22. Protegidos por Wall Street

El punto fundamental de toda esta industria de la pornografía es uno solo: el sexo vende y es buen negocio.

DENIS MCALPIN

El tejido que une al abuso sexual de menores con la explotación comercial del sexo, la prostitución de personas adultas, el lavado de dinero y, por último, el narcotráfico, es más visible de lo que quisiéramos creer las y los ciudadanos comunes. Este gran negocio, centrado en el deseo de millones de seres humanos de poseer —a cambio de dinero— a personas compradas, forzadas y/o extorsionadas, se sustenta en la corrupción del Estado que priva en el mundo entero. Y, en tanto en casi todos los países se promulgan leyes cada vez más severas para castigar a quienes abusan de menores y a quienes trafican con mujeres para dedicarlas a la prostitución y el negocio del table dance, poco a poco el de la pornografía (que unifica a los otros delitos) se filtra en silencio en las grandes corporaciones mundiales, entre ellas, las cadenas de televisión como ATT Broadcasting e incluso las empresas de servicios de internet más reconocidas.

Esto significa, nada más y nada menos, que el sistema androcéntrico de nuestra cultura ha buscado resquicios en las leyes para preservar su derecho de explotar sexualmente a seres humanos con la finalidad de que millones de hombres puedan «dar salida a su ímpetu sexual». La cadena de televisión Public Broadcast Television (PBS) de Estados Unidos presentó una entrevista con Denis Mcalpin, un connotado periodista e investigador que se ha especializado en detectar la corrupción dentro de las grandes corporaciones de la industria del entretenimiento en ese país. En la actualidad Mcalpin es analista para Auerbach, Pollak Richardson, empresa de inversiones bancarias y de bolsa de valores.

En la entrevista que concediera, Mcalpin arroja luz sobre el fino tejido del que hablamos.

Antes que nada, el analista cuestiona las cifras oficiales relacionadas con las ganancias que aporta la pornografía a los empresarios y explotadores. Conforme con dichas cifras, el negocio de la pornografía comercial que se televisa a través de los canales de cable y satélite, así como el de las revistas como Playboy, Hustier, Caballero, etcétera, arroja un total de diez mil millones de dólares al año, tan sólo en Estados Unidos.

Asegura que es algo que no puede saberse con precisión, pues el negocio se pierde en la contabilidad privada de empresas de cable y televisión por satélite. Sin embargo, tan sólo la combinación de revista y canal de televisión de Playboy y New Frontier reporta ganancias por mil millones de dólares anuales.

En palabras del experto, casi todas estas empresas prefieren mantenerse silenciosas, lejos de la fiscalización del IRS y de los grupos de la sociedad civil que pueden cuestionarle al Estado el hecho de que permita que se enriquezcan con algo tan sucio como la pornografía (para el ciudadano promedio la pornografía con moderación está bien, pero oficialmente debe mantenerse como algo «marginal»). La única que ha hecho patentes sus millones es Playboy, una de las responsables de normalizar la cosificación (es decir, la visualización como objetos y no como personas) de las mujeres jóvenes y fomentar esa cultura entre las adolescentes y niñas.

La guerra de los números se publica constantemente. The New York Times habla de diez mil millones de dólares en tanto que Adult Video News sostiene que se trata de catorce mil millones de dólares.

La industria de la pornografía se ha cuadruplicado desde 2001, ya que las empresas como Pay Per View y ATT comienzan a fusionar el negocio de la televisión por cable, el pago por evento y los sitios especializados de internet. El truco —por llamarle de alguna manera— para subir páginas de contenido ilegal en sitios perfectamente legalizados, es jugar con el doble lenguaje tanto fotográfico como en textos. Basta abrir una veintena de sitios de internet con la frase «sexo y niñas» para dar con más de dos mil trescientas entradas iniciales para su exploración. En ellas aparecen jóvenes de veintiún años (supuestamente porque es la edad adulta legalizada en Estados Unidos) vestidas como colegialas, como niñas muy pequeñas; incluso algunas, sin maquillaje, aparentan tener catorce o quince años de edad. Los textos son por demás explicativos e invitan al cibemauta a «tirarse a una niñita ingenua y virgen», a «ver lo que hacen las pequeñas al jugar a la casita con sus amigas». O bien, en el caso de sitios con hombres, se muestra a jovencitos con rasgos pueriles y sexo depilado de tal forma que parezcan menores, con las mismas ofertas de «hacerlo con un cuerpo de Adonis virgen», etcétera.

Especialistas como Dianne Russel sostienen que la inducción al abuso sexual de menores es innegable y, sin embargo, ni el FBI ni la POR pueden actuar al respecto, dado que la legislación protege el entretenimiento sexual para los varones.