La muerte de Juan XXIII anuncia un serio problema financiero para la Santa Sede, pues el Óbolo de Pedro se reduce casi un sesenta y seis por ciento. Esta situación se agrava aún más cuando el Gobierno italiano decide aplicar un impuesto sobre los beneficios financieros que la Santa Sede tiene en bolsa y que cuentan con una exención fiscal promovida por Benito Mussolini en la llamada «circular de San Silvestre» firmada en 1942.
El Vaticano controla en ese momento entre un dos y un cinco por ciento del mercado bursátil. A 31 de diciembre de 1968, el Vaticano debe hacer frente a un pago a la Hacienda italiana cercano a los 1200 millones de euros en atrasos. Entonces, Pablo VI decide retirar todas las inversiones de la Santa Sede en Italia y trasladarlas a otros países, como Estados Unidos. Para ello utilizan a un hombre llamado Michele Sindona, a quien las autoridades norteamericanas consideran el «blanqueador» de dinero de la mafia, principalmente de Joe Adonis, un alto miembro de la familia Genovese[29].
Sindona y Marcinkus se hacen inseparables y se convierten en el gran escudo financiero del Vaticano en los años siguientes. Otros personajes que van apareciendo en la órbita Sindona-Marcinkus serán Pellegrino de Strobel, Luigi Mennini y monseñor Donato de Bonis. En la década de los setenta se produce el primer gran éxito para la Santa Sede cuando Sindona consigue colocar el Finabank suizo, propiedad del Vaticano, a la familia Genovese, con el fin de blanquear el dinero de estos últimos y al mismo tiempo llenar las arcas papales. Mientras que, en Estados Unidos, Sindona comienza a ser investigado por blanquear dinero proveniente del tráfico de drogas, en los pasillos de San Pedro se le ve como un salvador de las finanzas vaticanas. Bajo la orden expresa del papa de trasladar al extranjero, fuera del alcance de la Hacienda italiana, todas las participaciones e inversiones del Banco Vaticano, Paul Marcinkus llega a manejar la mayor exportación de capitales jamás vista en una sola persona. En cuestión de pocos meses, millones y millones de dólares procedentes de las cámaras acorazadas vaticanas van a parar a los bancos suizos mediante la creación de sociedades fantasma en paraísos fiscales. Los banqueros de Luxemburgo, Panamá o Liechtenstein reciben con los brazos y las cámaras acorazadas abiertas el dinero del Vaticano. Una de estas operaciones de ingeniería financiera es la llevada a cabo con la Sociedad General Inmobiliaria (SGI) con un patrimonio superior a los quinientos ochenta y dos millones de dólares. Sindona y Marcinkus venden la participación vaticana en su accionariado, y sus beneficios son desviados a la sociedad Manic S. A., con sede en Luxemburgo. Otra de estas operaciones es la de la Banca Unione: Michele Sindona y Paul Marcinkus transfieren doscientos cincuenta y cuatro millones de dólares de sus reservas al Amincor Bank de Zurich, y desde allí, a otra sociedad fantasma llamada Nordeurop Establishment, con sede en Liechtenstein[30]. El 10 de junio de 1981, el IOR firmará un certificado dirigido al Banco Ambrosiano Andino, con sede en Lima, en el que se reconoce que el Banco Vaticano mantiene el control «directo o indirecto» de ambas sociedades, así como de otras seis establecidas también en paraísos fiscales.
Por ejemplo, es a través del Amincor Bank de Zurich como el Vaticano financia ilegalmente, en 1974, la campaña de la Democracia Cristiana con el fin de convocar un referéndum nacional para pedir la derogación de la ley de divorcio en Italia. Es en estos años cuando a Michele Sindona se le atribuye la siguiente frase: «La simulación financiera es un arte». Sin duda alguna, tenía razón[31].