Lo primero que sentí fue un dolor en el brazo y a todo lo largo del cuello, justo donde la camisa me sujetaba a la araña. Ello me llevó rápidamente a un nivel de consciencia en el cual sentí también un extraordinario dolor hacia la parte de la espalda, debido al cinturón, y un incómodo calambre en el muslo apoyado sobre un delgado brazo metálico de la araña. Mi cuerpo colgaba inerte de la araña como un saco de grano.
—Nada.
Dos hombres vestidos con ropas grises de trabajo estaban en la puerta y miraban directamente hacia mí.
—Pareció como si alguien se quejara. ¿Sabes?, como si alguien no hubiese podido salir a tiempo.
Trata de no moverte. En cualquier caso, esos dos no pueden trabajar para Jenkins.
—Vamos a mirar en la otra habitación.
Cuando desaparecieron del umbral, traté de incorporarme para poder desatar la camisa y el cinturón. Al principio no tuve ánimos, o mejor dicho creí tener el ánimo suficiente, pero estaba demasiado aturdido y dolorido para lograrlo. Después mis dedos resultaron estar demasiado blandos para deshacer el nudo. Cuidado. Podrías ahorcarte. Cuando de alguna manera logré desatarme y desenredar las piernas de entre los brazos de la araña, me descolgué trabajosamente hasta rozar con los pies la superficie de la mesa. Me puse de pie y me desplomé.
—No está aquí.
Los dos hombres miraban de nuevo desde la puerta. Yo era como un sucio montón de ropa sobre la mesa. Dios. Lo mejor sería permanecer un rato más allí tumbado. Me sentía bastante mejor que antes.
—Quizás esté arriba. A lo mejor alguien ha tirado algo al suelo.
Por favor, largaos ya.
Pero incluso cuando se fueron, seguí tumbado allí bastante tiempo. Luego me deslicé hasta el suelo y continué tumbado. Debió pasar casi una hora antes de que bajase tambaleante las escaleras y saliese al aire libre. El Academy Club volvía a estar repleto de socios. La gente pasaba por la calle sin echar siquiera una ojeada. Era como si nada hubiese ocurrido. Pero yo había estado colgado de una araña: mi cuerpo me dolía horriblemente… Tenía que llamar a alguien. Jenkins. O Anne Epstein. Ellos tenían a Alice. Pero de momento debía meterme esto en la cabeza: volver a casa.
A la entrada de casa apreté el botón, por cuestión de principio, pero no estaba preocupado en lo más mínimo. Entré y me derrumbé sobre la cama. Si se habían enterado de la existencia de esta casa, que viniesen. Yo los esperaría durmiendo.