¿Testigo incómodo o esclava sexual?

Benedicto XVI se negó a esclarecer el caso Orlandi desde que llegó a la Cátedra de Pedro. La negativa del papa provocó que Pietro Orlandi, hermano de Emanuela, declarase el viernes 9 de diciembre de 2011: «Espero que algún día Su Santidad encuentre el valor suficiente para derribar el muro de silencio y omertá que existe tanto en el Vaticano como en el Estado italiano sobre este terrible asunto. Han atascado y escondido esta historia a toda costa»[105].

Para explicar la ley de la omertá que existe dentro de los muros vaticanos sobre el caso Orlandi valdría como ejemplo el documento secreto, fechado el sábado 17 de diciembre de 2011, escrito por Giampiero Gloder, un religioso encargado de redactar discursos para el papa, y dirigido «a la cortés atención de monseñor Gäeswein [secretario del papa]», en el que se recomienda al Sumo Pontífice no hacer ninguna referencia al caso Orlandi en el Angelus del domingo 18 de diciembre. El texto decía así:

Por cuanto se refiere la mención del caso Orlandi, tras haber hablado con el padre Lombardi, y otra vez con monseñor Ballestrero, se ha llegado a la conclusión de que no es oportuno que el papa haga referencia al caso durante el Angelus. El hermano de la Orlandi sostiene con fuerza que en el Vaticano hay una ley del silencio sobre el asunto y que estamos escondiendo algo. El simple hecho de que el papa mencione el caso solo podría apoyar la hipótesis del hermano y, además, parecería que el papa no estaría convencido sobre cómo se ha gestionado el caso (por parte del Vaticano).

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Recomendación al papa sobre el Angelus del 18 de diciembre de 2011 y lo inoportuno de citar el caso de Emanuela Orlandi.

Quizá, tras ver cómo evoluciona el caso, podemos escribir una carta al señor Orlandi, firmada por el Sustituto, en la que le exprese la cercanía del papa, pero también en la que se precise que nuestras autoridades no tienen conocimiento de nuevos elementos sobre el caso (pero tendremos que evaluar atentamente la oportunidad de esta carta). El cardenal está informado y está de acuerdo.

Al final del documento aparecía un sello, «Visto por el Santo Padre, 17 DIC. 2011», que vendría a demostrar que Benedicto XVI apoyó esta opinión. Efectivamente, en el Angelus del 18 de diciembre de 2011, el Sumo Pontífice no hizo ninguna referencia al caso[106].

El 14 de abril de 2012, el director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, el padre Federico Lombardi, emitió un largo comunicado sobre el caso Orlandi como respuesta a las recientes noticias aparecidas en los diarios italianos. Estos son algunos de los extractos más destacables:

Ante todo, es justo recordar que el papa Juan Pablo II estuvo particularmente afectado por el trágico secuestro, tanto que intervino públicamente ocho veces en menos de un año con llamamientos por la liberación de Emanuela y visitó personalmente a la familia. […] A este compromiso personal del papa es natural que correspondiese el compromiso de sus colaboradores. […] El cardenal Agostino Casaroli, secretario de Estado y primer colaborador del papa, siguió personalmente el asunto, hasta el punto de que, como es sabido, se puso a disposición para contactar con los secuestradores a través de una línea telefónica especial. […]

También en la segunda fase de la investigación, años después, las tres solicitudes dirigidas a las autoridades vaticanas por los investigadores italianos […] encontraron respuesta. A petición de los jueces italianos, numerosas personas fueron interrogadas en el Vaticano, y sus declaraciones fueron enviadas a dichas autoridades. Los relativos dossieres existen todavía, y siguen a disposición de los investigadores. Hay que destacar que, en la época del secuestro de Emanuela, las autoridades vaticanas concedieron a los investigadores italianos y al SISDE (Servicios Secretos Italianos) la autorización para controlar el teléfono vaticano de la familia Orlandi y para entrar libremente en el Vaticano e ir a casa de los Orlandi sin ninguna mediación de funcionarios vaticanos. […] Carece por tanto de fundamento acusar al Vaticano de haber rechazado colaborar con las autoridades italianas que dirigían las investigaciones […].

La cuestión de fondo es que, desgraciadamente, en el Vaticano no se halló ningún elemento concreto útil […] para proporcionarlo a los investigadores. En aquella época, las autoridades vaticanas —teniendo en cuenta los mensajes recibidos, en los que se hacía referencia a Ali Agca; en un periodo que coincidió prácticamente con la investigación sobre el atentado contra el papa— compartieron la opinión dominante de que el secuestro era utilizado por una oscura organización criminal para enviar mensajes o presionar acerca de la detención y el interrogatorio del agresor del papa.

No hubo razón alguna para pensar en otros posibles motivos del secuestro. La atribución del conocimiento de secretos relativos al secuestro a personas pertenecientes a las instituciones vaticanas, sin mencionar ningún nombre, no corresponde, por tanto, a ninguna información fiable o fundada. A veces parece casi una justificación para hacer frente a la angustia y la frustración por no haber conseguido encontrar la verdad.

Como conclusión […], no resulta que se haya ocultado nada, o que en el Vaticano haya «secretos» sobre ese tema. Seguir afirmándolo es completamente injustificado […].

En fin, ya que la ubicación de la tumba de Enrico de Pedis en la basílica de San Apolinar ha sido y sigue siendo motivo de interrogantes y discusiones —incluso al margen de su eventual relación con la historia del secuestro Orlandi—, se reitera que, por parte eclesiástica, no hay ningún obstáculo para que se inspeccione la tumba y el cuerpo se entierre en otro lugar, con el fin de restablecer la serenidad que corresponde a un entorno sagrado […][107].

En realidad, lo que hizo el Padre Lombardi con este comunicado fue poner en un serio aprieto a la Santa Sede, ya que reconocía abiertamente que el Vaticano sí había iniciado una investigación propia. Como ya mencionamos, un detalle sorprendente fue que el papa Juan Pablo II, a través del Angelus del domingo 3 de julio, pocos días después de la desaparición de Emanuela, hablase de «secuestro», poco antes de la primera llamada de los presuntos secuestradores. A esto hay que añadir la negativa de la Santa Sede, durante casi treinta años, a entregar las cintas con las conversaciones entre el cardenal Casaroli y el famoso Americano, o el rechazo del cardenal Giovanni Battista Re a la petición del 2 de marzo de 1994, emitida por el juez Adele Rando, para interrogar a los cardenales Agostino Casaroli, Martínez Somalo, Angelo Sodano y Dino Monduzzi, prefecto de la Casa Pontificia, el departamento donde estaba destinado Ercole Orlandi.

En 1986, ante una solicitud de investigación abierta por el juez Ilario Martella, el Vaticano afirmó que la Santa Sede jamás realizaba investigaciones sobre hechos sucedidos en suelo italiano, recordando así que Emanuela había desaparecido en Italia y no en el Vaticano. Pero dos hechos vinieron a desmentir esta afirmación: el primero sucedió el 11 de julio de 1983, cuando tuvo lugar un encuentro secreto entre Vincenzo Parisi, vicedirector del SISDE, y Dino Monduzzi, prefecto de la Casa Pontificia. Años después, Parisi, admitiendo que el encuentro permaneció secreto durante más de diez años, declaró que sobre el caso Orlandi se había desplegado en el Vaticano «una sofisticada operación de desinformación y desviación» a la que los ambientes cardenalicios no eran ajenos. Interrogado sobre aquel encuentro, Monduzzi dijo que este jamás se produjo[108]. El segundo ocurrió en octubre de 1993 como resultado de las escuchas telefónicas en las que se descubrió que Raoul Bonarelli, subjefe de la Gendarmería vaticana, había recibido la siguiente llamada justo un día antes de tener que declarar ante la magistratura italiana:

Bonarelli: ¿Hola?

Desconocido: Raoul.

Bonarelli: Sí.

Desconocido: Te paso con el jefe…

Bonarelli: Si.

Jefe: Diga.

Bonarelli: Sí.

[…]

Jefe: ¿Qué sabes de Orlandi? Nada… Nosotros no sabemos nada. Sabemos por los periódicos, las noticias que se han sacado. Del hecho que ha salido, que es de competencia del orden italiano.

Bonarelli: ¿Y qué tengo que decir?

Jefe: Él fue, eh… ¿Qué sabemos nosotros, dices? Luego tú dices que nunca habéis investigado. La Oficina ha investigado en el interior… Esto es algo que se ha ido entonces… No digas que fue a la Secretaría de Estado.

Bonarelli: No, no… yo en el interior [El Vaticano] no tengo que decir nada… nada.

Jefe: Fuera… cuando ha sido la magistratura vaticana… se encarga la magistratura vaticana, entre ellos… Nada, tú no sabes nada.

Bonarelli: Quiero decir, si me piden si soy empleado del Vaticano, qué tareas llevo a cabo… No sé, tendrán que identificarme, sabrán quién soy…

Jefe: Oh, ellos lo sabrán porque trabajas en la seguridad de la Ciudad del Vaticano, eso es todo.

Bonarelli: Eh…, bueno, entonces mañana por la mañana voy a este testimonio, después yo vengo, ¿verdad?

Jefe: Después ven.

Es decir, cuando el «Jefe» dice al subjefe de la Gendarmería vaticana, Raoul Bonarelli, que «la Oficina ha investigado en el interior», se confirmaba que el Vaticano sí había abierto una investigación en el interior de sus muros sobre el caso de la desaparición de Emanuela Orlandi[109].

Dos hechos más ocurridos en 2010 volvieron a poner el caso Orlandi sobre el tapete. El primero fue la declaración del terrorista Mehmet Ali Agca realizada el 9 de noviembre en la TRT, la televisión turca, en la que aseguraba que Emanuela Orlandi estaba prisionera del Vaticano y que vivía como una religiosa en un monasterio católico en un país del centro de Europa. El terrorista aseguró también que la familia Orlandi podía visitarla, pero que la joven se había negado a ello. El segundo acontecimiento fue el testimonio anónimo de un exmiembro del SISMI, según el cual Emanuela Orlandi seguiría viva y encerrada en un manicomio en Londres, sedada y controlada por un equipo médico, bajo el control de los Servicios de Inteligencia británicos. Sin duda alguna, hay cuentos y leyendas para todo.

En el mes de mayo de 2012, una nueva polémica con respecto al caso saltaría a los titulares de la prensa, esta vez por boca del famoso exorcista del Vaticano, el padre Gabriele Armoth. El religioso se había hecho famoso a raíz de sus polémicas declaraciones, como cuando tachó el yoga de «satánico» porque los que practicaban esta actividad eran arrastrados a practicar el hinduismo, o de «peligrosa» a la saga de Harry Potter, porque hacía que los niños creyesen ciegamente en el poder de la magia. Armoth aseguraba que Emanuela Orlandi había sido secuestrada por dos miembros de la Gendarmería vaticana para convertirla en esclava sexual de un círculo de pederastas formado por poderosos miembros del Vaticano, y que Emanuela Orlandi jamás salió de los muros vaticanos. El padre Armoth declaró al diario La Stampa:

El crimen tuvo un objeto sexual. Se organizaban fiestas y uno de los gendarmes del Vaticano se encargaba de reclutar a las chicas. La red implicaba al personal diplomático de una embajada de la Santa Sede en el extranjero y estoy convencido de que Emanuela fue víctima de este círculo.

Sobre este asunto podríamos destacar la declaración de Ercole Orlandi, que dijo ante el juez instructor del caso que en la noche del 26 de junio de 1983 se presentaron en su domicilio en territorio vaticano dos agentes del SISDE (Servicio para la Información y la Seguridad Democrática), el Servicio Secreto civil italiano. Los agentes se identificaron como Mario Vulpiani y Giulio Gangi. «Me dijeron que eran del SISDE y que investigaban la trata de blancas», declaró Ercole Orlandi.

El 14 de mayo de 2012, la policía italiana decidió exhumar el cuerpo del jefe mafioso Enrico de Pedis, tras recibir una información que aseguraba que en el interior de la tumba, situada en la cripta bajo el altar, reposarían los huesos de Emanuela Orlandi en lugar de los de De Pedis. Lo único que encontraron los forenses policiales en el interior del ataúd fueron unos huesos del siglo XX, aunque se siguen estudiando para saber si son o no los de Emanuela.

También un polémico libro aparecido en 2012, escrito por la periodista Roberta Hidalgo, autora de las famosas fotografías de Juan Pablo II en la piscina de Castel Gandolfo, afirma que Emanuela Orlandi, que hoy tendría cuarenta y cuatro años, continúa residiendo bajo otra identidad junto a su tía, en el interior de los muros vaticanos, protegida por una gran red de secretismo tejida por la propia familia y los altos miembros de la curia romana[110].

Han pasado casi treinta años desde su desaparición, pero los avistamientos y conjeturas sobre su paradero y sobre quién pudo estar implicado en su secuestro siguen a día de hoy. El caso Orlandi continúa abierto…