Tarcisio Bertone, un personaje para la polémica

En 2009, cansado ya de las luchas intestinas dentro de la Santa Sede, el papa Benedicto XVI escribió en una carta a los obispos lo que sería una seria advertencia: «Si os mordéis y devoráis unos a otros, terminaréis por destruiros mutuamente». Estaba claro que el Sumo Pontífice se sentía como un Jesús rodeado de unos apóstoles enfrentados en sectores, familias, intereses, riquezas y poder.

La filtración de documentos que provocó el estallido del caso Vatileaks ponía sobre el tapete la evidencia de que el Vaticano se había convertido en un auténtico campo de batalla entre facciones de la curia y Tarcisio Bertone era el que salía peor parado. En casi todos ellos el número dos del Estado Vaticano aparecía como un auténtico conspirador, ambicioso, manipulador y enemigo de la transparencia. El mismo rotativo afirmaba incluso que Benedicto XVI habría ya manifestado a los cardenales Camillo Ruini, Marc Ouellet, Jean-Louis Tauran, George Pell y Jozef Tomko, conocidos en el Vaticano como los «cinco sabios», que Bertone no seguiría en su puesto «por voluntad propia» y que pediría permiso al Santo Padre para poder retirarse, pues hacía tres años que había cumplido el límite de edad de jubilación para los religiosos, que es de setenta y cinco años[4]. El prestigioso rotativo italiano interpretaba que Bertone, uno de los más estrechos colaboradores del papa desde su etapa como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, era el centro de las críticas dentro de la curia por su «mal gobierno». A la vista de estas graves acusaciones, el propio Bertone tomó la palabra en una entrevista concedida a la revista Famiglia Cristiana: «Los periodistas son los responsables del clima de mezquindad, mentiras y calumnias. Juegan a imitar a Dan Brown. Se inventan fábulas y leyendas. Todo es falso. Hay una voluntad de dividir que viene del Diablo», dijo.

Eran muchos, católicos y no católicos, los que se preguntaban: ¿quién es este hombre que genera odio y admiración en la misma medida?; ¿quién es realmente este experto en el Tercer Secreto de Fátima?; ¿quién es este diplomático experto en Derecho Canónico y que habla fluidamente italiano, francés, inglés, español, alemán, portugués, polaco, latín, griego y hebreo? Nacido el 2 de diciembre de 1934 en Romano Canavese, en la región del Piamonte, el futuro cardenal Bertone se crio en una casa con claro sentimiento antifascista. En 1950, justo el día después de cumplir dieciséis años, decidió ingresar en el seminario de los salesianos y diez años después fue ordenado sacerdote. El futuro secretario de Estado obtuvo el doctorado en Derecho Canónico con una tesis sobre el gobierno de la Iglesia durante el pontificado de Benedicto XIV. Los siguientes años en la vida de Bertone se dirigieron a la enseñanza en la Pontificia Universidad Salesiana y en la Pontificia Universidad Lateranense, hasta que en 1988 fue llamado por el entonces cardenal Joseph Ratzinger, poderoso prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, para formar parte del comité de expertos que debía negociar con los excomulgados lefebvristas su posible vuelta a la disciplina de Roma. Su labor en el comité hizo que el 4 de junio de 1991 el papa Juan Pablo II lo nombrara obispo. Diez años después, el mismo Sumo Pontífice, por indicación de Ratzinger, le pidió que participara en el equipo negociador que debía convencer a Emmanuel Milingo, arzobispo emérito de Lusaka, para que retornase a la Iglesia católica. Milingo había abandonado la disciplina de Roma tras contraer matrimonio con una mujer miembro de la secta Moon.

Finalmente, en el consistorio celebrado el 21 de octubre de 2003, Tarcisio Bertone fue elevado al cardenalato por el papa Juan Pablo II, lo que le permitió participar como cardenal elector en el cónclave de 2005, de donde salió elegido Joseph Ratzinger como Sumo Pontífice. Se dice que, durante aquellos dos días (y cuatro votaciones) que duró el cónclave, Bertone se convirtió en el «jefe de campaña» de Ratzinger: luchó contra los anti-Ratzinger, concentró a los pro-Ratzinger en un bloque compacto y, finalmente, desanimó a los que tenían posibilidades de ser elegidos. Como premio, en 2006, el ya Benedicto XVI se quitó de en medio al molesto Angelo Sodano y le nombró secretario de Estado, y un año después, el 4 de abril de 2007, camarlengo de la Cámara Apostólica, es decir, el hombre que deberá ejercer de papa «en funciones» durante la llamada «sede vacante» tras el fallecimiento de Benedicto XVI y el nombramiento de su sucesor en el siguiente cónclave. Estos dos cargos, que no habían sido desempeñados por una misma persona desde la época del cardenal Jean-Marie Villot, han dado a Tarcisio Bertone un poder inusitado dentro de la Santa Sede, lo que ha suscitado una lluvia de críticas desde amplios sectores del Colegio Cardenalicio.

Desde el momento en que Bertone asumió su nuevo cargo al lado del papa, la polémica no le ha abandonado a causa de sus continuas meteduras de pata. La primera de ellas sucedió dos semanas antes de asumir el cargo, cuando en una entrevista habló acerca de una necesaria reforma de la curia, algo que no gustó nada a la maquinaria de Juan Pablo II, que era la que seguía mandando en los departamentos vaticanos. Bertone dijo: «Después de casi dos décadas, una evaluación de cómo se organizan los dicasterios es más que comprensible, con el fin de reflexionar sobre cómo rehacer las estructuras existentes de forma más eficiente para la misión de la Iglesia y, eventualmente, considerar si todas ellas deben mantenerse»[5]. Es curioso que la entrevista, aparecida en Catholic News, se titulase «El Cardenal Bertone quiere ser secretario de la Iglesia y no de Estado», remarcando así una clara y desmedida ambición.

En diciembre de 2006 provocó un serio conflicto interreligioso, primero con los ortodoxos y después con los judíos. El primer caso se desató el 5 de diciembre, cuando el patriarca Alexius II acusó abiertamente a la Santa Sede de hacer una «política muy hostil, por haber llevado a cabo [la Iglesia católica] una auténtica caza furtiva en tierras ortodoxas de Rusia y otras exrepúblicas soviéticas». En respuesta a esa acusación, el cardenal Bertone aseguró: «No queremos realizar proselitismo en Rusia». Ciertamente, mentía[6]. El segundo caso tuvo lugar el 5 de junio de 2007, cuando el cardenal secretario de Estado Bertone, en una conferencia por la presentación de una nueva biografía de Pío XII, defendió al papa ante las denuncias de «indiferencia» hacia los judíos durante la oscura etapa del holocausto. El número dos vaticano condenó esta acusación como una «leyenda negra y un ataque a la sensatez y la racionalidad, que ha llegado a ser tan firmemente defendida que, incluso a estas alturas, es una ardua tarea el contrariarla». Las autoridades judías en Italia y en Israel presentaron una protesta formal a la Santa Sede por estas declaraciones.

Pero las polémicas provocadas por Tarcisio Bertone no iban a acabar ahí. En una entrevista concedida al diario francés Le Figaro el 31 de marzo de 2007 y publicada dos días después, el cardenal Bertone confirmaba la inminente publicación de un muy esperado Motu Propio de Benedicto XVI, por el que se extendía el indulto para la celebración de la «misa tridentina». Pero la polémica real vendría cuando el cardenal Bertone hizo una abierta acusación contra la prensa por «poner de relieve las opiniones del Vaticano en materia de sexo [pederastia y abusos sexuales por parte de religiosos], mientras se mantiene un silencio ensordecedor sobre el trabajo de caridad realizado por miles de organizaciones católicas de todo el mundo». Y Bertone continuó diciendo: «Veo una gran fijación por parte de algunos periodistas de meterse en cuestiones morales, tales como el aborto y las uniones homosexuales, que son sin duda cuestiones importantes pero que en absoluto constituyen el pensamiento y la obra de la Iglesia». Nuevamente, la polémica estaba servida[7]. El 31 de diciembre de 2007 Bertone afirmó que «la Iglesia consideraría la adopción de medidas más fuertes contra los narcotraficantes. Esta acción, posiblemente, podría incluir la excomunión». E hizo otra declaración, aún más alarmante, sobre «la preocupación de la Iglesia ante el “desastre” de la droga que alimenta aún más la violencia», justo antes de la visita oficial de Benedicto XVI a México.

Las críticas a Tarcisio Bertone no solo han llegado desde el interior de los muros vaticanos, sino también desde el exterior a través de tres importantes vaticanistas. El escritor Geoffrey Robertson, en su libro The Case Of The Pope: Vatican Accountability for Human Rights Abuse, critica abiertamente al cardenal Bertone por su rechazo a la exigencia de que un obispo estuviese obligado a ponerse en contacto con la Policía para denunciar a un sacerdote que hubiese admitido haber cometido delito de pedofilia. Bertone sostuvo que «si un sacerdote no puede confiar en su obispo por temor a ser denunciado, ello significaría que no hay más libertad de conciencia». En la Pascua de 2010, el secretario de Estado culpó públicamente del escándalo sexual contra niños «a la infiltración de homosexuales en el clero»[8]. Sandro Magister, otro influyente vaticanista, lo criticó por exponer a Benedicto XVI a «controversias públicas», como la ocurrida en las nominaciones episcopales en Italia o Polonia. Magister afirmaba que «existía un serio problema entre comunicación y gobierno en el interior del Vaticano».

Pero fue el libro escrito por Tarcisio Bertone sobre el «Tercer Secreto de Fátima», titulado The Last Secret of Fatima[9], el que despertaría mayores críticas por parte del vaticanista Antonio Socci. El periodista publicó un artículo en el que se preguntaba: «Estimado cardenal Bertone, ¿quién, entre usted y yo, está mintiendo deliberadamente?… Y, por favor, no mencione a la masonería»[10]. Socci se refería en su artículo al libro escrito por el abogado católico Christopher Ferrara, El secreto permanece oculto[11], que contiene un anexo titulado «101 motivos para dudar de las afirmaciones del cardenal Bertone». Ferrara acusaba al secretario de Estado de estar involucrado en un engaño sistemático, junto a Sodano y Ratzinger, para ocultar la existencia de un documento en el que aparecerían las palabras de la Virgen María y que algunos creen que contendría información sobre el Apocalipsis y la llegada de una gran ola de apostasía. Bertone jamás respondió a esta acusación.