¿Caso cerrado?

El caso parecía cerrado cuando, en la primera semana de febrero de 2010, el director de Il Giornale, Vittorio Feltri, afirmó que los documentos que habían servido para desacreditar a Boffo habían llegado a través de «una personalidad de la Iglesia de la cual se debe uno fiar institucionalmente». Todas las partes afectadas en el conflicto dirigieron entonces su mirada hacia Giovanni Maria Vian, director de L’Osservatore Romano, a quien acusaron de haber entregado los papeles contra Boffo, aunque la orden hubiera partido de la Secretaría de Estado y de su titular, el cardenal Tarcisio Bertone. Esta versión la confirmó el propio Dino Boffo tras un almuerzo en un restaurante a pocos metros de la Plaza de San Pedro con el que había sido su principal «azote», Vittorio Feltri: «No ha sido un encuentro para perdonar. Necesitaba comprender quién me había asesinado (profesionalmente)».

El obispo Domenico Mogavero, presidente del Consejo de Asuntos Judiciales de la Conferencia Episcopal Italiana y defensor de Boffo desde el primer asalto, no dudaba en mostrar su seria preocupación ante la posibilidad de que la conjura interna pudiera haber sido cierta. También Vittorio Messori, católico, prestigioso vaticanista y el periodista que entrevistó a Juan Pablo II en 1993, creía abiertamente en un complot contra Boffo y, al mismo tiempo, contra la Conferencia Episcopal Italiana y, por consiguiente, contra el cardenal Angelo Bagnasco. Messori declaró al diario La Stampa:

No me escandaliza que ocurran cosas de este tipo. Dios ha querido confiar su Iglesia a hombres, y los hombres tienen sus límites, sus debilidades, sus miserias. Siempre ha habido divisiones en el clero. Es ingenuo, por consiguiente, pretender que la Iglesia pueda ser mejor que otras instituciones humanas.

Y mientras el escándalo no dejaba de salpicar a la Santa Sede, esta guardaba sagrado silencio, roto tan solo por un breve comunicado del padre Federico Lombardi en el que se aseguraba que Benedicto XVI estaba informado de «la posible intriga». Fue el 9 de febrero de 2010 cuando la Secretaría de Estado reaccionó a través de un comunicado en el que contradecía la hipótesis de la participación de la Gendarmería vaticana y del director de L’Osservatore Romano en la filtración del documento contra Boffo, «atribuyendo estos supuestos a un deseo de difamar a la Santa Sede y al Pontífice y auspiciando la necesidad de encontrar la Verdad y la Justicia»[93]. Ese mismo día, la Presidencia de la Conferencia Episcopal Italiana emitía otro comunicado en el que se limitaba a apoyar lo dicho por la Secretaría de Estado.

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Segunda carta de Dino Boffo al secretario del papa, en la que pone especial énfasis en aclarar que no es homosexual. 12 de enero de 2010.

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El 26 de marzo, el Consejo de Ética Periodística de Milán condenó a seis meses de inhabilitación a Vittorio Feltri por las falsas acusaciones contra Dino Boffo, por haber violado su dignidad personal y su decoro profesional, y por la revelación falsamente atribuida al Tribunal de Terni.

La situación se mantenía en tablas mientras Dino Boffo seguía esperando no tanto la justicia divina como la humana. El jueves 2 de septiembre Boffo escribió una carta al cardenal Angelo Bagnasco, presidente de la CEI, con la que lanzaba un grito desesperado de ayuda a los altos jerarcas de la curia para que acudieran a su rescate.

Eminencia, quisiera estar delante de usted para que pudiera sentir toda mi desolación.

La desolación, en primer lugar, de encontrarme en la necesidad de molestarle, aun sabiendo las penas a las que usted se enfrenta a diario.

Y más desolación siento por la recuperación de atención sobre el tema que nos ha afectado.

Adjunto el artículo de Marco Travaglio publicado hoy en la portada del Fatto, el ataque más reciente que se añade al sutil carrusel persecutorio de estos últimos días. No sé si usted tiene claro quién es el periodista Marco Travaglio. Para entendernos: es el más picajoso, inexorable y documentado entre los enemigos de Berlusconi. Más que Santoro. Es el periodista «enemigo» por excelencia. Usted habrá seguido la transmisión televisiva del otro día, donde Feltri hizo su numerito de circo, y habrá oído a Feltri decir que, si volviera atrás, sería más cauto; habrá oído las insinuaciones sobre los obispos, habrá oído a Feltri decir que yo no iba a presentar ninguna querella, y se le ha subido la mosca a la nariz. ¿Cómo puede ser que Boffo siga callado? ¿Qué oculta y qué le preocupa? ¿Y sus antiguos jefes (la Conferencia Episcopal Italiana)? ¿Por qué le han dejado tirado (esta es su forma de pensar)? ¿Acaso ha pactado con su torturador, ha aceptado dinero a cambio de su silencio y por eso ahora se mantiene apartado? Para gente como Travaglio no hay explicación para que, no obstante lo que he vivido, no me haya cambiado de chaqueta y me haya puesto en el mismo bando de ellos. Él quiere darme coba con el fin de utilizarme para su causa.

¿Qué hago? ¿Concedo una entrevista para expresar mi opinión y dar información acerca de mi situación? Ayer, Ezio Mauro de La Repubblica se ha ofrecido a venir a mi casa y hacerme la entrevista en calidad de director. Pero también el mismo Fatto, el Foglio y el Resto del Carlino me han pedido una entrevista. Yo no tendría problemas en hablar, pero es que no estoy seguro de que ese sea el mejor medio, porque así reavivaría la polémica y acabaría con hacer daño a alguien, aún más sabiendo que al hablar no podría omitir del todo lo que se refiere al papel desempeñado por Bertone-Vian. Podría decir explícitamente que no quiero implicar a la Iglesia, pero esto solo sería suficiente para dar a entender algo. Por otro lado, si hablo, en absoluto puedo negar la que es la realidad de los hechos. ¿Sería más evangélico y prudente negar, o es más evangélico y prudente quedarme en silencio? Este es el asunto. A día de hoy, yo no tengo ningún problema en pedir que se quite la confidencialidad a mi expediente en el Tribunal, pero está claro que —aunque sin quererlo— desencadenaría la atención de los medios de comunicación sobre las dos familias (Bertone-L’Osservatore Romano y CEI-Avvenire), a las que yo —quede claro— no debo nada. Siempre me ha parecido mejor mantenerlas apartadas por no conocerlas hasta el extremo como de fiarme de sus reacciones. De todas formas, sería una manera que me eximiría (la reacción de quien hoy en día lee mi expediente es: ¿y nada más?), pero no zanjaría el tema y se volvería a levantar el revuelo sobre este asunto. Por este mismo motivo, hasta hoy, a pesar de todo, a pesar de las numerosas provocaciones de Feltri, he decido callarlo todo. […]

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Carta de Dino Boffo al cardenal Angelo Bagnasco, presidente de la CEI, en la que pide el apoyo de esta ante las continuas críticas a su silencio. 2 de septiembre de 2010.

Eminencia, se lo pido de rodillas, si esto le ayuda a entender el espíritu con el que me atrevo a hablarle: ¿no piensa Usted que la Iglesia debería de alguna manera enviar una señal que me rehabilite delante de todo el mundo? Deseando de esta manera que baje la temperatura acerca de este asunto… mi opinión y la de unas personas de mi confianza es que afecta a la visión que mis compañeros periodistas tienen de mí, las opiniones no tanto de Feltri con sus locas afirmaciones o las de Travaglio, todo el mundo conoce que sabe medir sus palabras, sino el silencio de la Iglesia, que ellos perciben como algo sospechoso. Se olvidan de que, en realidad, Usted ya ha hablado. Se olvidan de que Usted hizo redactar una declaración también el día 4 de diciembre, cuando Feltri se retractó. Lamentablemente, salió la revelación de la implicación superior, y esto ha levantado otra vez dudas y sospechas. Está claro que si pudiera decir que la CEI me está ayudando, sería muy distinto y dejaría claro, a quienes preguntan, que no me han dejado tirado, que la CEI a su manera es solidaria conmigo, que solo estoy en mi casa a la espera de que el procedimiento termine, y que no me siento desamparado por mi exeditor. Le pido de puntillas: ¿Dejamos que salga (el articulo 2, gracias a la CEI), que se conozca y que con ello se enfríe el clima? ¿Hay contraindicaciones? Tal vez sí… ¿O cree Eminencia —y diciendo esto, tiemblo— que esto de enviar una señal se podría solucionar de manera distinta? Por otro lado, si a día de hoy, yo doy la noticia de que acepto la oferta de empleo por parte del periódico La Stampa, según el clima actual habrá alguien que se preguntará: ¿por qué?, ¿por qué?, ¿por qué?

No quiero meterle angustia, no quiero nada, Eminencia. Solo quisiera desaparecer, pero no puedo desaparecer, y por esto le estoy hablando con el corazón en la mano, analizando paso a paso con usted toda la historia, que no quiere finalizar (pero, quizá —y es la ultima explicación que puedo encontrar—, el engaño que está detrás de todo esto es tan grande que no puede ser de manera anónima tragado por la historia, aunque tenga una boca muy grande).

No tengo palabras para disculparme con Usted, un obispo al que quiero mucho y al que me molesta profundamente agobiar.

La ayuda de la Conferencia Episcopal Italiana llegó el lunes 18 de octubre de 2010, cuando Boffo fue nombrado formalmente director del ente televisivo TV2000, propiedad de la CEI. De este modo se daba por terminada la guerra abierta entre la Secretaría de Estado-L’Osservatore Romano-Il Giornale con la Conferencia Episcopal Italiana-Avvenire, que había durado seis meses. Tan solo hubo una baja: el propio periodista Dino Boffo.