Escena II

(Dichas, leñadores, guardabosque).

LEÑADOR 1. —¿Aquí están éstas todavía?

ISABEL. —Papá, te estaba esperando a vos.

LEÑADOR 1. —A casa, a casa, chicuela. Y ustedes, todas también, ligero, señoritas.

LEÑADOR 2. —(A Marucha). ¡Cuidadito con salir de casa más, ni de día ni de noche! Dicen que están los ladrones de nuevo por el país.

CAPERUCITA. —¿Por dónde andan, tío Pedro?

GUARDABOSQUE. —(Tomando de la mano a Lisa). Todas a la aldea. ¡Es una infamia que tengamos que vivir así! ¿Y los guardias del rey?

LEÑADOR 1. —¿Y quién puede con el Lobo, que dicen que tiene pacto con Satanás?

GUARDABOSQUE. —¡Ah, si yo lo tuviera al alcance de mi ballesta! ¡Ah, si ustedes me hicieran caso! ¿Hemos de dejarnos despojar de nuestros sudores como borregos? Es inútil confiar en los guardias.

LEÑADOR 2. —Y nosotros, ¿qué podemos?

LEÑADOR 1. —(A Caperuza). ¿Dónde vas, pequeña?

CAPERUCITA. —A casa de abuelita, que espera la cena.

LEÑADOR 1. —Es que ya es muy tarde. Vamos a casa.

CAPERUCITA. —Me voy a dormir allá. No puedo dejar que la abuela se muera de hambre.

LEÑADOR 1. —Dame la cesta, yo se la llevaré.

CAPERUCITA. —No, no, no. ¿Qué va a decir mamá? Demasiado he desobedecido ya. Me voy por el atajo y llego pronto… (Se va corriendo).

LEÑADOR 1. —(Siguiéndola). ¡Eh, chiquilla! El atajo es difícil y te puedes perder… ¡Caperucita! ¡Caperucita! Se escapó. ¿Y quién la alcanza ahora?

ISABEL. —Siempre es así de caprichosa, papá. Pero es muy buena.

GUARDABOSQUE. —Vámonos. El atajo es corto y llegará pronto. Pero hay que avisar a su madre que no la envíe a estas horas… (Salen. Un momento la escena sola).