Agradecimientos

Madre Tierra, Padre Cielo no sólo es obra mía. Pertenece a todos los que me ayudaron con su estímulo y con su disposición a compartir sus conocimientos, sus aptitudes y sus habilidades específicas. Aunque he hecho todo lo que he podido para confirmar la exactitud de Madre Tierra, Padre Cielo, todo error que pueda haber no es responsabilidad de las personas que menciono a continuación, sino consecuencia de mi propia interpretación de la información que me proporcionaron.

En primer lugar, quiero expresar mi aprecio y gratitud a mi esposo, Neil Harrison, mi compañero y mi mejor amigo. Sin su aliento no habría tenido valor para seguir creyendo en mí misma y en mi obra. También deseo manifestar mi sincero agradecimiento a nuestros hijos Neil y Krystal, por su orgullo por mi trabajo y por su tolerancia con las cenas tardías y con una madre que, pese a estar sentada a su lado, a menudo se encontraba a nueve mil años de distancia.

Expreso mi gratitud hacia mis padres, Bob y Pat McHaney, que hicieron muchas sugerencias valiosas sobre el manuscrito y que me enseñaron a amar los libros y la naturaleza. Mi afecto y reconocimiento para mi abuelo Bob McHaney (padre), que me sirvió de inspiración para el personaje de Shuganan.

Mi sincero agradecimiento al Dr. William S. Laughlin, autor de Aleuts: Survivors of the Bering Latid Bridge, cuyas excavaciones en la isla Anangula sirvieron de base para la aldea ficticia de mi novela; gracias por enviarme información y responder a mis preguntas acerca de su obra y sus descubrimientos.

También quiero dejar constancia de mi gratitud a Mark McDonald, que fue geólogo explorador de Tenneco Oil y que actualmente trabaja en la Scripps Institution of Oceanography. Mark dedicó muchas horas a aclarar mis dudas sobre geología, topografía y clima.

Mi agradecimiento y mi más sincera consideración a otras personas que dedicaron tiempo e interés a mi proyecto:

Por último, mi más profunda admiración y gratitud a mi agente, Rhoda Weyr, y a mi editora en Doubleday, Loretta Barrett. Sin ellas Madre Tierra, Padre Cielo seguiría en un cajón del escritorio y sería una ligera incomodidad para la autora, una obra que fue rechazada muchas veces por numerosas personas.

Cada persona tiene días especiales que recuerda todos los años. El año pasado he sumado dos a mi calendario: el 16 de enero, fecha en que Rhoda me telefoneó para decirme que me aceptaba como clienta, y el 26 de abril, día en que Loretta adquirió Madre Tierra, Padre Cielo para Doubleday.