Conclusión

Con frecuencia se da el caso de que el hombre incapaz de decir una mentira, cree que es el mejor juez de una mentira.

—Del calendario del Bobo Wilson.

12 de octubre. El descubrir América fue algo maravilloso, pero habría sido algo más maravilloso no descubrirla.

—Del calendario del Bobo Wilson.

El pueblo estuvo levantado toda la noche discutiendo los asombrosos acontecimientos del día, y cambiando suposiciones acerca de cuándo iba a tener lugar el juicio de Tom. Grupo tras grupo de ciudadanos venía a darle una serenata a Wilson, a exigir un discurso, y a enronquecer vivando cada frase que salía de sus labios… porque ahora todas sus palabras eran de oro, todas eran maravillosas. Su larga lucha contra el prejuicio y la mala suerte había terminado; era un triunfador definitivamente.

Y conforme se alejaba cada uno de esos grupos de rugientes entusiastas, algún miembro alzaba siempre la voz, con remordimientos y decía:

—Y éste es el hombre a quien hemos llamado bobo por más de veinte años. Ahora dejó ese puesto, amigos.

—Sí, pero está vacante… y nos eligieron a nosotros.

Los gemelos eran ahora héroes de novela, con reputaciones rehabilitadas. Pero se habían cansado de su aventura en el Oeste y se retiraron en seguida a Europa.

Roxy tenía destrozado el corazón. El joven a quien había infligido veintitrés años de esclavitud continuó con la pensión de treinta y cinco dólares del falso heredero, pero sus heridas eran demasiado profundas para curarse con dinero. La llama de sus ojos se apagó, su aspecto marcial desapareció con ella, y la voz de su risa cesó en la tierra. Sólo encontraba solaz en su iglesia y los asuntos de ella.

El verdadero heredero se encontró de pronto rico y libre, pero en una situación muy embarazosa. No sabía leer ni escribir, y su modo de hablar era el más bajo dialecto de los negros. Su porte, sus actitudes, sus gestos, sus posturas, su risa… todo era vulgar y grosero; sus maneras eran las maneras de un esclavo. El dinero y las ropas finas no podían enmendar esos defectos ni cubrirlos; sólo los hacían más llamativos y patéticos. El pobrecillo no podía soportar los terrores de la sala de los blancos, y no se sentía en paz y a gusto más que en la cocina. El banco familiar en la iglesia era un suplicio para él, pero ya no podía gozar del solaz y refugio de la «galería de los negros»… eso se había cerrado para él para siempre. Mas nosotros no podemos seguir adelante con su curiosa suerte… sería una historia demasiado larga.

El falso heredero hizo una confesión plena y fue condenado a prisión perpetua. Pero se presentó una complicación. Las propiedades de Percy Driscoll se encontraban en un estado tan desastroso cuando murió su dueño, que sólo se pudo pagar un sesenta por ciento de las deudas. Pero en aquel momento, los deudores se presentaron declarando que, como por un error del que ellos no tenían la culpa, el falso heredero no figuraba en el inventario en ese momento, con el resto de las propiedades, se les había causado con ello grandes daños. Con toda razón reclamaban a «Tom» como algo legalmente suyo, y que llevaba siéndolo desde hacía ocho años; y decían que si se le hubiera entregado entonces, ellos lo habrían vendido y él no habría podido asesinar al juez Driscoll; por lo tanto, él no había cometido realmente el asesinato, y la culpa la tenía el inventario erróneo. Todo el mundo vio la razón de aquello. Todo el mundo reconoció que si «Tom» hubiera sido blanco y libre tenían indudable derecho de castigarlo… y eso no sería una pérdida para nadie; pero encerrar para toda la vida a un esclavo valioso… eso era algo muy distinto.

En cuando el gobernador comprendió el caso, perdonó en seguida a Tom, y los deudores lo vendieron río abajo.