(Es la hora en que el sol va a ocultarse envuelto en la dorada luz de una tarde de otoño y una brisa fresca y vesperal llega al claro del bosque moviendo rumorosamente las hojas… Es un bosque de Brabante, de Turingia, o de cualquier otro país de cuento de hadas. La época es la del largo interregno que hubo desde el deceso del Rey Perico hasta la coronación de la reina Maricastaña, por causa de la guerra con los silfos.
Juegan en graciosa rueda niñas aldeanas. Tienen los rostros encendidos y las cabelleras desarregladas. En la de Caperucita, coronada por un bonetillo rojo que no puede abarcar el rebelde oro de los rizos, hay enredadas hojas caídas, de los árboles: Lleva un corpiño negro y faldellín rojo, medias de lana y zuecos… Juegan los niños).
NIÑAS. —(Cantando en coro).
Buenos días, su señoría, mantantiru, lirú lán
Qué quería, su señoría, mantantiru, lirú, lán
Yo quería una de sus hijas, mantantiru, lirú, lán
Cuál de ellas Ud. quería, mantantiru, lirú, lán…
CAPERUCITA. —Me voy.
NIÑAS. —¿Te vas?
CAPERUCITA. —Me tengo que ir.
ISABEL. —¡Quédate! Ahora que estábamos en lo mejor se te ocurre irte. Una vuelta más y después te vas.
CAPERUCITA. —La abuelita estará esperando. Le llevo acá la cena. Hace mucho tiempo que estoy acá, culpa de ustedes, y mamá me dijo que volviera pronto y es pecado desobedecer a mamá…
MARUCHA. —Hace dos horas que está acá y ahora sale con que ha desobedecido.
ISABEL. —Por una vuelta más no es nada y así acabamos el juego.
MARUCHA. —Es que ahora a ella le toca corrernos, y por eso…
CAPERUCITA. —¡Mentira! Yo nunca soy como esas que se hacen las señoronas y siempre quieren ser la Reina de los Borbones y nunca correr…
ISABEL. —¿Acabamos el partido, Caperucita, y nos corrés, y después te vas? ¡Sí! ¡Sé buena, Caperucita!
NIÑAS. —¡Quédate!
MARUCHA. —¡Déjenla! Si quiere, que se vaya no más, con su caperuza de terciopelo que le regaló la abuela y se ha puesto más orgullosa… No la precisamos tampoco.
CAPERUCITA. —¡Mentira! ¡Envidiosa! Y para que veas me voy a quedar… Pero si Dios después me castiga…
LISITA. —¡Caperuza! No te quedes, que es tarde y si te pierdes por el monte y te agarra el Lobo…
ISABEL. —No hay Lobo, dijo papá. Son mentiras.
LISITA. —¡No hay Lobo! ¡Te va a arreglar si te agarra! Come chicos. Mi papá es guardabosque y sabe muy bien quién es el Lobo y nos contó en casa todo.
ISABEL Y MARUCHA. —¿Qué cosa?
LISITA. —Es negro y tiene los ojos como fuego, y ninguno lo puede ver, porque si lo ve lo mata. Y si agarra un chico en seguida lo mata, solamente que el papá le dé mucha plata y entonces lo larga y mi papá le llevó la plata para que largue al chico del señor Barón, y el señor Barón fue llorando a casa.
Y por eso mi papá fue y le llevó la plata y trajo el chico, pero no vio al Lobo. Pero mi papá no le tiene miedo, porque tiene una ballesta.
MARUCHA. —¡Bah! Pero eso fue hace mucho y ahora el Lobo está muy lejos, de miedo del señor Barón…
ISABEL. —Ninguno sabe nunca dónde está el Lobo, y puede estar acá y puede estar allá.
LISITA. —Ahora viene papá.