En México, a las mujeres que denuncian les queda claro que el ministerio público no les cree, que no es su defensor y que está a favor del agresor. Estas actitudes producen un ciclo de revictimización de la denunciante y siente mucho temor porque percibe que no se valora la injusticia que se cometió en su contra. El Estado promueve la denuncia del delito y luego maltrata a la víctima.
ALICIA LEAL PUERTA
Mary tiene doce años de edad y desde los ocho fue víctima de abuso sexual por parte de Jean Succar, el Tío Johny. El periodista David Sosa la entrevistó a finales del mes de noviembre y descubrió que, en efecto —tal como aseguró María Rubio de Hendricks—, durante el trienio de la alcaldesa priísta Magaly Achach de Ayuso se había denunciado ya al pederasta y las denuncias se «perdieron» camino a la Procuraduría de Justicia.
—¡Ya! Ni que fuera para tanto. No hicimos nada que tú no quisieras. ¡Ya!, deja de lloriquear y toma un juguete de los que hay en el otro cuarto. Toma el que tú quieras. ¡Mejor toma dos y ven para que sigamos jugando! —así le decía Jean Succar Kuri a una niña de ocho años de edad que, encogida en posición fetal, lloraba después de comprobar que el pederasta no la había invitado a su departamento sólo a nadar en la alberca y a jugar con muchos juguetes.
Ahora, de doce años de edad, de figura menuda, cabello negro alborotado y tez morena, Mary nana los dos años que pasó «al servicio» de Succar Kuri y de «sus compadres», según menciona.
Dice que conoció a Succar en la fiesta de la Virgen del Carmen que organiza cada año el Frente Único de Colonos (FUC). Ahí fue «presentada» al empresario.
Después del violento abuso, asistiría a fiestas «donde había gente toda muy arreglada y que reían mucho».
—Kuri —narra— les decía: «Ella es mi muñeca, es una buena niña a la que le gusta jugar; eso sí, hay que darle sus regalos porque si no, llora mucho».
—¿Recuerdas cómo se llamaban los señores que estaban ahí? —se le pregunta y empieza a soltar una historia que ya se conocía, que fue denunciada durante el trienio pasado en la Contraloría Municipal e involucró al ex director del DIF, Luis López Pallares, y que acabó archivada.
—No, no recuerdo muy bien, creo que uno se llamaba «Chel»; había uno al que le decían «El Chango» o «El Mono». No me acuerdo muy bien, creo que otro era «Fernando» y uno, con el que jugué ese día, me dijo que se llamaba «Pallares»; me acuerdo porque me regaló dinero.
¿Fuiste a muchas fiestas con Kuri?
—No. Otras veces no iba él, sólo sus compadres y mi mamá, a quien también le regalaban cosas y dinero por cuidarnos y atender a los compadres de Kuri mientras jugábamos nosotros.
—¿Eras la única niña? ¿No había otras niñas o niños?
—¡Sí, claro! ¡Éramos varios! Había veces en que Kuri nos juntaba para que todos jugáramos con él y con sus compadres.
—¿Las niñas y los niños, jugaban con Kuri y sus compadres al mismo tiempo?
—Sí.
—¿Y no había señoras?
—Sí. Varias veces estuvo la esposa de Kuri; tomaba fotos y decía que estaba haciendo una película.
—¿Tú viste la película o las fotos?
—No, nunca me las mostraron.
—¿Había más mujeres grandes?
—Sí. Había fiestas a las que sólo iban mujeres y nosotros.
—¿Recuerdas algunos nombres?
—No. No sé.
—¿No te acuerdas o no quieres decirlos?
—Mi mamá me ha dicho que nunca diga quiénes estuvieron en esas fiestas, porque podemos tener muchos problemas.
—Pero ya me dijiste los nombres de los compadres de Kuri, ¿por qué no me dices los nombres de sus comadres?
Muy pensativa, Mary retuerce los dedos de sus manos, estira y encoge rápidamente las piernas y, con disimulo, ve de reojo a su mamá, en espera de aprobación, la cual no llega.
—¿Yo?
—Creo que te decidiste a hablar porque quieres arreglar lo que pasó; es necesario que, para tu tranquilidad, digas todo lo que tienes guardado y que tanto daño te está causando. Creo que lo mejor es que hables abiertamente.
—Iban una señora de nombre Marycarmen, otra Flor, Magaly, Norma y… No me acuerdo quién más. No. No me acuerdo quién más.
—¿A esas señoras, las conocías antes? ¿Sabes sus apellidos? ¿A qué se dedican?
—¡NO! No sé nada de eso. Ya no quiero seguir hablando. No quiero decir nada más.
Mientras Toña —su madre— le dedica una severa mirada de censura y frunce el ceño, Mary se levanta de su asiento y se retira de la habitación en donde durante más de tres horas hemos intentado convencerla de relatarnos su historia. Ésta no ha sido expuesta ante los tribunales o autoridad alguna, debido a la negativa irracional de su madre o, tal vez, a su acertada decisión ante la magnitud de los nombres y personalidades que cada día llenan el tintero y exponen una triste realidad. Quienes deben combatir los abusos y la prostitución infantil son quienes más la fomentan.
Sigue bajo investigación la supuesta participación de «El Chel» Ayuso, esposo de la lideresa política y ex alcaldesa Magaly Achach. Varias niñas mencionan mucho el nombre de «El Primer Caballero», como le llamaban socarronamente en la prensa, ya que la alcaldesa lo nombró presidente honorario del NF municipal, emulando los nombramientos de las primeras damas de los gobernantes entumo. De igual manera está bajo investigación Luis López Pallares, director del DIF’ municipal durante la administración de Achach.
Como ya mencionamos, cuando explotó la bomba y salieron a relucir más nombres de políticos e influyentes en el caso Succar, la ex presidenta del DIF estatal, María Rubio Eulogio, esposa del gobernador Joaquín Hendricks, denunció que más de dos años atrás ella notificó a la entonces alcaldesa de Cancún, Magaly Achach, varios casos de abuso y explotación sexual de menores que quedaron al descubierto con las denuncias penales de las menores víctimas del empresario Jean Succar Kuri.
Rubio Eulogio indicó que cuando estuvo al frente del DIF estatal reunió la información necesaria acerca del caso y determinó hacer del conocimiento de la entonces presidenta municipal todo lo relacionado con los abusos a los menores por parte de la red de pederastas encabezada por Succar Kuri, y conformada por empresarios cuyos nombres tiene ella, al igual que los de funcionarios y ex funcionarios estatales y federales.
De inmediato fue desmentida por la ex alcaldesa Achach; sin embargo, la primera dama arremetió ese mismo día en los medios, asegurando que Magaly no sólo tenía conocimiento de la operación de la banda de pederastas, sino que incluso sabía de las denuncias por presuntos abusos sexuales a menores presentadas contra su esposo José Ayuso Borges, alias «El Chel», y contra el entonces director del DIF municipal, Luis López Pallares.
A pesar de quienes la contradicen, los señalamientos de María Rubio coinciden con las denuncias formuladas por las menores afectadas en el sentido de que Magaly Achach, López Pallares y José Ayuso Borges estaban enterados de la red de pornografía infantil. Las acusaciones señalan que los tres estaban relacionados con el pederasta Jean Succar Kuri y lo protegieron porque «son igual de degenerados que él», según palabras de Rubio.
En una entrevista que concediera la primera dama más polémica que ha dado Quintana Roo, afirmó acerca de sus conversaciones con la entonces alcaldesa:
—Cuando Magaly y yo nos juntamos le dije… que convenía que ella fuera la que demandara [penalmente] porque era su municipio. Les di toda la información…, pero me tiraron de a loca.
No obstante, ante la pregunta expresa de por qué no denunció los hechos ella misma al sospechar que la alcaldesa encubría al pederasta, María Rubio se negó a aclarar sus motivaciones para no entregar, entonces, esa información a la Procuraduría de Justicia del Estado. Pero aseguró haber informado a su esposo el gobernador.
Magaly Achach niega que tuviera jamás conocimiento alguno de la existencia de una red de prostitución; defendió a López Pallares y a su esposo Ayuso Borges, mencionados en las declaraciones de algunas de las menores víctimas de explotación y violación sexual. La ex alcaldesa, ex militante del partido Convergencia y ahora de vuelta al PRI, afirmó que se trata de un asunto más político que judicial. Empero, no quiso abundar en esa aseveración.
Sin embargo, y a pesar de las indagatorias que indican lo contrario, Achach manifestó que ella metía las manos al fuego por su amigo Alejandro Góngora Vera, implicado en el caso por algunas menores, y por la subdirectora de Averiguaciones Previas de la Procuraduría General de Justicia del Estado, Leidy Campos Vera.
Rescatando las piezas perdidas:
Según los testimonios de la mayoría de las menores, las primeras veces que las niñas iban a casa de Jean Succar, las madres comenzaron a preguntar ¿por qué llegaban con un chofer? Al principio era el Tío Johny, aparentemente tío de alguna de sus compañeras de clase, quien se presentaba y luego se hacía acompañar por su esposa Gloria.
Un buen día Jean Succar apareció en casa de Lorena. Le acompañaba una mujer morena, de baja estatura y cabello teñido, vestida con elegancia, perfumada y notoriamente de clase acomodada. Era su esposa, Gloria Pita Rodríguez, a la que en público llamaba sólo Ochi. Conversaron con Lorena, la madre de Emma. Succar le explicó que ésta era una niña formidable, que ellos siempre quisieron tener una hija y que adoraban a la niña.
Pensaban que si Dios les había dado la fortuna de tener dinero debían hacer el bien.
Por ello querían ser «padrinos» de su hija. Aunque ella viviera en casa de la madre, la pareja estaba dispuesta a pagarle una escuela privada, al igual que los libros y todo lo necesario para que saliera adelante.
La madre confiesa que se sintió sorprendida y apabullada a la vez; por otro lado, su discapacidad producto de la falta de un brazo la enfrentó a la dura realidad: conseguir trabajo para una mujer mexicana sin educación formal es un drama; de hecho, ella vendía gelatinas en la calle.
Así que, asegura, reflexionó: «¿Por qué no darle a mi hija la oportunidad de salir adelante como yo no pude nunca?».
—Sí hay gente buena en el mundo —le dijo Lorena a su esposo y él coincidió.
Más tarde Succar le prometió a Emma que si se portaba bien con él, le daría trabajo a su madre. La chica estaba feliz al pensar que por fin la familia podría gozar de un poco de paz. Unos días después, manifiestan la madre y la hija en su versión de los hechos, Succar contrató a la primera como empleada en una de sus tiendas de artesanías con salario mínimo, pero con la promesa de afiliarla al Seguro Social y facilitarle su acceso a los servicios médicos del estado. Con estos hechos amarró su estrategia: las madres de tres de las menores, además de estar agradecidas por el apoyo escolar brindado a sus hijas, ahora eran sus empleadas. Las jerarquías de poder lo dejaban prácticamente protegido de cualquier cuestionamiento.
Con el paso de los años, Succar Kuri envió a su arquitecto para ampliar la casa familiar de Emma. Ahora, en su defensa, el pederasta asegura que ésa era una forma de pago por «sus gustos por la niña Emma».
Una de las primeras declaraciones contra Succar es la de Katia, tal vez una de las niñas más afectadas en el aspecto psicoemocional por los hechos. En su declaración, la pequeña asegura que a la edad de ocho años su prima Emma la llevó a casa del Tío Johny. Iban a nadar y luego se quedaban a dormir. Fue en esas ocasiones cuando Jean Succar la violó sexualmente y la forzó muchas veces (no especifica cuántas) a practicarle sexo oral a él y a otras niñas que mantenía en su casa.
Katia afirma que se quedaba a dormir en casa del Tío Johny hasta dos noches seguidas, cosa que su madre, de nombre Celia, sabía y autorizaba; asimismo, que Johny les daba dinero a ambas después de que ella dormía allí.
La niña declaró que nunca le explicó a su madre lo que le hacía el Tío Johny. Sin embargo, de todas las madres de las víctimas, la de Katia ha sido la más juzgada tanto por la prensa como por las autoridades. ¿La razón? Muy sencilla. Celia es cantante de un bar nocturno. Según sus propias palabras, jamás se ha prostituido, menos aún permitiría que nadie tocara a su hija.
—Pero así es la gente, usted verá. Si una es cantante luego luego la tachan de puta. Le aseguro que hay monjas y mujeres del DIF que son más putas, pero en este país hasta la justicia se fija en lo que pareces, son puros prejuicios.
A pesar del paso del tiempo, la tez cetrina de Katia luce apagada. A los once años sufre de anorexia nervosa y sus grados escolares, a partir de las denuncias y el escándalo, han bajado visiblemente. La opinión de su psicoterapeuta es que muestra los rasgos de una paciente con depresión profunda y, si no se trabaja con ella, tal vez jamás recupere el deseo de vivir, y poco a poco, se suicide como todas las víctimas de la anorexia nervosa que no se trata de manera adecuada.
Habla Rossana:
—Yo conocí a Johny en el centro comercial Plaza las Américas. Iba con mi amiga Cintya. Ella ya lo conocía y nos invitó a las Villas Solymar. La segunda vez que fuimos, Johny nos dijo: «Bésense porque me excita ver a niñas besándose» y tomó la mano de Cintya y la puso en mi pecho. Sentí una mezcla de miedo y curiosidad, no sabía qué hacer. Pero nos besamos y así pasó varias veces. Nos pedía que nos desvistiéramos, diciéndonos que nos daría dinero, que no tuviéramos miedo, que eso era súper normal. Un día me enseñó una computadora laptop negra que guardaba en su cuarto. Me enseñó fotografías de su esposa Gloria totalmente desnuda, al igual que de varias niñas desnudas. Yo sé que a todas nos tomaba fotos; las otras chavas dicen que luego las vendía y ofrecía a sus amigos para que nos vieran. No lo sé.
Habla Sofía:
—Yo era la sirvienta del señor Succar. Siempre me percataba de que se hacía acompañar de niñas menores de quince años, pero aparentaba ser una persona muy paternalista; se veía un señor muy educado, con mucho dinero y mucha clase, igual que su esposa. El ama de llaves anterior, llamada Irene Ortiz, era la que se encargaba de conseguirle al personal para la limpieza de las villas. Yo le pregunté al señor Angel Ávila, quien trabajaba en la administración del condominio, que por qué sólo pedía niñas para trabajar y él me contestó que ésa era la exigencia del señor Succar, que fueran niñas menores de edad y que el trabajo era eventual porque él siempre se encontraba de viaje y las niñas sólo debían venir cuando él estuviera en Cancún.