La ninfa desconocida
Una de las diferencias más notables entre un gato y una mentira es que el gato no tiene más que nueve vidas.
—Del calendario del Bobo Wilson.
Los visitantes se despidieron de mala gana y se encaminaron a sus distintas casas charlando con vivacidad, y de acuerdo todos en que pasaría mucho tiempo antes de que hubiera un día semejante a aquél en Dawson’s Landing. Los gemelos habían aceptado varias invitaciones durante la recepción, y también se habían ofrecido a tocar varios dúos en una fiesta de aficionados en favor de la beneficencia local. La sociedad estaba ansiosa de recibirlos en su seno. El juez Driscoll había tenido la buena suerte de comprometerlos para un paseo inmediato e iba a ser el primero que los mostrara en público. Entraron en el coche con él, y los hizo recorrer la calle mayor, mientras todos se agolpaban en las ventanas y aceras para verlos.
El juez les mostró a los forasteros el nuevo cementerio y la cárcel, el lugar donde vivía el más rico del pueblo, y la sala de los Masones, la iglesia metodista y la presbiteriana, y el sitio donde se iba a construir la bautista cuando reunieran el dinero para hacerlo, y después les enseñó el ayuntamiento y el matadero, e hizo salir a la compañía de bomberos voluntarios que hicieron un simulacro de extinción de incendio; luego, les dejó inspeccionar los mosquetes de la compañía de milicianos, hablando todo el tiempo con inagotable entusiasmo de todos aquellos esplendores, muy satisfecho al parecer con la respuesta que obtuvo, porque los gemelos admiraban su admiración, y se la devolvían lo mejor que podían, aunque podrían haberlo hecho mejor si quince o dieciséis mil experiencias similares anteriores a ésa, en distintos países, no le hubieran quitado una considerable parte de su novedad.
El juez mismo se esforzó hospitalariamente porque pasaran un buen rato, y si hubo algún defecto en alguna parte, no fue culpa suya. Les contó muchas anécdotas divertidas, y aunque siempre se olvidaba del meollo, ellos siempre pudieron proporcionárselo, porque eran historias de fecha muy antigua, y ellos las habían oído contar muchas veces antes. Les habló también de sus diversas dignidades, y de cómo había conseguido tal o cual puesto de honor o de provecho, y que una vez perteneció a la Legislatura, y ahora era presidente de la Sociedad de Librepensadores. Dijo que la sociedad tenía ya cuatro años de existencia, y contaba ya con dos miembros, o sea que estaba firmemente establecida. Una tarde invitaría a los hermanos a una reunión, si gustaban de asistir a ella.
De acuerdo a eso pasó a buscarlos, y por el camino les habló del Bobo Wilson, para que tuvieran una impresión favorable de él por anticipado y estuvieran preparados a tenerle simpatía. El plan dio resultado… la impresión favorable se obtuvo. Más adelante se confirmó y solidificó, cuando Wilson, en señal de cortesía hacia los extranjeros, propuso que se dejaran de lado los temas de costumbre y se dedicara la hora a la conversación acerca de temas ordinarios y al cultivo de las relaciones amistosas y la buena voluntad… proposición que se puso a voto y fue aceptada.
La hora transcurrió rápidamente en medio de una animada conversación, y cuando terminó, el solitario y desdeñado Wilson contaba con dos amigos más que cuando empezó. Invitó a los gemelos a visitar su casa, luego de que hubieran cumplido con un compromiso social, y los dos aceptaron con placer.
Al caer la tarde se encontraban los dos camino de la casa. Wilson los esperaba en ella, y se entretenía reflexionando acerca de una cosa que le llamó la atención aquella mañana. El asunto era el siguiente: Se había levantado muy temprano… al amanecer, en realidad, y atravesó el vestíbulo que dividía por la mitad su casita, para entrar en una habitación y tomar algo de ella. La ventana de esa habitación no tenía cortinas, porque ese lado de la casa llevaba largo tiempo sin ocupar, y por la ventana vio algo que le sorprendió e interesó. Era una muchacha… una muchacha en un lugar donde no debía estar una muchacha; porque se hallaba en la casa del juez Driscoll, y en el dormitorio de encima del despacho o estudio del juez. Esa habitación era el dormitorio del joven Tom Driscoll. Él y el juez, la hermana viuda del juez, la señora Pratt, y los tres criados negros eran los únicos que vivían en la casa. ¿Quién, entonces, podía ser la joven? Las dos casas estaban separadas sólo por un patio común, con una valla baja que lo atravesaba por el centro, desde la calle de delante, al caminito de la parte de atrás. La distancia no era grande y Wilson pudo ver muy bien a la muchacha, porque las persianas de la habitación donde se hallaba estaban levantadas y la ventana también. La muchacha llevaba un vestido de verano lindo y nuevo, con grandes rayas blancas y rosa, y su sombrero tenía un velo rosa. Al parecer, estaba practicando pasos, movimientos y actitudes; lo hacía de modo muy gracioso y estaba muy absorta en su trabajo. ¿Quién podía ser, y por qué estaba en la habitación del joven Tom Driscoll?
Wilson había elegido rápidamente una posición que le permitía mirar a la muchacha sin correr gran riesgo de ser visto por ella, y permaneció allí con la esperanza de que levantara el velo y le dejara ver la cara. Pero ella lo defraudó. Al cabo de veinte minutos, desapareció, y aunque él se quedó en su puesto media hora más, ella no volvió a aparecer.
A eso del mediodía, pasó por la casa del juez y habló con la señora Pratt acerca del gran acontecimiento del día, la recepción de los distinguidos extranjeros en la casa de la tía Patsy Cooper. Le preguntó por su sobrino Tom, y ella le dijo que venía en camino y que esperaba que llegara poco antes de la noche; y agregó que tanto ella como el juez estaban muy satisfechos, porque en sus cartas les daba a entender que se portaba de un modo muy correcto y digno… cosa que Wilson dudaba mucho en su fuero interno. Wilson no le preguntó si había algún forastero en la casa, pero hizo preguntas que habrían vertido alguna luz sobre el asunto si la señora Pratt tuviera alguna luz que advertir; y se marchó convencido de que en la casa pasaban cosas de las que él estaba enterado y ella no.
Ahora esperaba a los gemelos, reflexionando aún sobre el problema de quién podía ser la muchacha, y cómo se encontraba en el dormitorio de ese muchacho al amanecer de aquel día.