Uno de los principales indicadores de que la Santa Sede parece estar entrando en una nueva etapa informativa, lastrada hasta ahora por enormes torpezas, profunda opacidad y largos silencios, sería la entrada en la Oficina de Prensa de un nuevo actor. Al padre Federico Lombardi el Vatileaks le ha quedado demasiado grande y está claramente superado por los acontecimientos. La filtración de los documentos, las revelaciones de los escándalos en el IOR, las luchas intestinas entre «bertonianos» y «diplomáticos» han sido demasiado para él.
Para esta nueva etapa en el pontificado de Benedicto XVI se ha decidido fichar como asesor a Greg Burke, experimentado reportero de la agencia Reuters y la revista Time y excorresponsal de la conservadora cadena Fox News en Roma. Cuando la resabiada prensa vaticanista se enteró del fichaje, el primer comentario fue que «lo tendría muy difícil y que habrían de pasar muchos años hasta que el laico estadounidense lograra influir en la lenta y pesada burocracia de la Santa Sede». El caso Vatileaks no solo ha puesto de manifiesto que en el Vaticano y en sus sótanos existen demasiadas fuerzas oscuras, sino, además, que en la Santa Sede existe a día de hoy una absoluta incapacidad para adaptarse a la transparencia, no solo financiera, sino también informativa. Así se lo pidieron a Burke el Sumo Pontífice y el sustituto de la Secretaría de Estado, el arzobispo Angelo Becciu, que es quien lo recomendó al papa para esta ardua tarea. Burke ha declarado:
No soy ni un cardenal ni un gurú de la comunicación, pero sí un periodista con mucha experiencia, y por eso sé lo que buscan los periodistas. […] Puedo aconsejar. Intentar influir para que existan menos espacios oscuros en el Vaticano. Cuando no se sabe, se fabula, se imagina lo peor. Mi idea es aportar claridad. Tengo ilusión, pero sé que no voy a poder resolverlo todo. Iré poco a poco y, por supuesto, no entraré como los marines.
Greg Burke deberá cambiar una política que tiene veinte siglos de tradición. Aprovechando que el papa estaba de vacaciones en Castel Gandolfo y que su secretario de Estado Bertone fracasó estrepitosamente cuando intentó explicar los hechos demostrados en las filtraciones del Vatileaks, Burke decidió ponerse al timón en su nuevo despacho, situado en un ala de la Secretaría de Estado, en el Palacio Apostólico.
Los que lo conocen dicen de este estadounidense de cincuenta y dos años que es un hombre afable, abierto y poco dado al protocolo, algo con lo que chocará seguro cuando entre en el Vaticano, que vive por y para el protocolo. A Burke le gusta esta frase: «Jesús no buscó un relaciones públicas para intentar evitar la cruz» y ese cuento que sucede entre Moisés y un relaciones públicas al que contrata para que consiga que Dios abra las aguas del Mar Rojo y poder huir de la persecución de los soldados del faraón. La historia dice así: Moisés debe cruzar el Mar Rojo dirigiendo a los judíos hacia la tierra de Israel. Para ello contrata los servicios de un relaciones públicas. Llegado el momento, el experto dice a Moisés: «Maestro yo me ocuparé de todo. Déjelo en mis manos». Pasan los días y cuando el ejército del faraón está a punto de alcanzarlos, Moisés, muy enfadado, pide a Dios directamente que abra las aguas para dejar paso al pueblo judío. Días después, Moisés vuelve a encontrarse con el relaciones públicas y le pregunta: «Vale, pero ¿de qué nos has servido?». El relaciones públicas responde: «En esto de las aguas, en nada, pero al menos te he conseguido un par de páginas en la Biblia». En efecto, este será uno de sus trabajos: que los titulares de los medios, aunque sigan siendo tan incisivos como hasta ahora, al menos dejen de mostrar una imagen tan sumamente negativa de la Santa Sede en general y del papa en particular.
La tarea del nuevo asesor será una pesada cruz que tendrá que llevar al hombro, y en muchas ocasiones de forma solitaria. En los despachos vaticanos existen enormes recelos de los religiosos hacia los laicos, más aún cuando este ha sido llamado por el propio papa en ayuda a la Santa Sede. Lo más difícil de todo será compaginar el trabajo de Greg Burke con el del secretario de Estado Bertone, pues, al fin y al cabo, su nombramiento no ha sido visto con demasiados buenos ojos por todos. El que Burke sea numerario del Opus Dei, así como el hecho de que el cardenal Julián Herranz, otro conocido miembro del Opus, esté al frente de la comisión de investigación del caso Vatileaks, revela la confianza que Benedicto XVI muestra a la organización fundada en 1928 por José María Escrivá de Balaguer. A Burke no parece importarle esta imposición de etiquetas. «Mi primer objetivo será meter la linterna en la banca vaticana y, enseguida, influir en el proceso contra Paolo Gabriele, el mayordomo del papa, para que sea público», afirmó.
La cuestión ahora es si las «fuerzas oscuras» permitirán a este estadounidense sacar a la luz los grandes defectos, pero también las enormes virtudes, de una institución que tiene más de veinte siglos de existencia. Greg Burke formará parte del «comité de crisis» del Palacio Apostólico para las relaciones con los medios. Este comité estará formado, además, por monseñor Giovanni Angelo Becciu, su segundo al mando; por el religioso estadounidense Peter Brian Wells, actual asesor para Asuntos Generales de la Secretaría de Estado; por monseñor Carlo Maria Polvani, jefe del Servicio de Información de la Secretaría de Estado y sobrino del nuncio en Estados Unidos, Carlo Maria Viganò; por el padre Federico Lombardi, portavoz vaticano; por Marco Simeon, responsable de Radio Vaticano, y por Giovanni Maria Vian, director de L’Osservatore Romano.