Un hospital para la polémica

El vaticanista de La Stampa Andrea Tornielli aseguró que el origen de la enemistad entre Ettore Gotti Tedeschi y el cardenal Tarcisio Bertone se hallaba en el caso del hospital San Raffaele, al que ya nos referimos en el capítulo 1, y es probable que no le faltase razón. El cardenal Bertone reprochaba a Gotti Tedeschi no haber hecho lo suficiente para mantener el control del hospital, que finalmente pasó a manos privadas.

El hospital San Raffaele de Milán había sido fundado por Luigi Verzé en 1969, y hasta el 10 de marzo de 2011 formaba parte de la Fundación Centro San Raffaele del Monte Tabor. En el mes de febrero de ese año explotaba la crisis financiera en la Fundación debido a una deuda acumulada insostenible. En el mes de junio, la Fundación intentó buscar socios económicos fuertes y capaces de asumir el control de la situación, que se volvía cada vez más catastrófica, llegando incluso a haber riesgo de cierre. Se mostraron interesados en el rescate el Grupo San Donato, presidido por Giuseppe Rotelli, y la Santa Sede, a través de Giuseppe Profiti, presidente del hospital del Niño Jesús. El Consejo de Administración de la Fundación, reunido el jueves 30 de junio, decidió encomendarse al Vaticano y entregar el control financiero a la Santa Sede.

Unos días después, se formó un nuevo Consejo de Administración, en el que las autoridades vaticanas tenían la mayoría. Los nuevos consejeros necesitaban tiempo para llevar a cabo un plan de saneamiento, y eso fue lo que pidieron al tribunal que debía iniciar los procedimientos de expediente de quiebra. El tribunal dio como fecha límite el 15 de septiembre, pero el Consejo no cumplió con lo estipulado. El tribunal propuso entonces una nueva fecha, el 12 de octubre, pero de nuevo el Consejo de Administración de la Fundación vuelve a incumplir. De hecho, jamás presentó un plan completo para la renegociación de la deuda y para la refinanciación del hospital San Raffaele.

El martes 15 de noviembre de 2011, Ettore Gotti Tedeschi hace llegar, supuestamente, al cardenal secretario de Estado Bertone un memorando «reservado y confidencial» en el que pone de manifiesto su «más completa preocupación, con referencia a la imagen de la Santa Sede, en consecuencia de la evolución del proyecto San Raffaele»:

El problema que me preocupa se refiere a la sospecha de una potencial retirada del accionariado del hospital San Raffaele por parte de la Santa Sede. Dicha sospecha se está materializando en más partes involucradas indirectamente en el proyecto. La hipótesis de retirada está provocando perplejidades y preocupación en dichas partes involucradas en el proyecto (médicos, profesores, bancos), que están empezando a pedir explicaciones (de momento, de manera reservada e informal). La preocupación más evidente es que la Santa Sede esté (por cuestiones morales o de otra naturaleza) permitiendo o favoreciendo al socio privado asumir una posición de control. Dicha sospecha podría haber sido alimentada por varios hechos. Supongo que podrían ser hechos consecuentes de las dimisiones de los dos consejeros de la Fundación (profesores Clementi y Pini) y a las visitas y los discursos hechos por un representante de la Santa Sede (Profiti) y por el socio particular (Malacalza) con más interlocutores, entre los cuales estarían el arzobispo de Milán y el consejero delegado de Banco Intesa, Passera.

Mi percepción (según las conversaciones mantenidas con los dos primarios y el consejero delegado de Banco Intesa) es que la retirada de la Santa Sede resultaría indeseable. Me preocupa también el hecho de que no se haya prestado atención a esta percepción, que se haya subestimado y que no se haya compartido.

El riesgo para nosotros es el de aparecer como quien ha encubierto temporalmente el proyecto privado, dejando creer a los órganos del procedimiento (Tribunal) y a todas las partes involucradas que se estaba negociando fuera de la Santa Sede, in primis, y creando de tal manera expectativas estratégicas y operativas para el futuro del hospital San Raffaele muy distintas de realidad posible.

Creo que es indispensable reflexionar sobre la postura oficial que hay que mantener con adecuada transparencia. Creo que no se pueden subestimar los riesgos para la imagen consecuentes a una retirada dejando la gestión a terceros […], y no decidido y controlado directamente, que podría ser peligrosamente considerado como una falta de transparencia.

Por fin, en enero de 2012, y ante el incumplimiento por parte de los consejeros del Vaticano de las fechas para presentar un plan de negocio viable, se decide presentar a subasta al hospital San Raffaele. Una vez más, los interesados vuelven a ser el propio Vaticano y el Grupo San Donato, pero será el grupo privado quien gane el concurso y se quede con el control y la administración del famoso hospital. Esto jamás se lo perdonará Bertone a Gotti Tedeschi.

El domingo 27 de mayo de 2012, Carl Anderson hizo unas declaraciones al Vatican Insider, tras la salida de Gotti Tedeschi de la presidencia del IOR, en las que negaba que la causa de la destitución fuera abandonar la línea de transparencia impuesta por él. «Si hubo una falta de transparencia, fue la que ha mostrado Gotti Tedeschi para con el Consejo y la Dirección del IOR», dijo[85].

El 29 de mayo fue Marco Tarquinio, director del diario Avvenire, propiedad de la Conferencia Episcopal italiana, quien salió en defensa de Gotti Tedeschi al afirmar públicamente que el presidente del IOR no solo es digno de elogio por «su valor profesional, su dedicación y su generosidad en resolver de manera limpia los problemas abiertos, mirando siempre a un bien mayor, sino también porque su pensamiento constante, dedicado y prioritario ha sido y es siempre para el papa Benedicto XVI».

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Informe «reservado y confidencial» redactado por el presidente del IOR, Gotti Tedeschi, sobre el proyecto de San Raffaele y el peligro que conlleva la posible retirada de la Santa Sede de su accionariado. 15 de noviembre de 2011.

Finalmente, el viernes 1 de junio de 2012 se reunió la Comisión Cardenalicia para extraer las consecuencias de la moción de censura del Consejo contra Ettore Gotti Tedeschi y decidir los pasos más oportunos a seguir. Al día siguiente, mediante un comunicado emitido por la Oficina de Prensa de la Santa Sede, se hizo pública la decisión de la Comisión: «La Comisión, presidida por el cardenal Tarcisio Bertone, ha tomado nota de la decisión del Consejo de Supervisión y ha comunicado por escrito al profesor Gotti Tedeschi que las funciones de presidencia pasan ad interim, según el estatuto, al vicepresidente Ronaldo Hermann Schmitz». En el mismo comunicado, el padre Federico Lombardi salió al paso de los comentarios surgidos en los medios de comunicación sobre posibles desacuerdos y desavenencias en el seno del Consejo de cardenales en cuanto al cese del presidente del IOR: «No existen tales desavenencias», dijo. Por último, el padre Lombardi explicó que «la Comisión se ha puesto en contacto con Gotti Tedeschi como acto de cortesía y para dar por concluida la relación». Ettore Gotti Tedeschi, el gran defensor de la transparencia y enemigo acérrimo del cardenal Bertone, quedaba así fuera de juego y la Santa Sede daba por concluidos los dos años y ocho meses de colaboración con el que había sido hasta entonces el «banquero de Dios».

Pero la cosa no iba a terminar así. Un misterioso dossier de casi doscientas páginas redactado por el propio Tedeschi y cuarenta y siete archivadores sobre su actividad en el IOR abrirían la caja de los truenos cuando cayeron en manos de la Fiscalía de Roma y, después, de Trapani, tras un registro de los carabinieri en el despacho milanés del banquero. Veinticinco mil clientes con cuentas cifradas en el IOR se echaban a temblar.

Como ya dijimos, el «banquero de Dios» temía ser asesinado, por lo que decidió enviar una copia del dossier sobre estas cuentas secretas a tres destinatarios con la orden de entregarlos a la justicia si él moría en «extrañas» circunstancias. Durante dos años y ocho meses, Gotti Tedeschi no tuvo miedo ni a las autoridades fiscales, ni al Banco de Italia, ni a las caídas de la Bolsa o a las crisis financieras internacionales. Lo que verdaderamente temía era que alguien de la todopoderosa curia vaticana quisiera ponerle a salvo de su propia memoria con un sahumerio con el que alejarle de los incómodos fantasmas de la transparencia en el IOR y que, en lugar de hacerlo con incienso o sándalo, tal vez se sirviera de ese aroma inconfundible a almendras amargas.