«Temo por mi vida por husmear en los titulares de algunas de las cuentas [del IOR]», dijo el propio Ettore Gotti Tedeschi a los fiscales. Antes de abandonar su despacho en la torre de Nicolás V, sede del IOR, el presidente salió de él con un amplio dossier redactado por él mismo con todo lo que sabía sobre el Banco Vaticano. En la página 15 del dosier aparecía la lista de cuentas cifradas que ocultaban depósitos de la mafia y de sus actividades ilegales, incluidos sobornos a políticos italianos. El «dossier Tedeschi», como ya es conocido por la Fiscalía y la Guardia de finanzas, era el seguro de vida del expresidente del IOR.
Gotti Tedeschi, amigo personal de Benedicto XVI y muy cercano al Opus Dei, contó a los fiscales que en esa tarea, ordenada por el Santo Padre, chocó frontalmente con el cardenal secretario de Estado Tarcisio Bertone y con el director general del IOR, Paolo Cipriani. «Me han combatido hasta el agotamiento por querer transparencia, sobre todo en algunas de las cuentas», dijo Gotti Tedeschi.
Después de aparecer su declaración en el diario Corriere della Sera, el Vaticano, a través del portavoz Federico Lombardi, recalcó «su sorpresa y preocupación por los recientes asuntos en los que se ha visto involucrado el profesor Gotti Tedeschi». En el mismo comunicado, emitido el 9 de junio de 2012, aseguraba que «pone en la autoridad judicial italiana la máxima confianza con respecto a que las prerrogativas soberanas, reconocidas a la Santa Sede por el ordenamiento internacional, sean evaluadas y respetadas adecuadamente». Pero en la mejor tradición vaticana de querer asegurarse la limpieza de su imagen, el padre Lombardi agregó:
Asimismo la Santa Sede confirma su plena confianza en las personas que trabajan, con dedicación y profesionalidad, para el Instituto para las Obras de Religión y está examinando, con la máxima atención, los eventuales perjuicios causados a sus derechos propios y a los de sus órganos.
Se reafirma, en fin, que la moción de retiro de la confianza al profesor Gotti Tedeschi, adoptada por el Consejo de Superintendencia, estaba fundada en motivos objetivos, atinentes al gobierno del Instituto, y no determinada por una presunta oposición a la línea de la transparencia, que interesa tanto a las autoridades de la Santa Sede como al mismo Instituto[69].
La Santa Sede recodaba a quien pudiera interesarle que el Vaticano y el papa Benedicto XVI eran un Estado y un jefe de Estado extranjeros, y como extranjera debía ser tratada toda la información en poder ahora de la Fiscalía de Roma y, por supuesto, respetando siempre las prerrogativas reconocidas a la Santa Sede por el ordenamiento internacional.
El «dossier Tedeschi» constaba de doscientas páginas en las que el expresidente del IOR había reunido cartas y correos electrónicos entre «ciertos» clientes y el personal del Banco Vaticano. Tres copias, que debían ser entregadas a las autoridades pertinentes si a él le ocurría algo o moría en extrañas circunstancias, fueron enviadas por el propio Tedeschi a un amigo suyo, a un abogado de Roma y al periodista del Corriere della Sera Massimo Franco, que se ocupaba de informar sobre el Vatileaks en las páginas de este prestigioso rotativo. Con lo que Gotti Tedeschi no contaba era con el registro ordenado por la Fiscalía en su residencia romana, un lugar que no contaba con inmunidad extraterritorial. Durante el registro, los agentes italianos se hicieron con el dossier, más un armario con cuarenta y siete archivadores sobre la actividad del «banquero de Dios» en el IOR y en la filial italiana del Banco de Santander, que dirigía de forma eficaz desde 1992.
Este registro marcaba un hito en las relaciones entre Italia y la Santa Sede que habían cambiado desde el año 2003, cuando el Tribunal Supremo de la República italiana acabó con la impunidad del IOR al legitimar el control del Banco Vaticano en Italia. A esto ayudó la retirada en 2010 de Antonio Fazio como gobernador del Banco de Italia, un católico ultraconservador y enemigo de ejecutar cualquier acción contra el IOR vaticano o contra la Santa Sede. De ese modo se acababa con la impunidad para los «banqueros de Dios».