—Esto tendrá que ser breve, inspector jefe. Dentro de media hora debo asistir a una reunión en Whitehall.
El comisario adjunto Bennett condujo a Sinclair hasta una silla enfrente de su escritorio. Se fijó en su aire decidido.
—Supongo que habrá hablado usted con sus colegas de Surrey y Sussex. ¿Están conformes con nuestra intervención?
—Secretamente entusiasmados estaría más cerca de la verdad, señor. —Sinclair se sentó sin perder tiempo. Había acudido a la carrera desde su despacho—. Resolver este caso va a ser harto complicado. Nadie parece saber muy bien qué paso dar a continuación.
Antes de que pudiera añadir nada más se abrió la puerta y aparecieron el corpachón tranquilizador y los rubicundos rasgos de Arthur Holly.
—Adelante, superintendente. —Bennett señaló una segunda silla—. Me imagino que habrá escuchado usted las noticias.
—Angus me llamó hace un momento, señor. —Holly saludó con la cabeza al inspector jefe—. Así que han encontrado a otra. Cerca de Bognor Regis, tengo entendido.
—En efecto. La policía de Sussex descubrió el cadáver hace dos días. El comisario se puso en contacto con nosotros de la noche a la mañana. Este caso ya es oficialmente del Yard. El señor Sinclair estará al mando por nuestra parte y nos mantendrá informados con regularidad. ¿En qué situación estamos ahora, inspector jefe? Sea breve, si no le importa. No cabe duda, ¿verdad?, de que hay relación con el asunto de Brookham.
—Ni sombra de duda, señor. —Sinclair tenía ya su carpeta abierta en el regazo—. Ambas chicas fueron violadas y estranguladas, las dos resultaron desfiguradas de forma parecida en asaltos post mórtem. Sin embargo, sí que hay una diferencia. —Levantó la vista—. El cuerpo hallado cerca de Bognor Regis mostraba restos de cloroformo en los pulmones. Es de suponer que lo utilizó para inmovilizarla.
—El informe de Brookham no mencionaba nada de eso. —Bennett frunció el ceño.
—No, pero he hablado con el doctor Galloway… el patólogo encargado del cadáver… y según él el asesino ahogó a la niña en ese caso, además de estrangularla. Es sumamente probable que el agua hubiera borrado cualquier posible traza de cloroformo en sus pulmones o lo que quedaba de sus vías respiratorias.
Bennett soltó un gruñido.
—Continúe, inspector.
—Ahora bien, en cuanto al arma empleada en las agresiones faciales, Galloway vota por un martillo, y me da que el médico de Sussex compartirá la misma impresión. La verdad, su cadáver está en mucho peor estado.
—¿Cómo es eso? —intervino Holly.
—Claro… tú no lo sabes, Arthur. —Sinclair se volvió hacia su colega—. El asesinato de Sussex predata la muerte de Brookham, por un mes al menos. Eso según la opinión médica, algo que confirma la fecha de la desaparición, fijada a finales de julio. Encontraron su cadáver en la costa cerca de Bognor Regis… la chica se llamaba Marigold Hammond, por cierto. Es una franja de litoral llana y casi desierta en medio de una zona de juncos y maleza, cubierta de tierra suelta y piedras… allí las playas son de guijarros… a no más de cincuenta metros del mar. De nuevo se esforzó por ocultar el cuerpo. Tuvimos suerte en Brookham. El cadáver apareció en cuestión de horas, gracias a Madden. —El semblante del inspector jefe se ensombreció—. Ojalá hubiéramos aprovechado mejor el tiempo. La policía de Surrey se ha pasado el último mes buscando a ese condenado vagabundo. Es más, aún están por dar con él.
—¿Quiere decir, porque podría ser un testigo? —preguntó Holly.
—Exacto. De hecho, cuanto más pienso en la interpretación del escenario del crimen que hizo John, más convencido estoy de que tenía razón. Es probable que este tal Beezy llegara a ver al asesino. Por eso puso pies en polvorosa, dejándose algunas pertenencias por el camino. Sólo Dios sabe dónde está ahora. En nuestras manos no, eso seguro. —El inspector jefe puso cara de enfado. Cruzó la mirada con Bennett.
—Sí, señor, lo siento. En resumidas cuentas, entonces, lo único que sabemos con seguridad sobre nuestro asesino en estos momentos es que no se trata de Beezy… quien estuvo en Surrey todo julio, deambulando por una zona relativamente pequeña, y quien es de esperar que no llevara encima ningún bote de cloroformo… y que con toda probabilidad dispone de vehículo propio. En retrospectiva, es posible que ambas jóvenes fueran recogidas en la carretera… una entre Brookham y Craydon, la otra cerca de Bognor Regis. Sólo podemos especular cómo las convenció para que montaran en su coche, pero una vez allí podría haber usado el cloroformo para dejarlas sin conocimiento.
Cuando Sinclair hizo una pausa para aclararse la garganta, Holly lo interrumpió.
—Dices que desapareció en julio, la niña de Bognor Regis. ¿Llevaba buscándola desde entonces la policía?
—La respuesta a esa pregunta es negativa, Arthur. Aunque es lógico que la plantees. La desaparición de la pequeña ni siquiera se denunció hasta hace una semana. Es una historia asombrosa. Créetelo si puedes. —El inspector jefe sacudió la cabeza—. Sus padres son gente del circo. No actúan, su madre dirige una atracción secundaria, pero recorren toda la costa sur durante los meses de verano y casualmente estaban en Bognor Regis cuando desapareció la niña. Sólo que no pensaron en ello al principio. Había discutido con su madre y el hombre con el que vivían… el padre de la joven se había largado tiempo atrás, no tiene nada que ver con esto… y les había anunciado que pensaba irse a pasar una temporada con una tía suya que trabajaba en otro circo instalado en Eastbourne por aquel entonces. Era algo que ya había hecho antes, al parecer, y más o menos por la misma razón.
—¿«Antes»? —El superintendente estaba incrédulo—. ¿Y cuántos años tenía esta niña? ¿Doce o así?
—No… y ése es un punto interesante. —Sinclair se tiró de un lóbulo—. Marigold Hammond tenía catorce años de edad, aunque parecía más pequeña. Este asesino parece sentirse atraído por las jovencitas prepúberes. —Reparó en la expresión de Holly—. Sí, ya lo sé, Arthur, catorce años también parecen pocos, pero lo único que puedo decirte es que su madre no pareció preocuparse cuando hizo una maleta y anunció que se iba a coger el autobús a Eastbourne.
—¿Pero cuando no tuvo noticias de ella…?
—Nuevamente… —Sinclair sacudió la cabeza, desesperado—. Debemos comprender… estas personas no viven la vida como tú o como yo. No tienen teléfono con el que llamar, y dudo que se comuniquen por carta. La señora Hammond sencillamente asumió que su hija se había reunido con su tía en Eastbourne y sólo seis semanas más tarde descubrió que nunca había aparecido por allí, momento en el cual denunció su desaparición. El circo con el que viajaba se había trasladado a Devon para entonces, pero ella regresó a Bognor Regis para ayudar a la policía, que comenzó la búsqueda de inmediato. Tardaron una semana más en hallar el cadáver de la joven.
—¡Que me aspen! —Holly estaba atónito.
Bennett carraspeó.
—¿Ahora qué, inspector jefe? ¿Cuál será nuestro siguiente paso? No planeará interferir con la investigación de Sussex.
—Oh, no, señor. Con la de Surrey no. Como decía, todavía tienen que encontrar al vagabundo. Aún podríamos disponer de un testigo del asesinato de Brookham. Por el momento nuestro mejor papel sería de coordinación. Mañana pienso bajar a Sussex para hablar con los oficiales encargados de esa investigación. Sabe Dios que no los envidio. El rastro debe de estar frío como el hielo a estas alturas.
—¿Qué hay del enfoque de Henley? ¿La niña cuyo cuerpo encontraron en el Támesis? ¿Piensa hacer algo al respecto?
—Sí, así es, señor. Lo cierto es que sigue siendo un asunto delicado. He hablado con la policía de Oxfordshire. Ya no se sienten inclinados a considerarlo un caso de muerte accidental. Pero están indecisos sobre cómo abordar la investigación, sobre todo con el cuerpo en el estado en que se halla. Sin embargo, me han informado confidencialmente de que planean abrir pronto una pesquisa por asesinato. Cuando sea oficial, estarán encantados de aceptar nuestra ayuda. Mientras tanto, les he dicho que nos gustaría husmear por ahí discretamente, y ya han informado a la policía de Henley. Mañana enviaré un hombre allí abajo.
Bennett consultó su reloj de reojo.
—Puedo concederle tres minutos más, inspector jefe. ¿Cuál es nuestra posición con la prensa?
—Al igual que nosotros, señor, se dedican a husmear por ahí. —Sinclair cerró su carpeta—. No se fijaron mucho en el asesinato de Brookham, por suerte. Pero con el descubrimiento de este nuevo cadáver y el Yard implicado, es seguro que mostrarán más interés.
Empero, el tema no es fácil de tratar para los periódicos. Los delitos sexuales relacionados con menores es algo que todos repudiamos instintivamente, y sus lectores no son ninguna excepción. Hasta la fecha se han mantenido al mínimo los detalles relativos a las heridas faciales que se han publicado, y así seguirá si se cumplen mis deseos. No hace falta decir que todavía desconocen que la investigación podría remontarse varios años en el pasado. Eso es algo que me gustaría ocultarles especialmente. Habrá que ver cómo lo hacemos.
Bennett asintió con la cabeza.
—Muy bien. Eso bastará por ahora. —Se puso de pie—. Caballeros…
Mientras regresaban a sus despachos, la amplia frente de Holly se arrugó en un ceño de preocupación.
—¿Crees de veras que vale la pena investigar este asunto de Henley, Angus? A mí la conexión me parece muy endeble.
—Tal vez. Pero así y todo quiero llegar al fondo de ese asunto. Es más que probable que este hombre lleve activo más tiempo del que pensamos, y si se confirmara esa teoría, las cosas adquirirían un cariz muy diferente. —El recuerdo de su conversación con Franz Weiss, mantenida hacía no tanto, seguía estando reciente en el recuerdo del inspector jefe.
—En fin, te deseo suerte. —Habían llegado a la oficina del superintendente, que se detuvo en la puerta—. ¿A quién vas a mandar, por cierto?
—A un oficial al que hace ya algún tiempo que le tengo echado el ojo, un sargento detective. —Sinclair le abrió la puerta a su superior—. Ahora que lo pienso, hizo su primer trabajo serio a las órdenes de Madden. John lo tenía en muy alta estima.
—Me doy por debidamente impresionado. —La profunda risa del superintendente reverberó en el pasillo—. Ahora sólo me falta su nombre.
—Bueno, se trata de Styles, por supuesto. —Sinclair sonrió ampliamente—. Billy Styles. Pensaba que lo recordarías, Arthur.