Escena V

(Caperucita, el Lobo).

CAPERUCITA. —(Llorando). Yo quiero irme a casa porque aquí está lleno de hombres malos.

LOBO. —(Rudamente). ¡Cállate, chicuela, calla!

CAPERUCITA. —¡Me quieren matar a mí y a Pulgarcito, y a vos también!

LOBO. —¡Nunca! ¿Quién dijo eso? A mí no me pueden matar.

CAPERUCITA. —Pulgarcito me dijo que los oyó y sabe todo. ¡Y ahora van a matar a Pulgarcito! Yo me quiero ir, ir.

LOBO. —¡Yo no puedo dejarte ir! ¿Qué sería del Lobo sin ti? Tú me has besado, tú eres mía, el ángel que ha bajado del cielo para que yo me salve… o me pierda. ¡Tú has trocado al Lobo! ¿Ves estas manos? Antes eran crueles y se bañaban en sangre y no perdonaban. Desde que te han tocado a ti ya no han matado más. ¡Oh, pequeñita, tú no entiendes esto que digo ni yo tal vez tampoco! ¿Qué hoguera devoradora ha encendido un beso tuyo en mi corazón? ¡Es el beso de la otra, es la otra que se venga por ti, la otra es la que ha encendido estos remordimientos inaguantables! Y me atormentas y me quitas el sueño y el valor y el esfuerzo, y sin embargo no puedo odiarte, ni puedo estar sin ti. Yo creía que ya era fuerte e invencible y que era de piedra mi corazón y has venido tú, tú pequeñita, tú frágil, tú inerme y me has enloquecido. ¿Qué es esto que me pasa a mí?

CAPERUCITA. —Lobo, llévame a casa. Antes me dijiste que sí. Cada vez que te beso, me dices que sí, y después, mentira.

LOBO. —¿Quieres irte? ¡Vete! (Sujetándola). ¿Y quieres dejarme aquí? ¿Quieres dejarme morir?

CAPERUCITA. —Mamá no te va a ahorcar. Mamá es buena.

LOBO. —¡No hay lugar para los lobos en las moradas de los hombres! Yo lo quise, yo me perdí…

CAPERUCITA. —Hay lugar en casa, hay una cama de papá que se murió. Te daremos la cama de papá…

LOBO. —(Sonriendo tristemente). ¡Tontuela! El Lobo se muere. Se acabó el Lobo. Se acabó el Lobo. Has de irte de aquí ¿sabes?… El Lobo se irá y se arrojará al barranco donde arrojó a su hija, antes de…

CAPERUCITA. —¡No! ¿Te vas a matar? Es pecado matarse.

LOBO. —Yo estoy lleno de pecados…

CAPERUCITA. —Pero matarse es un pecado que Dios no puede perdonar.

LOBO. —¿Y acaso Dios me puede perdonar a mí?

CAPERUCITA. —¡Claro que sí! La cuestión es arrepentirse y pedirle perdón a Dios y decir: Señor mío Jesucristo

LOBO. —¡No hay perdón para mí! ¡No hay Dios! ¡Si Dios quisiera perdonarme no hubiera permitido que yo arrojase a mi hija! Me hubiera cegado, me hubiera muerto antes. Ella no tenía la culpa y yo estaba fuera de mí… Y pequé, y Dios me condenó…

CAPERUCITA. —(Llora). Si dices otra vez esas cosas tan malas, yo me voy de aquí y no te quiero más…

LOBO. ¡Quiéreme! ¡Bésame! ¡Bésame, Caperucita! ¡Bésame y se calmará esta horrible tormenta de mi corazón! ¿Ves? Allá está la otra que viene. ¿Ves cómo se reía cuando la maté? ¡Papá, papá! ¿Ves cómo se agita mi corazón? ¡Es la sangre! ¡Es un mar de sangre! Si tú me besas se calma. ¡Si tú me perdonas, la otra se va! ¿Ves cómo viene? ¿Y Dios me puede perdonar a mí? Mentira, mentira. Bésame, Caperucita.

CAPERUCITA. —(Huyendo). ¡Ay, Virgen María! Ya le dio otra vez la locura. ¿Y qué hago yo ahora sola? ¡Pulgarcito, Pulgarcito! ¡Me va a matar como a la otra! Dios te salve María, Virgen Santa…

LOBO. —(Con los ojos saltados). ¿Qué haces, mi hijita?

CAPERUCITA. —Rezo…

LOBO. —Bésame. Ya se me pasa el mal. Bésame, por amor de Dios, hijita mía.

CAPERUCITA. —… ¡No! ¡Pulgarcito, Pulgarcito!…