He cumplido parte de mi cometido.

Nuestra historia, la historia del Club de los Cancerosos, reposa ahora en este archivo que ha permanecido en el disco duro los días que he tardado en recuperar los recuerdos y organizarlos para dotar de un sentido literario a la trama de la que soy coprotagonista.

Estoy convencido de que voy a morir. Como todos, sin excepción. Pero mi convencimiento ya no deja de lado esa parte de mi vida que rechacé por miedo cuando me detectaron el cáncer.

He comprendido a tiempo mi error y voy a tratar de subsanarlo.

Hace diez minutos, justo después de rubricar el final de este escrito y pinchar en el botón de guardado del procesador de textos, he llamado a Patricia, le he suplicado que no me colgase y, aguantando la emoción, he pedido que me concediese cinco minutos de su tiempo esta misma tarde. Fría como el hielo, con su corazón muerto por mi culpa, ha aceptado mi solicitud.

Se acabaron las mentiras. Le entregaré esta historia y le rogaré que la lea. No exigiré clemencia. Asumo mi culpa negligente y aceptaré su decisión.

Luego me tocará esperar. Tengo esperanza en su conmiseración y ansío que lo escrito sirva para abrirme una puerta, aunque sea diminuta, para volver a formar parte de sus vidas.

He logrado cumplir el primer deseo que escribí en los albores de nuestro club y el último de mi amigo.

He conseguido ansiar algo. No quiero morir sin ellos.

Si no me acepta, enviaré el libro a alguna editorial y esperaré mi fin. Rechazaré seguir con mi tratamiento y me uniré al resto de los miembros del club.

Soy un hombre de palabra y no voy a incumplir la promesa que hice al último de mis amigos muertos.

Meco, Agosto de 2012 - Abril de 2013.