Escribir o leer un libro sobre el abuso y comercio de menores no es fácil ni agradable. Sin embargo, resulta más peligroso guardar silencio sobre el fenómeno. Ante la muda complicidad de la sociedad y el Estado, miles de niñas y niños son víctimas de comerciantes que los convierten en objetos sexuales de millones de hombres que encuentran en el abuso sexual infantil y en la pornografía un deleite personal sin cuestionamientos éticos.
Ésta no es la historia de un viejo sucio que descubre que le gusta tener sexo con niñas de incluso cinco años de edad. Si bien los fragmentos narrados por las víctimas son profundamente dolorosos, la valentía y claridad de los testigos y especialistas nos permiten ver la luz al final del camino y ahondar en las implicaciones de la inacción ante la violencia y la explotación sexual.
Aquí mostramos el sustento cultural de la misoginia y el intrincado tejido que une a un abusador sexual con el crimen organizado, bajo el cobijo de la impunidad y la corrupción policíaca. Vemos cómo los poderosos extienden sus brazos allende las fronteras, para intentar acallar las voces de denuncia que develan las redes de complicidad criminal. Tal complicidad, aunada a la falta de protección policíaca y el temor a sus victimarios, provoca que miles de víctimas de delitos violentos en México se retracten de sus denuncias, o bien, por no callar sean asesinadas.
El reto del periodismo es recontar historias humanas para comprender mejor el mundo que nos rodea. Los demonios del Edén cumple ese propósito: poner de manifiesto el mundo de las sombras al que a diario, y sin saberlo, se enfrentan cientos de madres, padres e infantes que jamás creyeron que podrían caer en las garras de un pederasta, un experto en pornografía o un violador.
Con base en una rigurosa investigación periodística se expone una historia que aún no llega a su fin. Dado que el caso del pederasta Jean Succar Kuri sigue en proceso para llegar a juicio por los delitos federales de pornografía infantil y abuso sexual de menores, evitamos en lo posible dañar las investigaciones judiciales. Por ello se omitieron los nombres reales de algunos testigos y agentes federales de investigación cuya labor profesional ha sido esencial. Toda la información está respaldada por documentos oficiales, declaraciones directas de las víctimas e incluso por grabaciones de video y voz en poder de peritos expertos de las autoridades judiciales. El seguimiento y respaldo de investigaciones de colegas periodistas están documentados. Las menciones de reconocidos personajes del ámbito empresarial y de la alta política mexicana se enmarcan en declaraciones de las víctimas y se encuentran sustentados en documentación oficial en manos de la AFI (Agencia Federal de Investigación) y la PGR (Procuraduría General de la República).
Cuando se logre extraditar a Jean Succar Kuri y se le lleve ajuicio, podrán probarse los delitos o exonerarlos.
Este libro no hubiera sido posible sin la participación de personas que, como yo creen que es posible construir otro mundo libre de violencia y sexismo y que para lograrlo se precisa de congruencia y persistencia. Por esto agradezco desde el alma a mis compañeros, compañeras y maestras en la construcción de la paz: Claudia, Darney, Erika, Berenice, Irma, Edith, Rosario, Magdalena, Araceli, Marcely, Clara, Vicky. Valentina, Lía, Tabi, Alicia y Enrique. Amis colegas periodistas Adriana Varillas y David Sosa; a la valiente abogada Verónica Acacio; a las expertas norteamericanas Dianne Russel, Deborah Tucker, Juliet Walters, Patricia Castillo, y a Arturo M. A los agentes de la PGR, excepcionales entre sus colegas, cuyos nombres no puedo revelar, pero que alimentan la esperanza de que algún día México cuente con cuerpos policíacos profesionales, con ética y honestidad.
Agradezco a mi familia entera, que me ha acompañado en momentos difíciles producto de mi trabajo. A mis maestras feministas Paulette Ribeiro, Marcela Lagarde, Pilar Sánchez, Montse Boix y Mirta Rodríguez quienes dan significado a la palabra sororidad. Y, sobre todo, dedico este libro a las niñas y niños víctimas del abuso e infortunado(a)s protagonistas de estas páginas. Entiendo que la posibilidad de un mañana diferente en sus tiernas vidas requiere asegurarse de que el crimen en su contra no quede impune.
Cancún, Quintana Roo, febrero de 2005