formaban en vanguardia debían cobrar como botín el quinto de cuanto ganasen en ella. Aquí el Cid, generosamente, ofrece a Minaya, además, el quinto de lo ganado en Castejón, que era lo que le correspondía a él como capitán de la retaguardia. <<

99 Aquí Minaya no acepta el ofrecimiento del Cid, no por orgullo, sino por creer que no tiene valor suficiente su acción, haciendo el voto solemne de no aceptar nada hasta que a su propio juicio no estime digna de tal recompensa su actuación guerrera. Mientras tanto, deja en mano de su señor todo cuanto pueda ganar o corresponderle en el botín de las batallas. <<

100 Quiñoneros, repartidores del botín de guerra, a quienes ordena el Cid que entreguen a los caballeros las partes correspondientes del botín mediante carta, esto es, de un modo escrito, en forma de recibo. <<

101 La quinta parte, esto es, el quinto, como se solía llamar vulgarmente, era el botín correspondiente al jefe que dirigía la operación militar, según costumbre castrense tomada de los árabes. <<

102 Esto es, «aunque le ofrecieran muy poco». En realidad, el Cid nada podía hacer con la plaza de Castejón, que le urge realizar en dinero para poder pagar a sus huestes. La quinta del Cid, en vez de los tres mil marcos que le pagaron por la plaza de Castejón, debía valer más de once mil, a juzgar por lo que se dice en los versos 4 de la serie 21; 8 y 9 de la serie 25, y 10 de la serie 34, según la deducción de Menéndez Pidal. <<

103 Este verso y los dos siguientes pueden parecer oscuros, pero cuyo contenido ha sido desentrañado por Menéndez Pidal, quien observa que, según la Tercera Crónica General, el rey Alfonso VI solía exagerar su protección a los moros sometidos, hasta el extremo de castigar a los caballeros que los atacaban. Sabiendo el Cid que los moros de Castejón estaban sometidos al rey de Castilla, podía este, al saberlo, ir contra el Cid, que dio la batalla a los citados moros. El Campeador dice que sabe que tenían firmadas las «cartas», esto es: escritos sus pactos con el rey, y por esto teme enfrentarse con las fuerzas del soberano de Castilla, no por temerlo, sino por no querer luchar con su señor, como dice en el verso 9 de la serie 26, «con Alfonso, mi rey, yo no quisiera luchar». Al rey suyo jamás dejará de servir, como dice el Cid en este verso: «y que siempre ha de servirle mientras aliente en él alma» (que es el último de la serie 96). <<

104 Las Alcarrias, extenso territorio que se extiende por la actual provincia de Guadalajara en su mayor parte. Alcarria, del árabe al caria, que quiere decir aldea. <<

[105] Anguita existe actualmente sobre el río Tajuña, al este de Sigüenza. <<

106 El campo de Taranz está en la meseta que divide las vertientes del Tajuña y el Jalón, en los linderos de las actuales provincias de Soria y Guadalajara. <<

107 Ariza y Cetina son dos poblaciones sobre el río Jalón en la actual provincia de Zaragoza. <<

108 Alhama, pueblo sobre el río Jalón, distante de Cetina seis kilómetros. La Hoz; así debió llamarse algún poblado, hoy desaparecido, situado en alguna hoz del río, de la que tomaría nombre. <<

109 Bubierca y Ateca, actuales pueblos en la ribera del Jalón, a cinco y once kilómetros de Alhama, respectivamente. <<

110 Alcocer, poblado, hoy desaparecido, que debió de estar al lado izquierdo del Jalón, pasando Ateca y antes de llegar a Calatayud, aunque sí se consigna en las Crónicas. <<

111 El establecer el campamento allí tenía por objeto acampar para preparar el ataque a Alcocer; lo rodea de un foso o cárcava, tanto para la defensa como para imponer con ello miedo a los moros sitiados. Así se desprende de la lectura de estos versos. <<

112 Ateca y Terrer, poblaciones árabes tributarias del Cid. Actualmente son dos pueblos de la provincia de Zaragoza al margen del Jalón, distantes entre sí siete kilómetros. Entre ellos debió de estar el desaparecido castillo de Alcocer. <<

113 Calatayud dista unos seis kilómetros de Terrer. No consta en el poema que Calatayud llegase a ser tributaria del Cid, sino tan solo que sus habitantes estaban atemorizados por la presencia del caudillo castellano. <<

114 Loriga era una especie de túnica tejida de mallas férreas o hecha de cuero con escamas o anillos cosidos encima. A veces solía tener hasta tres dobleces para intensificar su resistencia, como se dice en el verso 130 de la serie 150. <<

115 Esta narración puede parecer algo confusa. Por el verso se puede deducir que el Cid fingió una huida, dejando parte de su gente en la celada, para cortar la retirada a los de Alcocer, como ayuda a comprender el verso 9 de la serie 32. <<

116 Pero Bermúdez, el Per Vermudoz del poema, era el pariente más joven del Cid que lo acompañaba en el destierro. Tiene el cargo de alférez o portaestandarte de la hueste cidiana. Su carácter queda bien retratado en los versos del Cantar al presentarlo tan audaz en la guerra, llevado de su ímpetu juvenil, como remiso en el hablar, por causa de su tartamudez. Su autenticidad histórica ha sido probada documentalmente, identificándolo como personaje de la corte de Sancho II, en la que tuvo el cargo de potestad, así como en la de Alfonso VI, por los años 1069 y 1085. <<

117 En este verso se alude al derecho del conquistador sobre vidas y haciendas de los vencidos. No obstante, el Cid es compasivo y no se ensaña con sus enemigos. Solo determina dejar las tiendas del campamento para instalarse en las casas de la ciudad, reduciendo a servidumbre a sus moradores. <<

118 Los moros de Ateca, Terrer y Calatayud, atemorizados por la conquista de Alcocer, envían mensajes al rey moro de Valencia pidiéndole ayuda, planteándole la grave situación que las rápidas conquistas del Cid podía llevar a las tierras musulmanas. <<

[119] Este personaje del poema es del todo imaginario. No existió nunca un rey árabe de Valencia con el nombre de Tamín. El que a la sazón lo era del reino valenciano se llamaba Abu-Bécquer-ben-Abdeláziz. Además, otro detalle que justifica la inexactitud del episodio es el que apunta Menéndez Pidal al decir que Calatayud no perteneció nunca a Valencia, sino al reino moro de Zaragoza. <<

120 En este verso se habla de tres reyes moros que no son, a todas luces, tales soberanos, sino simplemente emires o caudillos militares árabes, y así lo hemos interpretado. <<

121 Las tierras de Calatayud no pertenecieron nunca al reino moro de Valencia, sino al rey Al-Mostain, de Zaragoza, como dice la Historia latina del Cid. <<

122 El camino que sigue esa expedición de ayuda del rey Tamín es el de la antigua vía romana, que unía Sagunto con Calatayud. La actual carretera sigue esa misma trayectoria. Segorbe, la antigua Segóbriga, era lugar de jornada entre Valencia y Teruel. Puede —y solía— hacerse este camino en un día. La actual ciudad de Segorbe (en la provincia de Castellón) está a 34 kilómetros de Sagunto y a 59 de Valencia. <<

[123] Cella, llamada Çelfa en el poema, está a tres leguas de Teruel. Que por allí pasaba la antigua vía romana lo prueban las ruinas que aún se conservan. <<

124 Los emires —revés en el poema— Galve y Hariz son completamente imaginarios y sin comprobación histórica alguna <<

125 Cortar el agua era una de las prevenciones guerreras más usadas en el sitio de una plaza, a fin de obligar a rendirse a los sitiados. <<

126 El ruido de los tambores parece cosa enorme a los cristianos, que no conocían estos instrumentos en empleo de guerra, de igual manera que maravillaba a los árabes el uso de las campanas cristianas. <<

127 Las dos enseñas caudales de que habla este verso son las de los dos cuerpos de ejército de Hariz y Galve; los pendones mezclados son los de los pueblos que ayudaban a la expedición árabe, según la Primera crónica. <<

128 El juglar estereotipa esta fórmula de guerra para describir el comienzo de las batallas, que repite después en los versos 112 y 115 de la serie 150. <<

129 Para entrar en batalla arrollaban la tela de los pendones al astil de la lanza, a fin de arremeter más desembarazadamente. <<

130 Era costumbre muy usual que el caudillo gritase su nombre para esforzar a sus caballeros en las constantes arengas que les dirigía al iniciarse la batalla, así como en los momentos decisivos de ella. Ello venía a ser como un grito de guerra <<

131 Véanse las notas 26 y 87. <<

132 Se refiere a la llamada «carga de tornada», que consistía en la ofensiva o avance a través de las filas enemigas, a todo correr de los caballos, hiriendo hasta traspasarlas del todo, y volviendo inmediatamente para comenzarla en sentido contrario, causando idéntico estrago. <<

[133] Los moros gritaban en las batallas invocando a Mahoma como al enviado de Alá. Los cristianos acostumbraban invocar a Santiago, desde su aparición en la batalla de Clavijo, según dice el arzobispo don Rodrigo, de Toledo, usando como grito de guerra el «¡Dios ayuda y Santiago!». <<

134 Recuérdese que Álvar Fáñez fue, en realidad, señor territorial de Zorita, como se atestigua por documentos históricos de 1097 y 1107. <<

135 Muño Gustioz fue vasallo del Cid, «criado» en su casa, esto es: que desde niño estuvo al servicio del Campeador. Su nombre aparece en documentos históricos como cuñado de doña Jimena, a la que acompañó, durante su viudez, en el monasterio de Cardeña, en 1113. <<

136 Martín Muñoz, caballero del Cid, que en realidad gobernó Montemayor con el título de alguacil, pasando después a ocupar el condado de Coimbra por gracia de Alfonso VI. Ejerció dicho cargo de 1091 a 1094. Parece que no salió de Castilla con el Cid, sino que se le unió después, una vez rota su amistad con el rey Alfonso. <<

137 Félez Muñoz, vasallo y sobrino del Cid, quien le encarga de los cometidos familiares, como el de acompañar a sus hijas cuando parten para las tierras de Carrión. Históricamente no se le ha podido identificar todavía como personaje real de la hueste del Cid. <<

138 La palabra alguacil, aquí, está tomada del árabe alwazil, equivalente a visir, y con significado de general o alto mando militar. <<

139 Yelmo, especie de casco que solía tener una parte anterior para proteger la nariz, en forma de barra descendente, y que se colocaba encima de la cofia. <<

140 Con estas palabras, Minaya parece que alude a aquel voto que hiciera de no tomar nada del Cid hasta que, a su juicio, lo ganase batallando. (Véanse versos 1 y 13 de la serie 24.) <<

141 Cofia venía a ser una especie de gorro de lino que se colocaba sobre la cabeza para evitar el roce de los cabellos con el almófar o capucha de mallas en que se prolongaba la loriga. La cofia fruncida sobre la cara y el almófar caído dejaban bien al descubierto la barba del caballero. (Véase el verso 81 de la serie 104.) <<

142 Aquí alude el Cid al acostumbrado empleo de las botas altas o «huesas» de montar para llevar dinero. Era usual llevar en las botas, aun calzadas, los objetos pequeños de uso cuando se carecía de bolsillos en el traje. <<

143 En Santa María de Burgos el Cid mandó pagar aquellas mil misas que había prometido (según el verso 13 de la serie 12), al salir pobre de Castilla, si alguna vez alcanzaba riqueza. <<

144 Interrogación de despedida, análoga a la de saludo. (Véase la nota 57.) <<

145 En una carta, esto es: por contrato escrito. <<

146 En este verso se incluye un antiguo proverbio que dice: «Quien a buen señor sirve, buen galardón alcanza», «Quien a buen señor sirve, ese vive en bienandanza», y tantas otras variantes que expresan la misma idea en forma distinta. <<

147 Aquí insiste el juglar en hacer resaltar el trato humanitario que el Cid da a los vencidos (como en los versos 12 y 26, de las series 26 y 40, respectivamente), en contraste con la manera con que los vencedores tratan a los vencidos en las gestas francesas, que llegan a toda suerte de crueldades. <<

148 Recuérdese la influencia del vuelo de las aves en la suerte y desgracia de las empresas emprendidas, según la superstición de la época (nota 24), a la que el Cid era tan dado, como buen hombre de armas de su tiempo. <<

149 En la actualidad existe el poblado llamado El Poyo, a 10 kilómetros de Monreal del Campo, sobre el río Jiloca, a diecisiete kilómetros de Calatayud, en la confluencia de las carreteras de Calatayud a Guadalajara, o sea, de los caminos que van a Aragón y Castilla. Domina el actual poblado un alto poyo o cerro que antiguamente se llamó el «Poyo de Mío Cid», como dice el juglar. (Verso 4 de la serie 49.) <<

150 Daroca, Molina, Teruel y Cella eran poblaciones árabes del reino musulmán de Zaragoza; Daroca es actualmente de la provincia de Zaragoza: Molina de Aragón, de la de Guadalajara, y Cella, de la de Teruel. No dice el poema que tomara el Cid estas poblaciones, sino tan solo que las hizo sus tributarias. Molina ha de quedar siempre tributaria del Campeador, y su alcaide moro gran amigo del caudillo castellano, como se verá más adelante. <<

151 Esto es, «todavía es pronto». <<

152 Tres semanas no quiere decir aquí sino que no ha pasado bastante tiempo aún para perdonarlo. Según Menéndez Pidal, habían pasado ya cinco o seis meses desde que comenzó el destierro del Cid de su tierra castellana. <<

153 El rey perdona a Minaya, devolviéndole las tierras confiscadas y los honores, esto es, las rentas y el derecho a percibirlas de nuevo. Dale, asimismo, libertad para entrar y salir en territorio castellano, devolviéndole así la gracia real. Según la costumbre medieval, el que recibía la tierra o el honor cobraba las rentas, administraba justicia y tenía que sostener cierto número de caballeros para servir en la guerra al rey durante tres meses al año. (Menéndez Pidal.) <<

154 Respecto al Cid, todavía no se atreve a perdonarlo el rey ni a devolverle su gracia. En sucesivas entrevistas con Minaya autorizará la marcha de la familia del Campeador a Valencia y, por fin, concederá el solemne perdón con todos los honores al Campeador. El juglar va haciendo esta gradación en el ánimo del rey para hacer resaltar más el paulatino encumbramiento del héroe. <<

155 Parece como que, indeciso el rey, pugna entre perdonar al Cid por sus acciones y mantener la autoridad real. Como no puede inclinarse por lo primero sin menoscabo de lo segundo, opta por dar facilidades al héroe para que siga sus conquistas en tierra de moros y autoriza a que lo sigan quienes quisieran. <<

156 Minaya se contenta con lo concedido, y está seguro —tal es la disposición que observa en el rey— de que pronto ha de perdonar del todo a su señor. Alfonso VI elude hablar del asunto y ratifica a Álvar Fáñez el perdón que le ha concedido. <<

157 Aquí el juglar interrumpe la narración de la embajada de Minaya al rey castellano y reanuda la de las conquistas del Cid; para ello toma el juglar directamente la palabra y habla en primera persona, dirigiéndose al público, según frecuente costumbre juglaresca. <<

158 Este verso es una frase adverbial que viene a decir: «mientras el mundo dure», esto es, siempre; locución usual en la Edad Media. <<

159 Por carta, esto es, por escrito. Efectivamente, así se llamó: «El Poyo de Mío Cid», y así consta en documentos como el Fuero de Molina. Actualmente se ha perdido el sobrenombre, conociéndose simple por El Poyo, poblado a 65 kilómetros al norte de Teruel, y en su provincia. (Véase nota 149.) <<

160 Refiérese al valle del río Martín. <<

161 Esto es: «hizo una trasnochada». Recuérdese lo que se dijo sobre estas marchas militares nocturnas. (Véase la nota 90, el verso 10 de la serie 22.) <<

162 Aquí indica que se desvía el Cid del camino normal de Calatayud a Sagunto (Murviedro en el poema), pasando por Teruel, ya que va a buscar el pinar de Tévar para acampar en él. Este pinar estaba en la confluencia de los ríos Monroy y Tastavins, en el límite de las actuales provincias de Tarragona y Castellón. El hacer este rodeo, huyendo de acercarse a Sagunto, dejando la cuenca del Turia, pudo ser una táctica militar del Cid, que modernamente se ha repetido en la estrategia de nuestra última guerra civil (1936-1939). <<

163 Zaragoza era aliada del Cid, que, según la historia, estuvo al servicio del rey zaragozano, cosa que el poema silencia, diciendo tan solo que era tributaria del héroe castellano. <<

164 Saludo acostumbrado entre las personas de mucho aprecio. <<

165 Vuelve aquí a emplearse el epíteto épico barba vellida, privativo del Cid hasta el punto de sustituir por él el nombre de héroe. (Véase el verso 8 de la serie 16.) <<

166 Nocturnas correrías de los mesnaderos por las tierras cercanas para allegarse abastecimientos durante tres días. Alcañiz, población de la provincia de Teruel, estaba sobre tierras yermas y estériles. <<

167 Extendida la fama del Cid por todo el reino moro, en Monzón y Huesca temen ser asaltados por las tropas del Campeador. Aquí se alude al pacto de amistad del rey de Zaragoza con el Cid, del que no tiene, naturalmente, nada que temer. Monzón es un pueblo con castillo, importante en la Edad Media, al sudeste de Huesca: actualmente en la provincia de Zaragoza. <<

168 Olocau, la actual Olocau del Rey, población a 15 kilómetros al oeste de Morella, sobre un macizo montañoso que le da inexpugnabilidad, en el límite occidental de la provincia de Castellón. <<

169 Huesa y Montalbán, pueblos de la provincia de Teruel, a 65 y 50 kilómetros de Olocau, respectivamente. <<

170 El Cid seguía conquistando tierras hasta entrar en las del rey moro de Lérida, que estaban bajo la protección del conde de Barcelona, aunque no eran de su jurisdicción. El conde tomó a afrenta las conquistas del Cid, tan pronto llegaron a su conocimiento. El conde de Barcelona era, a la sazón, Berenguer Ramón II, el Fratricida, que, históricamente, y ayudado por el rey moro de Lérida y varios condes catalanes y señores del Rosellón y Carcasona, sitiaron el castillo zaragozano de Almenar, defendido por el Cid, quien los venció, y hasta tuvo al conde de Barcelona y a sus caballeros prisioneros, dejándolos en libertad por dos veces, entre los años 1082 y 1090. Este pasaje histórico había de suministrar asunto al juglar del poema para estos últimos episodios del primer cantar, que se aparta, como puede verse, de la realidad histórica, aunque en ella basa su primer fundamento. <<

171 El Cid estuvo, recién desterrado, en Barcelona, según cuenta la Historia latina del Cid, hacia 1081. El poema nada dice de ello, pero ahora alude en estos versos a cierta estancia anterior del Cid en Cataluña, y se habla de un agravio, del que se queja el conde, inferido a un sobrino suyo, hecho este no comprobado aún históricamente. <<

172 «Le torné mi amistad», lo que supone una amistad preexistente entre los dos. <<

173 «Nada llevo de lo suyo», ya que las tierras que conquista el Cid no son ciertamente del conde, sino del rey moro de Lérida, como anteriormente se dice. <<

174 «Esto no será verdad», que viene a decir «esto no será así como lo decís», forma empleada también en los versos 15 y 46 de las series 118 y 135, respectivamente. <<

175 El Cid, en su arenga, da orden para la batalla, y, al mismo tiempo, establece el parangón entre los dos ejércitos, haciendo resaltar sagazmente la inferioridad de los adversarios: van cuesta abajo, llevan calzas tan solamente y montan sobre sillas coceras de cinchas flojas, mientras que sus huestes montan sobre sillas gallegas y calzan huesas sobre las calzas, todo lo cual ha de darles ventajas sobre los atacantes. Las sillas coceras eran propias para correr caballos, mas no para la guerra, en la que solían dar mejor resultado las llamadas sillas gallegas o de camino, de las que era más difícil desmontar al jinete. <<

176 Llama aquí al conde Ramón Berenguer, cuando el que luchó, históricamente, con el Cid fue Berenguer Ramón II, llamado el Fratricida. <<

177 Llámase «francos» a los catalanes porque el territorio de Cataluña constituyó una marca o condado del imperio carolingio. Esta denominación continuó empleándose aún en el siglo XII, en que los historiadores siguen llamando «francos» a los catalanes, como puede observarse en las crónicas de la época. <<

178 Los del Cid derriban sin esfuerzo y sin herir a los catalanes, porque estos montaban sillas coceras, muy inseguras, en las batallas. <<

179 Colada es el nombre de la espada que el Cid cogió al conde de Barcelona. Esta espada, que tuvo el héroe en gran estima, era de gran valor artístico, por lo que el juglar dice que «valdría más de mil marcos». La espada, como arma principal —dice Menéndez Pidal—, era el despojo del vencido más codiciado por el vencedor. <<

180 «Malcalzados», úsalo aquí el conde como insultante, basándose en el mal aspecto que las gentes del Cid producían con aquellas altas huesas de batalla, en contraste con las finas calzas que usaban las tropas catalanas. <<

181 «Hidalgo» esta tomado aquí en sentido general, como sinónimo de noble, sin especificar la categoría nobiliaria de los que constituían la nobleza en la Edad Media, a saber: ricos hombres, infanzones e hidalgos, que formaban la gradación nobiliaria y sus jerarquías. Los hidalgos eran la categoría inferior. <<

182 Esto es, comía aprisa para terminar pronto y recobrar la libertad prometida por el Cid. <<

183 Aquí hace el juglar un juego de palabras con el significado de la palabra franco, tomada en su doble acepción de catalán y de libre, exento, sin pagar. <<