Escena IX

(Lobo atado, Pulgarcito, el guardabosque, y después leñadores, soldados, Caperucita y su madre).

GUARDABOSQUE. —Aquí, aquí, a ellos. Huyen. He aquí a uno amarrado a un árbol. ¡Muere, malvado!

PULGARCITO. —(Interponiéndose). ¡No, no! ¡A éste no! Éste es bueno, es bueno… ¡es un santo!

LOBO. —Me muero ya.

GUARDABOSQUE. — Está herido. Corramos a los otros. (Salen con los leñadores y soldados).

PULGARCITO. —¿Quién te hirió, Lobo?

LOBO. —Dios.

PULGARCITO. —Aquí, mamá, Caperucita. Se muere el Lobo.

CAPERUCITA. —¡Pobre Lobo! Desátenlo…

MADRE. —¿Vos sois el hombre bendito que ha salvado a mi hija?

LOBO. —Yo soy un hombre maldito. Es inútil, no me desaten… Caperucita.

CAPERUCITA. —Lobo… (Llora).

LOBO. —No me llames así. Yo no soy el Lobo. Yo soy Tristán Gunther.

MADRE. —(Un grito). ¡Tristán! ¡Tristán de Gunther! ¡Dios mío! ¡Usted es el que quiso matar a su hija!

LOBO. —(Otro grito). ¡Jesús, Dios mío! ¿Qué dice? ¡Quise matarla! ¿Por ventura no murió mi hija?

MADRE. —No murió, no pudo matarla, asesino. La recogieron viva, está viva, se llama Teresa…

LOBO. —Mentira, mentira. No engañen a un moribundo.

MADRE. —Por Dios que nos ha de juzgar, que así es.

LOBO. —¡Es Dios quien lo ha hecho! Dios que me quiere perdonar… Ahora conozco que Dios me puede perdonar.

CAPERUCITA. —Claro que sí.

LOBO. —Caperucita, dame un beso… El último… Por mi hija que no está aquí.

CAPERUCITA. —Si quieres que te bese has de decir conmigo: Señor mío Jesucristo

LOBO. —Señor mío Jesucristo…

CAPERUCITA. —Dios y hombre verdadero…

LOBO. —Dios y hombre verdadero…

CAPERUCITA. —Yo me arrepiento de todos mis pecados…

LOBO. —¡Sí, sí, sí!

CAPERUCITA. —Y me pesa por ser Vos quien sois…

LOBO. —¡Sí!

CAPERUCITA. —… de haberos ofendido.

GUARDABOSQUE. —(Entrando). ¡He aquí la cabeza del asesino! (Arroja rodando por el suelo la de Barbarroja).

MADRE. —¡El Lobo ha muerto!

TELÓN