(Campamento en el bosque. Una hoguera. Sentados a su amor en troncos tumbados, Barbarroja y Pedrisco. A un lado, Pulgarcito, tiznado y desconocido, con traje de Madroncillo, limpiando las enormes botas de Barbarroja. Habla éste recatando la voz y espiando desconfiadamente las espesuras del bosque milenario).
(Pedrisco, Barbarroja, Pulgarcito).
BARBARROJA. —No está. ¿Quién sabe donde está? No tenemos capitán.
PEDRISCO. —No grites. Ya sabes que siempre duerme apartado de nosotros y a veces falta dos o tres días. Y ahora que tiene esa chiquilla que lo ha vuelto loco, loco… Pero yo aún le temo.
BARBARROJA. —Es que es necesario acabar de una vez. ¡Eh, tú, mocosuelo! ¿Qué estás escuchando ahí?
PULGARCITO. —Yo, nada. ¿Qué me importa a mí lo que ustedes dicen? ¿No me han dicho que limpie las botas?
BARBARROJA. —¡Renacuajo insolente, yo te enseñaré a responder como es debido! ¡Ira de Dios! ¡Desde que el Lobo se ha metido a nodriza, aquí los que mandan son estas cucarachas! ¡Al infeliz le han limado los colmillos y son ahora los capitanes nuestros!
PEDRISCO. —Y éste todavía no sería nada, porque nos cuida los vestidos, hace la comida, guarda los caballos y en fin… Lo encontramos solo en el monte, dijo que se había perdido y que quería ser ladrón y andar con nosotros… Al menos éste es varón. Pero ¡la chiquilla esa! ¡Ha sido una barbaridad no querer admitir el rescate que ofrecían! ¡Esas cincuenta doblas las ha defraudado el capitán a la cuadrilla!
BARBARROJA. —¡Claro, el capitán Lobo necesita una muñeca para jugar a las muñecas! ¡Andad, borregos! ¡Andad, gallinas! ¡Andad, mujeres! ¡Andad a hacer mimitos a la nena con vuestro capitán que juro a Dios que si no hay un hombre entre vosotros, yo soy hombre, y no quiero dejarme vender a las gentes del Barón, que nos acosan, por ese imbécil enloquecido!
PEDRISCO. —Alto ahí, señor Barbarroja, que en eso estamos conforme todos, y en cuanto a ser hombres… yo soy tan hombre como el hombre que por más hombre se tenga. Eso es. Pero ¿quién es el primero que le alza el gallo al Lobo? ¿Dónde está ese guapo? ¡Oxte, diablo! ¡No en mis días! ¡Un rayo es cuando se encoleriza! ¡Prum, plaf… y el pobre Gazul, como un borrego, redondo al suelo! ¡Barrabases!
BARBARROJA. —Eso se llama miedo, cobardes.
PEDRISCO. —¿Miedo? ¿Y vos, Barbarroja? ¿Por ventura vos…?
BARBARROJA. —¿Yo? ¿Yo miedo? (Viendo a Caperucita fuera, y asaltado por una idea súbita). ¡Caperuza, Caperuza, aquí! ¡Aquí, te digo, perra!