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LeSeur estaba en medio del puente auxiliar, rodeado de gente, sin apartar la vista ni un momento de la imagen de radar de banda S del barco que se aproximaba. Era una forma fosforescente cada vez mayor, que se expandía en la pantalla del radar. La lectura Doppler indicaba una velocidad combinada de treinta y siete nudos.

—Mil doscientas brazas —dijo el segundo oficial.

LeSeur hizo un cálculo mental rápido: dos minutos para el contacto.

Echó un vistazo al radar de banda X, más sensible, pero estaba muy contaminado por el agua y la lluvia. LeSeur había informado rápida y discretamente de su plan al resto de los oficiales. Se daba cuenta de que entraba en lo posible que Mason hubiera oído su conversación con el capitán del Grenfell. No existía ningún modo infalible de bloquear las comunicaciones al puente principal. De todos modos, cuando interviniese el Grenfell, al Britannia le sería muy difícil reaccionar.

Se acercó Halsey, el ingeniero jefe.

—Ya tengo las estimaciones que me había pedido.

Lo dijo en voz baja, para que no le oyeran los demás.

«Así de mal están las cosas», pensó LeSeur. Se lo llevó a un lugar aparte.

—Estos números —dijo el ingeniero jefe— se basan en una colisión directa con el centro del arrecife, que es lo que prevemos.

—Explíquemelo deprisa.

—Teniendo en cuenta la fuerza del impacto, calculamos un índice de muertos de entre el treinta y el cincuenta por ciento, y casi todo el resto gravemente herido: fracturas, contusiones, conmociones…

—Entiendo.

—Con sus treinta y tres metros de calado, el primer contacto del Britannia será con un arrecife pequeño, algo apartado de la parte principal. Cuando lo detengan las rocas principales, ya estará abierto desde la proa hasta la popa. Se habrán reventado todos los compartimentos estancos y todos los mamparos. El tiempo estimado de hundimiento es de menos de tres minutos, aproximadamente.

LeSeur tragó saliva.

—¿Hay alguna posibilidad de que quede atrapado entre las rocas?

—El declive es muy pronunciado. La popa caerá muy rápidamente.

—Válgame Dios…

—Teniendo en cuenta la cantidad de heridos y muertos, y la velocidad a la que se hundirá el Britannia, no habrá tiempo de poner en marcha ninguna operación de evacuación; es decir, que nadie que esté a bordo en el momento de la colisión tendrá posibilidades de sobrevivir. Lo cual incluye… —Vaciló, mirando a su alrededor—. Al personal que quede en el puente auxiliar.

—Ochocientas cuarenta brazas —dijo el segundo oficial, con la mirada fija en el radar.

Le caía el sudor por la cara. En el puente auxiliar ya nadie decía nada. Todas las miradas estaban fijas en la mancha verde del radar.

LeSeur se había planteado la posibilidad de emitir una advertencia general para que estuvieran todos preparados, pasajeros y tripulación, pero al final lo había descartado. Por un lado revelaría sus intenciones a Mason, pero lo más importante era que si el Grenfell hacía bien las cosas, la fuerza del impacto lateral en la popa sería absorbida en su mayor parte por la enorme masa del Britannia. Quizá la sacudida asustase a los pasajeros, o en el peor de los casos quizá provocase algunas caídas, pero era un riesgo que había que correr.

—Seiscientas setenta brazas.