«No entiendo qué es lo que ha ocurrido», dijo monseñor Viganò cuando, el 19 de octubre de 2011, se le comunicó que acababa de ser nombrado nuncio vaticano en Washington D. C. por la Secretaría de Estado y ratificado por el Sumo Pontífice. La razón real de esta designación hay que buscarla en épocas anteriores; en concreto, el 16 de julio de 2009, cuando fue nombrado secretario general de la Gobernación del Estado de la Ciudad del Vaticano.
Carlo Maria Viganò nació el 16 de enero de 1941 en la ciudad italiana de Varese, y ordenado sacerdote veintisiete años después. Tras licenciarse en Derecho Canónico, se incorporó al servicio diplomático de la Santa Sede en 1973, donde realizó diversas misiones especiales para los papas Pablo VI, Juan Pablo II y más recientemente para Benedicto XVI. Entre 1973 y 1989, Viganò asumió diferentes puestos diplomáticos en Iraq y Gran Bretaña, y actuó como enviado especial y observador permanente de la Santa Sede en el Consejo de Europa en Estrasburgo.
En realidad, la carrera de monseñor Viganò despegó siendo nuncio en Lagos, cuando el papa Juan Pablo II visitó Nigeria por segunda vez entre el 21 y el 23 de marzo de 1998. Durante esos tres días, Viganò tuvo la oportunidad de mantener un estrecho contacto con él, lo que supuso que fuese llamado a Roma poco después por el entonces secretario de Estado, el cardenal Angelo Sodano, para asumir diferentes misiones especiales en la propia Secretaría de Estado.