El miércoles 25 de enero de 2012 las alarmas saltaron en el interior de los pasillos vaticanos cuando el canal privado de la televisión italiana La7 hacía públicos, en el programa Los Intocables, dirigido por el periodista Gianluigi Nuzzi, algunos extractos de las dos cartas escritas por monseñor Carlo Maria Viganò y enviadas al papa Benedicto XVI (27 de marzo de 2011) y al cardenal Tarcisio Bertone (8 de mayo de 2011).
La primera reacción errónea de la Santa Sede fue la de amenazar, a través del padre Federico Lombardi, en un comunicado oficial hecho público justo al día siguiente de la emisión del programa, con adoptar acciones legales contra el canal de televisión por haber revelado documentos confidenciales de la Santa Sede. El texto del comunicado decía así:
Se ha hecho pública este mediodía una nota del padre Federico Lombardi, S. I., director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, referente al programa televisivo Gli Intoccabili, emitido ayer por la noche por la cadena italiana La7. El padre Lombardi manifiesta la «amargura por la difusión de documentos reservados», y señala los «métodos periodísticos discutibles» con los que ha sido realizado el programa, y que a menudo forman parte de un «estilo de información facciosa respecto al Vaticano y a la Iglesia católica».
Asimismo el director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede realiza dos consideraciones «que no tuvieron espacio en el debate». En primer lugar, «la labor llevada a cabo por monseñor Viganò como secretario general de la Gobernación ha tenido ciertamente aspectos muy positivos, contribuyendo a una gestión caracterizada por la búsqueda del rigor administrativo, del ahorro y del enderezamiento de una situación económica en conjunto difícil. […] Una valoración más adecuada requeriría, sin embargo, tener en cuenta la marcha de los mercados y de los criterios de las inversiones en el curso de los últimos años, así como recordar también otras circunstancias importantes […]».
Algunas acusaciones —incluso muy graves— hechas durante el programa, en particular las referidas a los miembros del Comité de Finanzas y Gestión de la Gobernación y de la Secretaría de Estado, comprometen a la propia Secretaría de Estado y a la Gobernación a seguir todas las vías oportunas, incluso las legales si es necesario, para garantizar la honorabilidad de personas moralmente íntegras y de reconocida profesionalidad, que sirven lealmente a la Iglesia, al papa y al bien común. En todo caso, los criterios positivos y claros de correcta y sana administración y de transparencia en los que se ha inspirado monseñor Viganò siguen siendo ciertamente los que guían también a los actuales responsables de la Gobernación. […] Y ello es coherente con la línea de creciente transparencia, fiabilidad y atento control de las actividades económicas con la que la Santa Sede está claramente comprometida.
En segundo lugar, «un procedimiento de discernimiento difícil sobre diversos aspectos del ejercicio del gobierno en una institución compleja y articulada como es la Gobernación —y que no se limitan al justo rigor administrativo— ha sido en cambio presentado de modo parcial y banal, exaltando evidentemente los aspectos negativos, con el fácil resultado de presentar las estructuras del gobierno de la Iglesia no tanto como afectadas por la fragilidad humana —lo cual sería fácilmente comprensible—, sino como caracterizadas en profundidad por pendencias, divisiones y luchas de intereses. […] Tanta desinformación ciertamente no puede ocultar el sereno trabajo diario con vistas a una transparencia cada vez mayor de todas las instituciones vaticanas […]».
Desde esta perspectiva, hay que reafirmar decididamente que la asignación del encargo de nuncio en Estados Unidos a monseñor Viganò, una de las tareas de mayor relieve de toda la diplomacia vaticana, dada la importancia del país y de la Iglesia católica en los Estados Unidos, es una prueba indudable de estima y confianza por parte del papa[87].
Fueron pocos los que hicieron caso al comunicado del padre Lombardi ante los hechos aplastantes que venía a denunciar monseñor Viganò en su informe dirigido al cardenal secretario de Estado Tarcisio Bertone. A la vista de que el comunicado no surtía el efecto deseado, el sábado 4 de febrero de 2012 se emitió una declaración conjunta desde la Presidencia de la Gobernación del Estado de la Ciudad del Vaticano y firmada por los cardenales Giovanni Lajolo, presidente emérito, Giuseppe Bertello, presidente, Giuseppe Sciacca, secretario general, y Giorgio Corbellini, vicesecretario general del Gobernación.
Un mes después, el cardenal Lajolo, a quien el propio Viganò había calificado en su carta al papa como uno de los conocedores de la grave situación que vivía la Gobernación, declaró en una entrevista al blog «Stanze Vaticane» que «los hechos denunciados por monseñor Viganò partieron de sospechas que se han revelado infundadas». En la misma entrevista, Lajolo afirmó sentirse amargado al ver cómo la opinión pública había sido influenciada de manera tan negativa, con turbación también de muchos fieles: «Al buscar [Viganò] a los responsables [de los casos de corrupción] partió de sospechas que se revelaron infundadas, y se puso sobre una pista equivocada, que le llevó a inscribir su caso en un marco más amplio con una serie de análisis que un examen más atento y desapasionado ha revelado erróneos», dijo el cardenal y presidente emérito de la Gobernación dejando a monseñor Viganò en la más clara indefensión. Para responder a la pregunta sobre quién pudo filtrar los dos documentos a La7, el cardenal Giovanni Lajolo dijo:
Son posibles varias interpretaciones. Por mi parte, no puedo sustraerme a la impresión de que algún empleado de la curia, frustrado en sus ambiciones, haya creído poderse compensar con producir secretamente una acción de confusión, y haya encontrado a algún conocido en el mundo de los medios, que se ha aprovechado enseguida de ello. Que luego esto suceda justo en este momento, mientras la Iglesia se está preparando con empeño al Año de la fe, es especialmente desagradable. Pero la Fe vencerá.
Afirmasen lo que afirmasen tanto el padre Federico Lombardi como los altos miembros de Gobernación y el propio cardenal Lajolo, lo cierto es que fue monseñor Carlo Maria Viganò el único responsable de alcanzar esos beneficios y cuadrar las cuentas vaticanas en positivo mediante el ahorro y la lucha contra los cada vez más flagrantes casos de corrupción. A pesar de que durante los dos años y dos meses en los que ocupó su cargo, fue capaz de cambiar la larga tradición vaticana de pérdidas constantes en la Gobernación, pasando de los 8,5 millones de euros de pérdidas a 34,5 millones de beneficios, monseñor Viganò fue cesado de forma fulminante y enviado como nuncio al «exilio dorado» de Washington. Según Gianluigi Nuzzi en su libro Sua Santità. Le carte segrete di Benedetto XVI, «Viganò, en su cruzada contra la corrupción y política de rigor económico en la Gobernación, se ganó muchísimos enemigos y por eso fue destituido de su puesto y enviado como embajador a Estados Unidos»[89].
La política de despilfarro en la Gobernación y otros importantes departamentos y dicasterios de la Santa Sede continúa a día de hoy: nadie hace nada por evitarla y las pérdidas siguen en aumento.