Todos los ayeres, un sueño

Naderías. El nombre de Muraña,

una mano templando una guitarra,

una voz, hoy pretérita que narra

para la tarde una perdida hazaña

de burdel o de atrio, una porfía,

dos hierros, hoy herrumbre, que chocaron

y alguien quedó tendido, me bastaron

para erigir una mitología.

Una mitología ensangrentada

que ahora es el ayer. La sabia historia

de las aulas no es menos ilusoria

que esa mitología de la nada.

El pasado es arcilla que el presente

labra a su antojo. Interminablemente.