Cuando parecía que las aguas volvían a su cauce, el diario La Repubblica lanzó una nueva bomba informativa al afirmar que había tres «cuervos» más sobrevolando el Vaticano y filtrando documentos confidenciales. El primero de ellos sería monseñor Josef Clemens, exsecretario personal de Joseph Ratzinger; el segundo, el cardenal Paolo Sardi, exvicecamarlengo, y el tercero, la alemana Ingrid Stampa, el ama de llaves de Benedicto XVI.
Clemens, que nació el 20 de junio de 1947 en la ciudad alemana de Siegen, estudió Teología Moral en la Universidad Gregoriana de Roma, obteniendo el doctorado en 1983. Un año después fue nombrado secretario personal del poderoso cardenal Joseph Ratzinger, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. El 12 de febrero de 2003 el papa Juan Pablo II nombró a Clemens subsecretario de la Congregación para los Institutos de la Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica. El 6 de enero de 2004 recibió la orden episcopal de manos del propio Ratzinger, que además le nombró secretario del Consejo Pontificio para los Laicos. Siendo ya el papa Benedicto XVI, Ratzinger lo designó obispo titular de Segermes. Monseñor Clemens fue secretario de Joseph Ratzinger durante diecinueve años, hasta que traspasó el cargo al padre Georg Gänswein[20], alemán como él. Josef Clemens es un fiel seguidor del cardenal Angelo Sodano, líder de los «diplomáticos», a quien le debe su ascenso en la curia durante los últimos años del pontificado de Juan Pablo II.
El segundo «cuervo» sería el cardenal Paolo Sardi. Nacido el 1 de septiembre de 1934 en la ciudad italiana de Ricaldone, Sardi ocupó diversos cargos en la Secretaría de Estado desde 1976. En 1992 fue designado vicecanciller para Asuntos Generales y cuatro años después, el papa Juan Pablo II lo nombró nuncio apostólico para Responsabilidades Especiales. En octubre de 2004 el cardenal Sardi fue elegido por el Sumo Pontífice como vicecamarlengo de la Santa Iglesia Romana. En enero de 2009, tras la muerte del cardenal Pio Laghi, Sardi fue nombrado patrón de la Soberana y Militar Orden de Malta, donde logra que se produzca un importante acercamiento entre la Orden y la Santa Sede. A finales de 2010, Benedicto XVI le concedió el birrete cardenalicio y en diciembre de ese mismo año fue nombrado miembro de la Congregación para los Institutos de la Vida Consagrada y de las Sociedades para la Vida Apostólica, los Santos y el Consejo Pontificio para los Laicos, donde coincidió con el obispo Josef Clemens.
El tercero sería una mujer. Nacida en 1950 en la ciudad alemana de Uedem, Ingrid Stampa ejerció durante un tiempo como profesora de música tras graduarse con solo dieciocho años en la Academia de Música de Basilea. En 1975 ejerció como profesora de música en un colegio católico de Suiza, y desde 1976 hasta 1980 fue profesora de música medieval en Hamburgo. En 1991, tras la muerte de Maria Ratzinger, hermana del futuro papa, Stampa asumió el puesto de ama de llaves del Pontífice. El escritor Alexander Smoltczyk, en su libro Vaticanistán, dedica unas cuantas páginas a Ingrid Stampa, a quien llega a comparar con la religiosa sor Pasqualina Lehnert, la poderosa ama de llaves y asistente que fue sombra y báculo del papa Pío XII y a la que apodaron con el sobrenombre de la Papisa[21]. Lo cierto es que Stampa, adscrita a la Secretaría de Estado, tradujo al alemán varios libros de Juan Pablo II y se vanagloria de ser la única persona capaz de entender la caligrafía de Benedicto XVI[22].
Según La Repubblica, el hilo que une a Clemens, Sardi y Stampa sería el rechazo, compartido por los tres, a la forma de actuar y filtrar los asuntos importantes al Sumo Pontífice por parte de su secretario Georg Gänswein. «Habrá muchas sorpresas», dijo el cardenal Julián Herranz, presidente de la Comisión Cardenalicia nombrada por el papa para descubrir la verdad acerca de documentos filtrados y publicados en los medios de comunicación. Y parece ser que las sorpresas pueden llegar más pronto que tarde.
Hasta ahora, cuando la prensa publicaba alguna información sobre el Vaticano, la política de la Santa Sede era la de guardar silencio absoluto y sagrado. Sin embargo, eso parece estar a punto de cambiar. Ante las informaciones aparecidas en La Repubblica sobre los tres nuevos «cuervos», la Santa Sede emitió una nota informativa el mismo día en que apareció publicado el artículo:
A propósito de los artículos publicados últimamente en Italia y Alemania sobre la investigación relativa a la difusión de documentos reservados, que insinúan graves sospechas de complicidad por parte de algunas personas cercanas al Santo Padre, la Secretaría de Estado expresa su reprobación más firme y total. Esas publicaciones no están fundadas sobre argumentos objetivos y perjudican gravemente el honor de las personas mencionadas, que desde hace muchos años están al servicio fiel del Pontífice.
Lo afirma, en una nota emitida esta mañana, el padre Federico Lombardi, director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, agregando que «el hecho de que todavía no se hayan dado a conocer los resultados de la investigación por parte de las autoridades encargadas de ello, no legitima, de ningún modo, la difusión de interpretaciones y textos infundados y falsos. No es esta la información a la que el público tiene derecho».
Al mismo tiempo, en un texto difundido por Radio Vaticano, el director de la Oficina de Prensa puntualizaba que había repetido muchas veces que «el hecho de haber sido escuchados por una comisión en el curso de una investigación no significa, de ninguna manera, estar bajo sospecha. Era obvio que las tres personas indicadas en el artículo (Ingrid Stampa, el cardenal Paolo Sardi y el obispo Joseph Clemens) pudieran ser escuchadas, pero esto no lleva aparejado que sean sospechosas de “corresponsabilidad” y “complicidad”».
Por cuanto respecta a un «alejamiento» de sus cargos, el cardenal Sardi terminó su tarea en la Secretaría de Estado cuando ya había cumplido setenta y cinco años; la señora Stampa continúa trabajando en la Secretaría de Estado y el arzobispo Clemens es secretario del Pontificio Consejo para los Laicos desde hace años, y es falso que hayan recibido del papa una carta como la que se describe en el artículo de Die Welt [carta a la que el diario italiano La Repubblica se refiere solo de forma indirecta].
Paolo Gabriele comparecerá a juicio junto a Claudio Sciarpelletti, un informático romano de cuarenta y ocho años que trabajaba en la Secretaría de Estado. Este último, acusado de encubrimiento, estaba bajo arresto domiciliario desde el mes de mayo pasado. Además, al anunciar el enjuiciamiento de Gabriele y Sciarpelletti, la Oficina de Prensa del Vaticano hizo público que los agentes de la Gendarmería vaticana encontraron en la casa del mayordomo papal un cheque a nombre del papa por un valor de cien mil euros que provenía de la Universidad Católica San Antonio de Murcia, una pepita de oro y una copia de 1581 de la Eneida, la epopeya latina escrita por Virgilio en el siglo I a. C. Gabriele que permanece bajo arresto domiciliario tras pasar en completo aislamiento durante dos meses en una celda bajo la vigilancia de la Guardia suiza, podría enfrentarse a una condena de hasta seis años de prisión por una filtración de documentos que se inició en el año 2006 y que, con el paso del tiempo, se convirtió en un auténtico colador.
Bajo la premisa de que la mejor defensa es un buen ataque, la barca de Pedro parece que ha vuelto a retomar su propio rumbo, tras haber estado a punto de hundirse con las filtraciones de documentos secretos a la prensa. Como ha ocurrido en las etapas más convulsas de la historia, el propio papa y la curia están acostumbrados a achicar agua y hacer que el barco siga navegando contra vientos de acusaciones y mareas de corrupción. No obstante, ahora queda lo más difícil. Llegar a buen puerto y contar una historia medianamente creíble. Siendo optimistas, habrá que esperar a que los resultados de la Comisión Cardenalicia se hagan públicos. Siendo pesimistas, lo más probable es que el informe sea «clasificado», incluido en el Archivo Secreto Vaticano y desclasificado dentro de varios siglos.