Voy a abrir la puerta con el carnet de identidad en la mano, pero no me da tiempo a terminar de abrirla del todo cuando Gio me lo arranca de los dedos.
—¿Cómo no hemos pensado en eso? ¡Joder, mira que estamos mal! ¡Lo tienes caducado y ni siquiera lo habías comprobado!
—Me hice el carnet de identidad cuando era pequeño, porque querían enviarme a Francia a visitar a una tía. Después se divorció del hermano de mi abuelo y ya no quiso que fuera. Ni siquiera me acordaba de que había que renovarlo.
Gio en un instante baja corriendo la escalera. Solo oigo que grita:
—Cruza los dedos, Nicco… ¡Si no, será una buena tocada de huevos!
Por suerte conoce a gente que puede remediar este despiste. Solo espero que sea todo legal. Levanto los ojos al cielo; a veces, si no fuera por él estaría perdido.
Entro en casa y cierro la puerta despacio. Ha cortado hace poco con dos mujeres que eran toda su vida —o casi, teniendo en cuenta que mientras tanto también hubo aquella camarera, Lucia—, y con las que ha estado al mismo tiempo durante un año y pico. Un año, ojo, no un fin de semana; pero ¿cómo puedes enamorarte de dos personas a la vez? Digo enamorarte, no irte a la cama.
Normalmente lo que sucede es esto: tú sales con una chica hasta que te toca las narices, después te cansas, empiezas a discutir y te buscas a otra. Al principio puede parecerte la persona ideal, la salvadora, la única solución posible, pero al final acaba tocándote aún más las narices que la primera.
Por lo menos en «Mujeres y hombres» ocurría eso las veces que Alessia me obligaba a verlo. Por no hablar de «Belleza y poder», aunque ahí todos se lían con todos, preferiblemente si son parientes, y no es fácil saber cuál es la lógica que los anima. Tampoco es fácil entender cómo Alessia podía tragarse el capítulo número dos millones de esa cosa. Tal vez tanto aguante debería haberme despertado sospechas, pero yo no era tan listo como para ver más allá de la pantalla… Todavía no tengo claro cómo surgen las relaciones sentimentales, sobre todo cuando tienen que ver conmigo.
Total, lo único que tengo claro es que en la tele, cuando A + B ya no funciona, A se lía con C.
Sin embargo, Gio naturalmente ha roto todos mis esquemas. Él se comprometió al mismo tiempo con dos chicas, Beatrice y Deborah, y empezó a amarlas de igual modo.
Todo ocurrió más o menos siguiendo la misma e idéntica cadencia: el encuentro, la pasión, el primer regalo importante, la primera frase de amor, las primeras discusiones y, luego, ¡el primer engaño para ambas con una tercera!
Es como si Gio se hubiera desdoblado y hubiera vivido dos vidas paralelas. ¡¿Te imaginas cuánta confusión, cuánta energía, cuánto sentimiento, cuánto esfuerzo…?! El doble de todo, o incluso elevado al cuadrado. Tanto es así que hasta consiguieron dejarlo las dos a la vez, cuando descubrieron al mismo tiempo no solo que salía con otra desde hacía más de un año, sino que además estaba liado con una extranjera. La verdad es que Gio se pasó, y la cuarta en discordia, Paula, en este caso fue la gota que colmó el vaso. Y cuidado con echárselo en cara. He intentado preguntarle qué necesidad tenía de la española en medio de una situación ya de por sí complicada, y ¿qué me ha contestado? «Ésa no cuenta, tampoco la amaba». A las otras dos, sí, Gio está dispuesto a jurar que las ha amado a las dos en serio.
En fin. Empiezo a llenar la maleta de papá con todas las cosas que he ido poniendo sobre la cama. Añado una sudadera azul con una imagen de surf en la que pone VENICE BEACH. Con ella podrían confundirme tranquilamente con un surfista de Los Ángeles, pero voy a Madrid y además tampoco soy capaz de subirme a una tabla.
A lo mejor me estoy pasando con la ropa de abrigo, puede que haga un calor horrible, ya se sabe, en verano Madrid puede convertirse en un horno. Antes de añadir nada más y acabar con un equipaje de doscientos kilos, decido consultar el tiempo en el ordenador. De la temperatura paso a la tasa de humedad y, de repente, no sé cómo, no sé por qué motivo, por qué impulso recóndito, vuelvo a estar una vez más en su página de Facebook: Alessia ha cambiado su imagen de portada.
No lo resisto, de modo que lo leo todo y también miro el resto de las fotos. Facebook es una tentación demasiado grande, parece que lo hayan hecho aposta para espiar, mejor dicho, no, para vigilar desde lejos en mi caso: entro en su vida, de la que ahora ya estoy fuera desde hace unos cuantos meses.
La veo sonriente, etiquetada con las amigas haciéndole muecas al móvil, ha añadido alguna imagen, algún emoticono, alguna filmación, un fragmento de «Tutti pazzi per amore» y luego veintiséis fotos de Instagram que hacen que cualquier chica parezca bonita, si bien ella seguiría siéndolo aunque la fotografiaran con una vieja polaroid. Y la veo asomada a un balcón, caminando por una playa en la distancia, sonriendo, y luego una foto más de cerca, de medio cuerpo, sonriente, poniendo cara triste y cara alegre, divirtiéndose, apartándose un mechón de pelo de los ojos. Y una tras otra devoro aquella secuencia de fotografías y la veo a ella, solo a ella, y nunca a nadie a su lado.
Todos borrados ante mis ojos. No existe nadie excepto Alessia. Pero entonces una congoja se me mete en la boca del estómago, me pregunto quién le ha sacado todas esas fotos, quién tiene esos fragmentos de su vida que a mí me faltan, quién los ha vivido en mi lugar.
Y con esta última pregunta sin respuesta cierro Facebook de golpe, no quiero seguir mirando, no quiero correr el riesgo de descubrirlo. Apago el ordenador y casi me entran ganas de tirarlo al suelo, pero justo en ese momento recibo un mensaje en el móvil. Lo abro esperanzado: tal vez sea una señal del destino, sí, que Alessia ha cambiado de idea, o una de sus preciosas fotos, o un mensaje de audio, o una canción elegida adrede para decirme que… Qué va.
«Carnet de identidad, hecho. Madrid nos espera, cómo mola, hermano».
Gio y sus frases épicas. Pero tiene razón: es mejor mirar hacia adelante. A veces el pasado te arrolla, y te engaña. Se hace pasar por mejor de lo que fue, los recuerdos traicionan la realidad, la hacen más bella. Te parece que tu ex te importa un montón, pero solo es porque es una ex, ya no te acuerdas del aburrimiento, de las discusiones, de todos los problemas de los últimos tiempos. Tal vez solo la quieres porque ya no es tuya, pero si volvieras a tenerla, seguro que no la querrías. Entonces sonrío, ¡no está mal este momento de lucidez! Gio a veces me salva sin saberlo. Y enseguida pienso en María, en su risa ligera, en lo divertido que era salir con ella y en lo hermosa que es, en lo mucho que la echo de menos en serio, en lo mucho que me gustaría besarla ahora y en el hecho de que dentro de poco estaré en Madrid… Sí, volveré a verla y todo tiene que pasar todavía, todo está por descubrir, y no hay ningún pasado que confunda las ideas.
María, ya voy.