Monseñor Donato de Bonis y Giulio Andreotti, una rentable relación

Y hablando de «grandes titiriteros» que han tenido relación con el IOR, nada como el ex primer ministro de Italia, Giulio Andreotti, el hombre que ha participado activamente en la vida política de Italia desde la década de los cuarenta hasta la de los noventa. El primer gran negocio de Andreotti con el IOR sería a través de la cuenta de la Fundación Spellman, que acumularía millones de dólares en efectivo. Se calcula que el dinero que había de la Fundación Spellman en el IOR en diciembre de 1992 ascendía a 26,4 millones de euros[53].

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Testamento de monseñor Donato de Bonis, que establece que en caso de su muerte se ponga la cuenta de la Fundación Spellman a nombre de Giulio Andreotti. 15 de julio de 1987.

Lo que nadie sabía entonces era que Andreotti utilizaba esta cuenta en el Banco Vaticano para recaudar fondos para la Democracia Cristiana. La cuenta era la 001-3-14774-C y se abrió a petición de monseñor Donato de Bonis, bajo el nombre clave de «Roma», el 15 de julio de 1987. Las características de la cuenta son las de una persona física residente en el Estado-Ciudad del Vaticano y que, a pesar de estar a nombre de una fundación, no se incluyen en las regulaciones y estatutos de esta.

Lo que resulta más curioso, y que sucede en todas las aperturas de las cuentas en el IOR, es que se exige a todos los titulares que entreguen en un sobre cerrado y sellado las voluntades testamentarias con relación a esa cuenta en concreto. En el sobre cerrado, monseñor De Bonis, fallecido a los setenta y un años, el 23 de abril de 2001, escribió en un tarjetón:

El saldo acumulado en la cuenta 001-3-14774-C en el momento de mi muerte se pondrá a disposición de S. E. Giulio Andreotti para obras de caridad y de asistencia, según su discreción. Doy las gracias, en nombre de Dios bendito, Donato de Bonis, Ciudad del Vaticano, 15 de julio de 1987[54].

Monseñor De Bonis actuó como sucesor de Marcinkus. Nació en 1930, en Pietragalla, el pueblo más pobre de la región de Basilicata. Veintitrés años después, fue ordenado vicario de Roma en San Juan de Letrán. En 1954, justo un año más tarde, y de la mano del poderoso cardenal Alberto di Jorio, presidente del IOR, se incorporó al Banco Vaticano, de donde ya no volvió a salir hasta el momento de su muerte. Incluso llegó a rechazar su nombramiento como obispo de Potenza y, poco después, el de auxiliar de la diócesis de Nápoles con tal de no abandonar el IOR. Debido a su silencio y a su habilidad para desmarcarse de las oscuras operaciones llevadas a cabo por su hasta entonces protector Paul Marcinkus, el papa Juan Pablo II lo nombró prelado del IOR, una especie de enlace entre el Banco Vaticano y la comisión de cinco cardenales que regulaba las actuaciones de la entidad tras el desastre del Ambrosiano[55]. Ese fue el momento elegido por De Bonis para convertirse en testaferro de Andreotti. Muchos le apodaban ya la Araña, debido a su habilidad para entretejer una sólida red de relaciones no solo en el interior de los muros del Vaticano o en las altas esferas de poder de Italia, sino también en aquellos lugares donde se dirime el poder financiero como Suiza, Nueva York o Londres[56].

El propio secretario de Estado, el cardenal Agostino Casaroli llegó a decir a monseñor De Bonis: «Hemos sufrido mucho —se refería al IOR—, pero no ha sido en balde. Ciertos errores no deben repetirse». Pronto quedó claro que De Bonis no seguiría el consejo de Casaroli.

La cuenta abierta en el IOR a nombre de la Fundación Cardenal Francis Spellman era completamente ilegal. Monseñor Donato de Bonis utilizó la figura del polémico cardenal y su campaña de los años cincuenta contra el comunismo como motivo principal de la Fundación. Al fin y al cabo, el anticomunista Spellman sería uno de los principales donantes de fondos a la Democracia Cristiana italiana, fundada en 1942 por Alcide de Gasperi y otros intelectuales católicos. Andreotti entró en contacto con el nuevo partido tan solo dos años después de su fundación.

Sencillamente, la Fundación Cardenal Francis Spellman no existía. No había ninguna prueba documental de su creación, ni un escudo, ni una lista de patronos, ni un registro ante las autoridades estadounidenses o italianas, ni mucho menos una dirección, pero a nadie le interesaba investigar. Esa cuenta había sido creada por monseñor De Bonis y administrada por Giulio Andreotti con el único fin de recaudar fondos de forma ilegal para la Democracia Cristiana.

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Campaña del cardenal Spellman contra el comunismo en los años cincuenta que fue utilizada por el IOR como motivo para crear una cuenta secreta.

Años después, el presidente del IOR, Angelo Caloia, envió al entonces secretario de Estado, el cardenal Angelo Sodano, un informe en el que aseguraba que la cuenta de la Fundación Cardenal Francis Spellman tenía un saldo aproximado de 4500 millones de liras. Asimismo, durante la comisión de investigación parlamentaria sobre el «caso Sindona», Pietro Macchiarella, mano derecha de Sindona, confirmará que este realizó una importante donación, cercana a los 200 millones de liras, a la Democracia Cristiana, a través de Giulio Andreotti y de una cuenta del IOR a nombre de la Fundación Cardenal Francis Spellman[57]. Para monseñor Donato de Bonis y para Giulio Andreotti era casi ley la epístola de Pedro: «La caridad cubre multitud de pecados». Entre los beneficiados por esta cuenta y la caridad de sus administradores estaban también personajes de peso de grupos como Comunión y Liberación o los Legionarios de Cristo. Otros destinos del dinero de la cuenta controlada por Andreotti serían el brasileño cardenal Lucas Moreira Neves, el cardenal John O’Connor, el croata Franjo Kuharic o monseñor Nike Prela, con el fin de apoyar a la prensa católica en lengua albanesa, o el embajador Stefano Falez, para respaldar a la prensa católica en lengua croata.

Durante los años siguientes y a pesar de la renovación de cargos en el IOR, las actividades de monseñor Donato de Bonis, alias Roma, y de Giulio Andreotti, alias Omissis, continuaron a pleno rendimiento, con el visto bueno del papa Juan Pablo II, a través de la cuenta 001-3-14774-C.

Entre 1992 y 1993, Caloia recibió diversos informes de auditores del IOR informándole sobre el peligro de las operaciones llevadas a cabo por De Bonis a través de un «IOR paralelo». La operación «Manos Limpias» estaba a punto de estallar, llevándose consigo a decenas de políticos por cargos de corrupción. Las altas jerarquías vaticanas ordenaron a Angelo Caloia que mantuviera al Vaticano y al IOR con un perfil público bajo. Ni Juan Pablo II ni su secretario de Estado, el cardenal Angelo Sodano, querían que la Santa Sede y el IOR aparecieran nuevamente en los titulares de los medios de comunicación relacionados con las noticias que no paraban de salir sobre «Manos Limpias». Para acabar con el «IOR paralelo», el Consejo de Superintendecia de la entidad estableció, el 1 de abril de 1992, una norma que debería cumplirse a rajatabla:

Ningún individuo relacionado de alguna manera con el IOR, ya se trate de un empleado en activo o retirado, de un directivo, de un auditor, de un prelado o de un miembro del Consejo, está autorizado a gestionar cuentas y fondos cuyos recursos no sean de su propiedad.

El IOR podía verse salpicado de nuevo por haber financiado ilegalmente a partidos políticos y a los propios políticos. Las cuentas, en total catorce, estaban cifradas e identificadas por un código numérico de nueve cifras. Tan solo la oficina de cifras del banco conocía el nombre que se escondía detrás de cada cuenta. Las cuentas controladas por Donato de Bonis y por Giulio Andreotti de forma directa o indirecta mediante testaferros alcanzaban a diecisiete de ellas, con fondos valorados en miles de millones de dólares. En pocos años, monseñor De Bonis había ido montando una tupida red de clientes fuera de control de la misma autoridad financiera vaticana.