Nuestro hombre en Milán

El poderoso arzobispado de Milán ha sido desde hace tiempo uno de los campos de batalla entre «diplomáticos» y «bertonianos» a causa, principalmente, del asunto de la adquisición del hospital San Raffaele con dinero del IOR en 2011[12]. Gotti Tedeschi, expresidente del Banco Vaticano, estaba a favor de la operación en un primer momento, pero después, tras estudiar las cuentas en rojo del San Raffaele, decidió cambiar de opinión y situarse en la misma línea de los cardenales Attilio Nicora y Dionigi Tettamanzi. Ni siquiera Benedicto XVI estaba de acuerdo con la adquisición del hospital. De una manera bastante pragmática, el papa, en este caso mucho más mundano que espiritual, aseguró que no solo en el hospital, sino en edificios anexos de la Universidad, se impartían enseñanzas y prácticas de investigación médica que estaban en total confrontación con la doctrina católica. «No se puede sustituir en bloque a médicos, científicos y profesores», dicen que dijo Benedicto XVI al cardenal Camillo Ruini, entonces presidente de la Conferencia Episcopal Italiana (CEI).

Para la conquista de la clínica Gemelli y del hospital San Raffaele, Bertone debía antes controlar el Instituto Giuseppe Toniolo de Estudios Superiores, accionista de ambos establecimientos. Pero había un problema: el Instituto Toniolo era un barco capitaneado por la Conferencia Episcopal Italiana y presidido por el arzobispo de Milán, ambos organismos liderados por diplomáticos afines al cardenal Sodano y contrarios a Bertone. Este intentó un abordaje al Toniolo con el único fin de apartar de su camino a Camillo Ruini. Para ello debía acabar antes con un puntal importante del poder de este en el Toniolo, Dino Boffo, director del diario Avvenire, propiedad de la CEI y miembro del consejo del Toniolo, que no hacía más que entorpecer desde las páginas del diario el deseo de Bertone de hacerse con el control de los dos hospitales. Así pues, se inició una campaña «interesada» contra Boffo, a quien llegó a acusarse de homosexualidad[13]. Finalmente, los partidarios de Angelo Sodano consiguieron retener el control del Instituto Toniolo de Estudios Superiores y el cardenal Bertone se vio obligado a dar un paso atrás, abandonando su sueño de crear un gran grupo hospitalario bajo el control de la Santa Sede y cuyos buques insignia habrían sido el hospital San Raffaele de Milán y la clínica Gemelli de Roma, pertenecientes ambos a la Universidad Católica del Sagrado Corazón.

Pero Bertone no iba a olvidar esta derrota y el arzobispado de Milán se convertiría en un barco más que intentar abordar. El 3 de marzo de 2011, monseñor Giuseppe Bertello[14], nuncio papal en Italia y miembro de la guardia pretoriana de Bertone, recibió una carta de Julián Carrón, presidente de la Fraternidad de Comunión y Liberación. El texto, de tres páginas, estaba dividido en siete puntos más una parte importante en la que Carrón hacía abiertamente una recomendación para la persona que debería ocupar el cargo de arzobispo de Milán. Al principio de la carta, Carrón hace un breve repaso a la crisis de fe en la sociedad, la crisis de vocaciones, la confusión de los fieles con el léxico usado por muchos religiosos en las misas, los «movimientos católicos» como una ayuda a la Iglesia y no como una «Iglesia paralela». Pero en los párrafos finales Julián Carrón lanza a Bertello el nombre del candidato ideal para ocupar el puesto de arzobispo de Milán.

Finalmente, se me permita revelar, por todas estas razones expresadas con brevedad, la necesidad y la urgencia de una elección de discontinuidad significativa con respecto al planteamiento de los últimos treinta años, dado el peso y la influencia que la Archidiócesis de Milán tiene en Lombardía, en Italia y en todo el mundo.

Esperamos un Pastor que sepa fortalecer los lazos con Roma y con Pedro, anunciar con valentía y fascinación existencial la alegría de ser cristianos, para ser pastor de todo el rebaño y no solamente de una parte. Necesitamos una personalidad que tenga profundidad espiritual, fe firme y clara, con gran prudencia y caridad, y con una preparación cultural que le permita comunicarse efectivamente con la variedad de componentes eclesiásticos y civiles, firme en lo esencial y valiente y abierto de cara a los muchos retos de la posmodernidad.

Por la gravedad de la situación, no creo que se pueda apostar en una personalidad de segundo plano o uno llamado outsider, que inevitablemente, terminaría por inexperiencia asfixiado en los mecanismos consolidados por la curia local. Necesitamos una personalidad de gran fe, de experiencia humana y de gobierno, capaz de inaugurar realmente y decididamente un nuevo curso.

Por estas razones, la única candidatura que siento en conciencia de someter a la atención del Santo Padre es la del patriarca de Venecia, el cardenal Angelo Scola.

Debo señalar que con esta indicación no tengo la intención de favorecer el vínculo de amistad y cercanía del patriarca con el movimiento de Comunión y Liberación, sino resaltar el contorno de una figura de gran prestigio y experiencia que, en situaciones muy delicadas de gobierno, ha demostrado la firmeza y la claridad de la fe, energía en la acción pastoral y gran apertura hacia la sociedad civil y una mirada verdaderamente paternal y de valorización de todos los componentes y todas las experiencias eclesiales. Por otra parte, la edad relativamente tardía (setenta años en 2011) del patriarca en la situación actual no representa un handicap, sino una ventaja: puede trabajar por algunos años con gran libertad, abriendo así nuevos caminos que otros seguirán.

Lo interesante del texto no es solo el claro apoyo mostrado por Carrón a Scola, sino la larvada crítica a los dos últimos arzobispos que han dirigido la archidiócesis de Milán «durante los últimos treinta años»: el cardenal Carlo Maria Martini, que lideró esta archidiócesis desde diciembre de 1979 hasta julio de 2002, y el cardenal Dionigi Tettamanzi, nombrado arzobispo de Milán en julio de 2002. Ambos eran «progresistas» declarados; ambos fueron «papables» en los dos últimos cónclaves —el de 1978 y el de 2005— y los dos contaban con un gran carisma y popularidad entre la gente de su archidiócesis. Angelo Scola, por el contrario, es un hombre con una ideología más cercana al papa. Profesor de Teología Moral en la Universidad de Friburgo, en 1982 Scola pasó a formar parte del cuerpo de profesores de la Pontificia Universidad Lateranense para impartir la misma asignatura. Activo colaborador de Comunión y Liberación, en 1991 el papa Juan Pablo II lo nombró obispo y prefecto para la Congregación de los Obispos. En el año 2002 fue designado patriarca de Venecia y, un año después, elevado al cardenalato.

Durante unos cuantos días, el cardenal Tarcisio Bertone tomó buena nota de la carta de Carrón, aunque no adoptó ninguna decisión al respecto. Pero el sábado 26 de marzo de 2011 Bertone envió a Tettamanzi una carta vía fax (escrita dos días antes), en plena guerra por el control del Instituto Toniolo de Estudios Superiores y del hospital San Raffaele de Milán. Tettamanzi había tomado partido por aquellos que están en contra del control de la entidad por parte del Vaticano, entre los que se encontraba, como ya dijimos, el propio papa, Ettore Gotti Tedeschi y el cardenal Attilio Nicora, jefe de la APSA. En el texto, de dos folios, Tarcisio Bertone despide fulminantemente al cardenal Dionigi Tettamanzi de su puesto de presidente del Toniolo, con lo que se quitaba de encima, y de un plumazo, a una gruesa piedra en su camino por el control del hospital San Raffaele. «Ahora, habiendo terminado el plazo del cargo de unos miembros del Comité Permanente, el papa quiere llevar a cabo una renovación, por la que Vuestra Eminencia está relevado de su oneroso cargo», escribió Bertone.

02

Carta de Julián Carrón, presidente de la Fraternidad de Comunión y Liberación, a monseñor Giuseppe Bertello, nuncio en Italia, en la que le informa de su apoyo al cardenal Scola para el arzobispado de Milán y por criticar a Martini y Tettamanzi. 3 de marzo de 2011.

03

Tettamanzi, hombre muy entrenado en los entresijos de la maquinaria vaticana, no se amilanó ante el fax recibido y, cuatro días después, el lunes 28 de marzo, decidió enviar directamente una misiva al Sumo Pontífice para saber si este estaba informado de su cese y de la maniobra de Bertone.

La mañana del día 26 de marzo me llegó un fax, en calidad de presidente del Instituto Giuseppe Toniolo, una carta «reservada-personal» de parte del secretario del Estado, la que me induce, en un periodo que debería ser dedicado más bien a la meditación y a rezar, y a compartir directamente con Usted unas desagradables consideraciones.

La carta de Bertone comienza desde mi nombramiento a la Presidencia del Instituto Toniolo en 2003, unos meses después de mi llegada a Milán, tras las dimisiones del senador Emilio Colombo debido a razones relacionadas a su conducta pública y privada, y no por modificaciones del estatuto, como afirma en la carta Bertone. Añado que la mencionada «praxis se remonta a las fases iniciales del Instituto» sobre que la Secretaría de Estado debería indicar el nombre de la persona a ocupar la presidencia, no me consta en esta histórica sede.

La referencia a un originario «bienio» de plazo de mi cargo, también sin fundamento, y a una duración de mi cargo prolongada es la única razón aducida para proceder de inmediato en la coacción a mis dimisiones como presidente del Instituto Toniolo y como miembro del Comité Permanente, a la renovación directamente de parte de la Santa Sede de los miembros del Comité Permanente, a la congelación de cualquier medida o decisión relativa a nombramientos, asignación de cargos o actividades relacionadas a la gestión del Instituto hasta el nombramiento, a más tardar antes del 10 de abril, del Prof. Flick como nuevo presidente. Anoto al margen que el candidato, cuyo perfil levanta ciertas perplejidades, de manera sorprendente ya ha sido informado por el secretario de Estado de su futuro nombramiento.

Todas estas sanciones, que podrá encontrar en la carta adjunta —medidas indudablemente muy graves con respecto al Instituto Toniolo, a la Universidad Católica y a mí mismo en calidad de arzobispo de Milán— afirma que son por voluntad de Vuestra Santidad, voluntad a la que se refiere en todo momento.

Yo, conociendo muy bien el sosiego y la delicadeza de trato de Vuestra Santidad y sabiendo siempre actuar por el bien del Instituto y de la Iglesia, con transparencia y sentido de responsabilidad y sin tener nada que reprocharme, tengo razones para una profunda perplejidad acerca de la última carta que recibí y para dudar de que esta sea expresión de Vuestra persona.

Uno de los claros objetivos de mi nombramiento como presidente, junto a la exigencia de renovar los órganos directivos del Instituto, de sobrepasar las dificultades de una gestión basada en el clientelismo y parasitaria, y relanzar las finalidades originarias del Instituto, era la de encaminar las actividades de estudio y de investigación de la Universidad Católica al camino de la Iglesia italiana, intentando ganar resistencias también no limpias por parte de personas vinculadas a la Santa Sede (no puedo esconder que detrás de la actual campaña de desprestigio hay intereses no eclesiales y personas no despejadas vinculadas a la anterior gestión).

Vuestro predecesor, Juan Pablo II, no solo me confirmó este mismo objetivo durante la audiencia personal del 24 mayo 2004, sino en la carta autógrafa del 7 de junio, que adjunto, fortaleció mi papel nombrándome representante de la Santa Sede en el Comité Permanente, con órdenes precisas de referir a él mismo acerca de los asuntos más relevantes en las actividades del Instituto (y esto de por sí aclara las condiciones en las que ejerzo mi trabajo).

En este ultimo año, el Instituto ha sido calumniado y atacado, también por los medios de comunicación, por supuestas y nunca demostradas ineficiencias administrativas y de gestión, con la expresión «mala gestio». Nada de esto ha pasado en realidad. Los hechos de los últimos años demuestran que el Instituto —con una notable inversión de mi tiempo y energías— se ha volcado en devolver la Universidad Católica a los italianos. Una profunda reflexión sobre los objetivos y finalidades del Instituto nos ha permitido acabar con un largo periodo de irrelevancia pública, de concentración patológica de los poderes y total falta de transparencia en el destino de las donaciones. A día de hoy, el Toniolo ha vuelto a tener una identidad clara, volcada en el servicio a la Universidad y a la Iglesia, y un papel en línea con las mayores fundaciones universitarias del país.

[…]

Sé muy bien que compartiendo con Usted estas mis consideraciones le voy a dejar en una posición difícil para la gestión de las relaciones de Gobierno. Lo lamento mucho, pero también es claro que no me queda otra opción. La solución más sencilla me parece ser la de seguir adelante con mi trabajo en el Instituto, con determinación y serenidad, sin tener en cuenta la última carta recibida. Quedo a la espera de mi confirmación por su auténtica palabra.

Confirmo la más plena e inmediata disponibilidad a informar directamente a Vuestra Santidad del trabajo hecho y de los proyectos para el futuro, como a facilitar toda la documentación que se refiere a mis afirmaciones, a aceptar pleno corde Su indicación o cualquier decisión de vuestra Santidad al respecto y hacerme prontamente disponible por si Usted considerase oportuno un encuentro personal.

[…]

04

Carta de Tarcisio Bertone a Dionigi Tettamanzi, arzobispo de Milán, en el que le informa que ha sido cesado como presidente del Instituto Toniolo, ente fundador de la Universidad de Milán y que controla el hospital San Raffaele. 24 de marzo de 2011.

05

Quede claro que no hago oposición a que, tras haber nombrado un sucesor, renovado con sabiduría los órganos, pero, sobre todo, tras haber referido en detalle a Usted y esperado su opinión, sea posible evaluar la oportunidad de empezar los expedientes institucionales para elegir a otro presidente. Mi disponibilidad es plena y total. Lo que me anima no es conservar mi cargo, sino cumplir con mis obligaciones y dejar una Institución en las mejores condiciones para servir a la Universidad, a la Iglesia italiana y Universal, de manera específica a los jóvenes y no a los intereses particulares o de una parte.

Tettamanzi no solo no recibió respuesta alguna del Sumo Pontífice, sino que, tres meses después de haber enviado la carta al papa, fue sustituido en el cargo de arzobispo de Milán por el cardenal Angelo Scola, el candidato recomendando por el presidente de Comunión y Liberación. Asimismo, el 7 de julio de 2011, el cardenal Attilio Nicora, otro de los enemigos de Bertone, dimitió como presidente de la poderosa Administración de Patrimonio de la Sede Apostólica (APSA).

Aunque el secretario de Estado Bertone se quitaba así dos molestas chinas del zapato, sabía también que en el hipotético caso de que se convocase un cónclave antes de dos años, tendría tanto en Tettamanzi como en Nicora dos serios enemigos y rivales bajo la Capilla Sixtina. Dionigi Tettamanzi dejará de ser cardenal-elector al cumplir la edad límite de ochenta años, el 14 de marzo de 2014. Attilio Nicora lo hará el 16 de marzo de 2017.

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Carta de Dionigi Tettamanzi a Benedicto XVI en la que le pregunta si sabe algo de su cese como presidente del Instituto Giuseppe Toniolo de Estudios Superiores de Milán por parte de Bertone. 28 de marzo de 2011.