CUARTA PARTE

EL FASCISMO VULGAR

No digo por ello que el capitalismo sea un proceso reiterado, redundante y monótono. No digo que, al igual que una nueva es-finge, se encuentre sustraído al devenir y a los azares del tiempo que transcurre. Digo justamente lo contrario y esto será el tema de los capítulos que siguen: si es, en cierto sentido, perenne, esto no le impide agitarse, devenir y transformarse; si es un crepúsculo, crepúsculo de una noche sin aurora, el viaje tiene su término, un término interminable que siempre nos dejará en medio de la noche; si es la aurora de una noche incansable bien podría ser que al cabo de la noche, estuviesen presentes las tinieblas de la muerte, de la desgracia y de la perversión. En resumidas cuentas: si no tiene final optimista, tal vez, en cambio, tenga un final o unos finales trágicos; si la sociedad sana es puro bombo y platillo, el infierno es, puede ser, una posibilidad y una realidad. Y esta es, efectivamente, la gran lección del siglo. El horror está aquí, muy cerca de nosotros. El espectáculo cotidiano de la desolación industrial, el recurso del holocausto nazi y de la fantástica pulsión de muerte que estremeció al mundo hasta la locura. Los rumores que nos llegan sobre todo del Este, de la patria de nuestras ilusiones, del hogar del socialismo. Nunca nos cansaremos de decir: el fascismo y el estalinismo tendrán, sin duda, para la edad moderna la misma importancia histórica que tuvo en la época clásica la sacudida de 1789. Sí, el capitalismo es el final de la Historia y de este final, desgraciadamente, sólo conocemos, no conocemos todavía más que desenlaces sangrientos y bárbaros.