Como ampliación de la AOR, fundada por León XIII y que ya había quedado antigua en su funcionamiento, el papa Pío XII creó en 1942 el Instituto para las Obras de Religión, conocido comúnmente como IOR. Se instauraba así una de las instituciones financieras más secretas del mundo, caracterizada por su tendencia a la especulación al más puro estilo de la banca estadounidense, sin ninguna clase de escrúpulos morales y absolutamente libre de cualquier tipo de control por parte de las autoridades bancarias extranjeras. El IOR navegaría desde ese momento por las tormentosas aguas de las finanzas internacionales con una poderosa «patente de corso» firmada por Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI, Sumos Pontífices de Roma, para asaltar compañías, violar normas bancarias, lavar dinero del crimen organizado, etc.