Mientras las autoridades vaticanas, a través del cardenal secretario de Estado Tarcisio Bertone, mantienen un intercambio de misivas con el MONEYVAL y la organización del Consejo de Europa encargada de evaluar las medidas contra el lavado de dinero y la financiación del terrorismo, Gotti Tedeschi desconoce que en el interior del propio IOR han comenzado a moverse aquellos que no están de acuerdo con la política de transparencia emanada de la Ley CXXVII. Dos poderosos enemigos han empezado a conspirar contra él por su afán de defender la «transparencia» en el IOR: el cardenal Tarcisio Bertone y el mismísimo Paolo Cipriani, director general del Banco Vaticano y el «Judas Iscariote» de esta historia.
Gotti Tedeschi no sabe que el hombre sentando a su mesa durante un banquete celebrado en la Santa Sede justo antes de Navidad es un psiquiatra, psicoterapeuta e hipnoterapeuta autorizado a circular por las estancias vaticanas. Pietro Lasalvia es, además, íntimo amigo de Cipriani, quien le ha pedido que le haga un rápido estudio psiquiátrico sobre el presidente del IOR. Durante las dos horas y media que dura el banquete, Lasalvia va tomando notas sin que Gotti Tedeschi se de cuenta de ello. El 18 de marzo de 2011, tres meses después de la cena, el psiquiatra redacta un informe de tan solo una página dirigido a Paolo Cipriani. El director general del IOR lo utilizará únicamente si Gotti Tedeschi no dimite o es destituido de su cargo. «Le escribo solo ahora porque la delicadeza del asunto me ha causado la necesidad de una larga y atenta reflexión», escribe Lasalvia al inicio del texto. Seguidamente da una serie de impresiones nada favorables sobre el presidente del IOR.
Informe psiquiátrico contra Gotti Tedeschi escrito por Pietro Lasalvia a su amigo Paolo Cipriani, director general del IOR. 18 de marzo de 2011.
Me ha sorprendido la indiferencia de Gotti Tedeschi hacia las personas presentes y el despegamiento de la Dirección, que, en cambio, participaba como un buen padre de familia, en una ocasión en la que se juntaban la sacralidad del contexto al profano, o sea, al del trabajo diario […].
Además, Gotti Tedeschi ha monopolizado mi atención, celebrando asimismo a través de inoportunas observaciones acerca de la moralidad de los empleados y las capacidades del clero […]. Todo esto me ha sorprendido, teniendo en cuenta las expectativas, creadas por sus buenas palabras, sobre él.
Por mi profesión y mi cargo no puedo evitar hacerle notar una incongruencia entre la actitud y el importante cargo de representación que cubre Gotti Tedeschi: en lo específico ha manifestado egocentrismo, narcisismo y un parcial despegamiento de la realidad asimilable a una psicopatología conocida como «pereza social» […].
Esta situación representa tanto para él como por su entorno laboral motivo de estrés: además de que este desprendimiento puede generar confusión y malestar.
Estas observaciones mías no pretenden ser un diagnóstico, sino un observación profesional a la que me parece justo dar importancia por el cargo que me ha sido dado y por mi Fe Cristiana para el bien del Instituto (IOR) y de toda la Iglesia.
Meses después, Ettore Gotti Tedeschi escribe un artículo en L’Osservatore Romano titulado «El horizonte de Noé» que aparece publicado el viernes 26 de agosto:
Albert Einstein afirmaba que para poder explicar y afrontar la realidad, esta debe simplificarse, no hacerla ilusoriamente más simple. Saber simplificar situaciones complejas es cualidad de los líderes; despachar como sencilla cualquier cosa que, en cambio, es complicada es defecto de aficionados. Se intuye hoy que en todo el mundo occidental se busca explicar la crisis económica en modo aparentemente simple, indicando soluciones fácilmente realizables en breve término, pero sin preguntarse si estas presuntas soluciones pueden incluso agravar la crisis misma […]. Cada acción importante, para lograr éxito, debe ser clara en el contexto, en los objetivos, en los recursos necesarios y sobre su organización. Las auténticas soluciones globales de la crisis deben tener en cuenta qué la ha originado, su amplitud, el tiempo y los medios necesarios para resolverla. Así que es necesario alcanzar un horizonte más amplio. Como hizo Noé, quien alzando la mirada consiguió ir más allá de sí mismo y salvar a la humanidad[79].
Muchos leyeron entre líneas en este texto un mensaje a la Santa Sede sobre la necesidad de conducir al IOR desde la opacidad hasta la transparencia, usando como símil la «crisis internacional».
Portada de la ratificación del Decreto CLIX del 25 de enero de 2012, del presidente de la Gobernación del Estado de la Ciudad del Vaticano y que retoca algunos puntos la Ley CXXVII. 24 de abril de 2012.
Entre el lunes 21 y el sábado 26 de noviembre de 2011, los organismos financieros de la Santa Sede recibieron la primera visita de los expertos del MONEYVAL. Los enviados del Consejo de Europa mantuvieron estrechos contactos con funcionarios del IOR y de la Autoridad de Investigación Financiera (AIF) con el fin de exigir y reunir todos los documentos necesarios para que el organismo de control estableciera las normas a seguir por el Banco Vaticano si este quería incluirse en la «lista blanca» del Consejo de Europa. Pero la política de transparencia defendida por el papa Benedicto XVI y, por tanto, por Ettore Gotti Tedeschi estaba a punto de sufrir un serio varapalo: el miércoles 25 de enero de 2012, el cardenal Giuseppe Bertello, presidente de la Gobernación del Estado de la Ciudad del Vaticano, modificó mediante el Decreto CLIX la Ley CXXVII. El decreto sería ratificado mediante un segundo decreto de la Gobernación, el CLXVI, el 24 de abril de 2012.
El cardenal Bertello, hombre cercano al secretario de Estado Tarcisio Bertone y uno de los principales defensores del grupo de los «bertonianos», acababa de dar un mazazo mortal a las pretensiones de transparencia defendidas por Ettore Gotti Tedeschi desde el inicio de su mandato al frente del IOR. Como ya dijimos, la Ley CXXVII aprobada por Benedicto XVI en diciembre de 2010 constaba de treinta y una páginas, trece capítulos, un alegato y varios anexos. El Decreto CLIX aprobado por el cardenal Bertello el 25 de enero de 2012 tenía cincuenta y una páginas, once capítulos, un alegato y varios anexos. Para saber qué puntos en concreto de la ley de Benedicto XVI fueron retocados por el decreto de Bertello sería necesario confrontar los dos documentos[80].