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Paolo Gabriele ¿ángel o demonio?

—Santidad. Ya es la hora —decía Paolo Gabriele cada mañana a las seis y media para despertar al Sumo Pontífice. Después le ayudaba en la misa de las siete, le servía el desayuno a las ocho, el almuerzo a la una y media, y la cena a las siete y media. Al caer la tarde, acompañaba a Benedicto XVI en su paseo diario por los jardines vaticanos, elegía la menta perfumada para la infusión papal, le suministraba las medicinas recetadas por el médico vaticano y, sobre las nueve de la noche, le ayudaba a desvestirse y a meterse en la cama.

—Buenas noches, Paoletto —decía el Sumo Pontífice.

—Buenas noches, Santidad —respondía el fiel mayordomo.

Este fue el programa diario del mayordomo papal, durante trescientos sesenta y cinco días al año, hasta el miércoles 23 de mayo de 2012. Ese día, ocho agentes de la Gendarmería vaticana, al mando de su comandante en jefe, Domenico Giani, entraban en un piso de la vía Porta Angelica, en el mismo edificio donde residía la madre de Emanuela Orlandi, la adolescente desaparecida en 1983[15]. Giani apretó el timbre y esperaron. Poco después, la esposa de Paolo Gabriele abrió la puerta.

—Señora Gabriele, traemos una orden de detención contra su esposo y una orden de registro —anunció Giani dando paso a los gendarmes al interior de la residencia del mayordomo del papa.

Pocos minutos después llegó al piso el propio Gabriele, alertado por su esposa. Al mayordomo no le dio tiempo a decir nada. Dos gendarmes vaticanos se acercaron a él, le pusieron las manos a la espalda y lo esposaron. Después fue trasladado en un vehículo Fiat Brava de color negro, con matrícula SCV, al cuartel general del Cuerpo de la Gendarmería del Estado de la Ciudad del Vaticano, en el Palazzo del Tribunale, en la Piazza Santa Marta.

—¿De qué se me acusa? ¿De qué se me acusa?… —repetía una y otra vez Gabriele a los agentes que le habían detenido.