Capítulo XVII

El Juez pronuncia una profecía

Hasta la popularidad se puede exagerar. Al principio, en Roma, uno no hace más que lamentarse de que Miguel Ángel haya muerto; pero, poco a poco, lo único que acabamos lamentando es no haberlo visto morir.

—Del calendario del Bobo Wilson.

4 de julio. Las estadísticas muestran que perdemos más necios en este día que en todos los demás del año juntos. Eso demuestra, por la cantidad que queda, que un Cuatro de Julio al año es insuficiente, ahora que el país ha crecido tanto.

—Del calendario del Bobo Wilson.

Transcurrieron lentas las semanas del verano, y luego se abrió la campaña política… se abrió de un modo bastante caluroso, y se fue haciendo más cálida a diario. Los gemelos se lanzaron a ella de todo corazón, porque estaba comprometido en eso su amor propio. Su popularidad, tan general al principio, había sufrido después, principalmente porque habían sido demasiado populares, y eso había producido una reacción natural. Además, había corrido el diligente rumor de que era curioso, muy curioso en realidad, que su maravilloso cuchillo no apareciera… si era tan valioso, o si es que existió. Y tras de los rumores venían las risas, los codazos y los guiños, y todas esas cosas tienen su efecto. Los gemelos consideraban que su triunfo en la elección los devolvería a su antiguo lugar, y que la derrota les causaría un daño irreparable. Por lo tanto, trabajaban duro, pero no tanto como el juez Driscoll y Tom trabajaron contra ellos en los últimos días de la campaña. La conducta de Tom había sido perfecta en los últimos dos meses, ahora que su tío no sólo le confiaba dinero para convencer a los votantes, sino que confiaba en él tanto, que le decía fuera a buscarlo a la caja fuerte de su escritorio privado.

El discurso del cierre de la campaña fue pronunciado por el juez Driscoll, y fue un discurso contra los extranjeros desastrosamente eficaz. Vertió ríos de ridículo sobre ellos, y obligó al enorme mitin a reír con él y aplaudirlo. Se burló de ellos llamándolos aventureros, saltimbanquis, fenómenos de feria; atacó sus llamativos títulos con desprecio infinito; dijo que eran barberos de callejón disfrazados de nobles, vendedores de maní que se hacían pasar por caballeros, organilleros privados de su hermano el mono. Por fin, se detuvo y se calló. Aguardó hasta que el salón se hubo quedado en un silencio absoluto y expectante, y entonces disparó su tiro más mortal; lo hizo con helada seriedad y deliberación, con un énfasis significativo en las palabras finales; dijo que creía que la recompensa ofrecida por el cuchillo perdido era una farsa y una hipocresía, y que su dueño sabría dónde encontrarlo cuando se le presentara la oportunidad de asesinar a alguien.

Luego, salió del escenario, dejando detrás de él un impresionante silencio en vez de la habitual explosión de aplausos y vítores partidarios.

La extraña insinuación corrió todo a lo largo y lo ancho del pueblo, causando una sensación extraordinaria. Todos preguntaban: «¿Qué habrá querido decir con eso?».

Y todo el mundo se hacía esa pregunta, pero en vano; porque el juez sólo decía que él sabía de lo que hablaba y lo dejaba ahí; Tom decía que no tenía ni idea de lo que quería decir su tío, y Wilson, siempre que le preguntaban qué creía que quería decir aquello, paraba la pregunta, preguntándole al interrogador, qué creía él que aquello quería decir.

Wilson fue elegido, los gemelos derrotados… aplastados en realidad, y quedaron solos y sin amigos. Tom volvió a St. Louis feliz.

Dawson’s Landing tuvo una semana de reposo, que bien la necesitaba. Pero era un estado expectante, porque el aire estaba lleno de rumores acerca de un nuevo asunto. Los trabajos electorales habían postrado al juez Driscoll, pero se decía que en cuanto estuviera bien para mantener un duelo, recibiría un desafío del conde Luigi.

Los hermanos se habían retirado por completo de la sociedad, y devoraban su humillación en privado. Evitaban a la gente, y salían a hacer ejercicio sólo a altas horas de la noche, cuando las calles estaban desiertas.