La gran brecha abierta en la curia entre «bertonianos» y «diplomáticos» apareció en los últimos días del pontificado de Juan Pablo II. El cardenal Angelo Sodano, líder de los segundos, es un diplomático de carrera que estudió en la prestigiosa Pontificia Ecclesiastica Academia. En los pasillos del Palazzo Severoli, en la romana Piazza della Minerva, se fraguaban estrategias políticas y diplomáticas, siempre bajo la alargada sombra de Agostino Casaroli, el estratega de la Ostpolitik vaticana. Sodano fue uno de los múltiples alumnos aventajados de Casaroli, al igual que el cardenal Leonardo Sandri, nuncio en México y sustituto de la Secretaría de Estado cuando Sodano era secretario de Estado; el cardenal Giovanni Battista Re, formado en los sótanos de la Secretaría de Estado y más tarde prefecto de la Congregación de los Obispos; el cardenal Achille Silvestrini, prefecto de la Congregación para las Iglesias Orientales en la década de los noventa, o el cardenal Crescenzio Sepe, arzobispo de Nápoles y primer responsable de la oficina de información y elevado poco después a prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos.
Angelo Sodano fue nombrado secretario de Estado en 1990, sustituyendo a Casaroli, en un momento en que el mundo estaba cambiando con la caída del Muro de Berlín, el fin del comunismo y el inicio del nuevo terrorismo. A pesar de que la Santa Sede fue invitada por la ONU a formar parte de pleno derecho y no solo como observador, Sodano, fiel seguidor de las directrices de Juan Pablo II, prefirió continuar con su estatus para poder mantener una imagen de «neutralidad». De hecho, la diplomacia vaticana protestó enérgicamente por los bombardeos de la OTAN en Yugoslavia y por la intervención en Irak tras el 11-S.
Muchos de los ahora cardenales y monseñores que pasaron por el Palazzo Severoli mantienen a rajatabla la primera norma que se les enseña en la Pontificia Ecclesiastica Academia y que todo buen diplomático debe saber, el llamado «martirio de la paciencia», algo en lo que los hombres de Sodano, al contrario que los «bertonianos», son unos verdaderos expertos. Sodano lidera un grupo de hombres de élite salidos de las aulas del Palazzo Severoli y conocidos dentro de la Santa Sede como la «banda de los descontentos». Sin embargo, lo que en verdad defienden ante otros grupos de presión es la necesidad de «cooperar sin perder soberanía», frente a los «bertonianos», que defienden sencillamente la no cooperación en materia de transparencia financiera.
Rumores vaticanos hablan de una cupola, formada por un importante grupo de cardenales que se reúnen una vez al mes en las oficinas del cardenal Sodano como decano del Colegio Cardenalicio, el primero en tener despacho oficial para tal cargo en la Santa Sede. La oficina de Sodano recibió fondos multimillonarios tras abandonar la Secretaría de Estado. Al parecer, algunos vieron en ello una forma de mantenerlo callado, algo que todavía no han logrado.
Cuando en el cónclave de 2005 salió elegido Sumo Pontífice el cardenal Joseph Ratzinger, Sodano supo entonces que tenía los días contados como secretario de Estado. Él deseaba mantener a sus hombres en el mayor número de puestos, pero no lo consiguió. Fue el primero en gritar ¡Santo Subito! para Juan Pablo II, deseoso de convertirse en el líder de la causa, pero Benedicto XVI lo paró en seco, alegando que debían esperar cinco años de la muerte del candidato antes de iniciarla. También Sodano presionó para elegir al sucesor del cardenal Camillo Ruini como presidente de la Conferencia Episcopal Italiana (CEI), pero el propio Benedicto XVI lo desautorizó públicamente.
Sodano, sin consultar con el papa, había mantenido una reunión secreta con monseñor Paolo Romeo, entonces nuncio en Italia y ahora cardenal y arzobispo de Palermo. En la reunión, le pidió que enviase una carta a todos los obispos italianos, excepto a Ruini, para saber cuáles serían sus preferencias en la lista de posibles candidatos a ocupar el cargo de presidente de la CEI. Sorpresivamente, alguien informó a Ruini, y este a Benedicto XVI. Fue entonces cuando el papa, en presencia de Angelo Sodano, confirmó a Camillo Ruini como presidente de la CEI donec aliter provideatur (hasta que disponga lo contrario).
En junio de 2006 comenzaron a circular rumores sobre el reemplazo de Angelo Sodano al frente de la Secretaría de Estado, algo que se hizo efectivo en septiembre del mismo año. Los rumores apuntaban al cardenal Bertone, arzobispo de Génova, para sustituirlo. Sodano no se dio por vencido y envió a Génova a su secretario, monseñor Piero Pioppo[120], con el fin de convencer a Bertone para que no aceptase el cargo. El arzobispo de Génova dijo al enviado de Sodano que lo pensaría, pero lo que no dice es que ya había comunicado al papa su interés por el cargo y que, si se le ofrecía, «lo cumplirá con el mayor sentido de lealtad al papa y a la Santa Iglesia católica a la que sirve».
El canto del cisne de Angelo Sodano y de la «era Sodano» en la Secretaría de Estado sucedió el 12 de septiembre de 2006, con el terremoto diplomático provocado por las palabras del papa en la Universidad de Ratisbona, cuando afirmó: «Muéstrame también aquello que Mahoma ha traído de nuevo, y encontrarás solamente cosas malvadas e inhumanas, como su directiva de difundir por medio de la espada la fe que él predicaba». Tres días después, Sodano fue cesado de forma fulminante de su cargo, y Tarcisio Bertone, nombrado nuevo secretario de Estado. Benedicto XVI está preparado para cambiar el arte de la diplomacia vaticana, dejando atrás el «todo vale» de Casaroli.
Cuando en septiembre se produjo el cambio, Sodano se negó a abandonar su oficina y los veintitrés despachos en los que están repartidos los diferentes departamentos de la Primera Sección, encargada de los asuntos generales de la Iglesia, y la Segunda Sección, encargada de las relaciones diplomáticas con los Estados. Eso creó una mayor tensión entre el cardenal Bertone, que deseaba asumir con mano de hierro su nuevo cargo, y el cardenal Sodano, que aunque asumía su nueva situación, eso no significaba tener que perder poder e influencias dentro de la maquinaria vaticana. Sodano tardó un año en abandonar su despacho de secretario de Estado. No lo hizo hasta que estuvo preparada la nueva ala destinada al Decano del Colegio Cardenalicio. A día de hoy, las puertas de los despachos de Bertone y Sodano están separadas por apenas diez metros la una de la otra.
A finales de 1999, seis años antes de ser elegido Ratzinger Sumo Pontífice, un grupo de funcionarios vaticanos que se hacían llamar «los milenarios» recopilaron en un libro titulado Via colvento in Vaticano[121] una serie de hechos que mostraban con nitidez las grandes luchas intestinas dentro de la curia, muchas de ellas provocadas por los «diplomáticos» de Sodano. Estaba claro que los «diplomáticos» habían fortalecido sus lazos no solo en la Pontificia Ecclesiastica Academia, sino en mil batallas cuando fue necesario salvar a una comunidad cristiana en algún rincón del mundo, establecer un tratado o concordato o asegurar una relación diplomática. En el sector de los «bertonianos», eso lazos solo se han conseguido establecer por la férrea mano del actual secretario de Estado.
Curiosamente, el último consistorio, celebrado el sábado 18 de febrero de 2012, ha supuesto un importante espaldarazo para Tarcisio Bertone. El papa nombraba a veintidós nuevos cardenales, dieciocho de ellos menores de ochenta años y, por tanto, con derecho a voto en el próximo cónclave. De esos dieciocho, al menos once se han declarado abiertos partidarios del cardenal secretario de Estado Tarcisio Bertone. Entre ellos se encuentran los italianos Domenico Calcagno, Giuseppe Versaldi, Giuseppe Bertello, el brasileño João Bráz de Aviz, el checo Dominik Duka, el maltés Prospero Grech y el español Santos Abril y Castelló, vicecamarlengo de la Cámara Apostólica hasta el pasado mes de julio, entre otros. En el grupo de los partidarios del cardenal Angelo Sodano hay cinco nuevos cardenales: los italianos Antonio Maria Vegliò y Fernando Filoni, el portugués Monteiro de Castro, el hongkonés John Tong Hon y el hindú George Alencherry.
Alguien dijo un día que, durante la guerra, la Iglesia debía promover la paz, pero lo más difícil, al parecer, es que el papa Benedicto XVI consiga establecer una entente cordiale entre «diplomáticos» y «bertonianos» antes de que sus representantes tengan que entrar nuevamente en la Capilla Sixtina para elegir a su sucesor. Los vaticanistas aseguran que esta es una meta demasiado lejana para alcanzarla, debido a la profunda brecha que separara a unos de otros. Las inexistentes relaciones entre Angelo Sodano y Tarcisio Bertone así lo demuestran.
Sodano dejó de ser cardenal elector el 23 de noviembre de 2007, cuando cumplió ochenta años. Bertone lo seguirá siendo, siempre y cuando el próximo cónclave se celebre antes del 2 de diciembre de 2014, que es cuando el secretario de Estado los cumplirá, perdiendo así la posibilidad de ser elegido Sumo Pontífice.
En la actualidad, el presidente de la Pontificia Ecclesiastica Academia es el arzobispo Beniamino Stella, un hombre próximo a Tarcisio Bertone, quien intentaría de esta forma controlar un importante punto de disidencia. Pero para que la influencia de los «bertonianos» llegue hasta el interior de las aulas de la Academia tendrán que pasar muchas décadas y, por supuesto, hacer que desaparezca de su fachada el escudo cardenalicio de Angelo Sodano.