La colaboración de las comisarías y del Ministerio de la Guerra
La colaboración de los órganos estatales con la represión practicada por las checas no quedó limitada a aquellas ramas que tenían una relación directa con la seguridad política. En realidad, se extendió también a las fuerzas policiales e incluso al ejército. Las razones para la sumisión de las fuerzas policiales las hemos visto en parte al referirnos al nombramiento de nuevos agentes que, en buena medida, procedían de las filas del PSOE pero excedieron considerablemente el nombramiento de agentes de nueva hornada. Una causa de mayor peso aún fue el hecho de que en casi todas las comisarías de Madrid se procedió a separar del servicio, detener o asesinar a los agentes de tal manera que los que sobrevivieron a las acciones revolucionarias se plegaron a las nuevas directrices. El terror operó así inicialmente en un sector de la sociedad indispensable para perpetuar su práctica. De esa manera, para salvarse de posibles represalias o bienquistarse con los nuevos amos, los agentes de policía no pocas veces procedieron a entregar a detenidos a las checas por orden de la Dirección de Seguridad o incluso por decisión propia[155]. De entre esa perversión de las garantías jurídicas cabe destacar como ejemplo notable la comisaría de Buenavista. Su jefe, Luis Omaña, era un antiguo agente que fue promovido al grado de comisario pero las actuaciones contaron con la intervención decisiva de un consejillo político que fue creado en noviembre de 1936 con miembros de la disuelta checa de Fomento como Bruno Carreras Villanueva o Benigno Mancebo Martín.
La checa sita en la comisaría de Buenavista se caracterizó por la profusión de los saqueos realizados por sus miembros, así como por la actividad ciertamente sanguinaria de personajes como un chequista apodado Matacuras, que había sido chófer en el puente de Vallecas y que solía presumir de sus asesinatos. El segundo jefe de la comisaría, Santiago García Imperial, aprovechó además la situación de angustia por la que atravesaban las mujeres cuyos deudos se hallaban detenidos en la checa para conseguir de ellas favores sexuales[156].
Los asesinatos llevados a cabo por los chequistas de la comisaría de Buenavista fueron muy numerosos[157] realizándose de manera independiente o en colaboración con otras checas de Madrid como fueron la Escuadrilla del Amanecer, los centros anarquistas del puente de Vallecas o el 14.° Batallón de Izquierda Republicana cuya sede se encontraba en la calle Mondéjar número 2. Sin embargo, el clima de terror desencadenado por el sistema represivo imperante en la zona controlada por el Frente Popular impidió como en tantas ocasiones realizar una protesta que, a buen seguro, hubiera venido seguida por el asesinato del denunciante. No deja de ser al respecto revelador que el único caso documentado de este tipo se encuentre relacionado con la conducta de un súbdito extranjero, a la sazón en España. Efectivamente, el 29 de noviembre de 1936, los chequistas del Consejillo de Buenavista asesinaron a una mujer llamada Teresa Polo Jiménez a la que, por añadidura, robaron con anterioridad cinco mil pesetas y unas alhajas que llevaba. El crimen contaba, lamentablemente, con millares de paralelos en aquellos días pero provocó la denuncia de un italiano, Ángel Lorito que en aquellos momentos era comandante de las Brigadas Internacionales y que había intentado por todos los medios que Teresa Polo fuera puesta en libertad ya que no desempeñaba ninguna actividad política. Como ya se ha indicado, nada pudo impedir la muerte de la mujer y el hecho impulsó a Lorito no sólo a denunciarlo a las autoridades judiciales sino a afirmar en el curso de su declaración que deseaba abandonar España ya que «defendía una causa pero no podía hacerse cómplice de un asesinato»[158]. La repugnancia ante la realidad de lo que acontecía en la zona denominada republicana impulsaría a no pocos interbrigadistas a actuar de manera parecida como ya hemos analizado en otra obra anterior[159]. Sin embargo, en absoluto tuvo el menor efecto a la hora de aminorar una represión que, lejos de ser incontrolada, dependía de manera directísima de las órdenes emanadas de diversos órganos del Estado.
De la impresionante marea represiva y la creación de organismos ad hoc para su puesta en funcionamiento que acompañó al estallido de la revolución frentepopulista no escaparon tampoco las fuerzas armadas. De hecho, el Ministerio de la Guerra del Frente Popular creó de manera inmediata una checa propia que recibió el nombre de Servicios Especiales de Prensa y Propaganda y dependía de la Segunda Sección del Estado Mayor.
Como en el caso de la checa de Bellas Artes, nos encontramos entre sus efectivos a una representación de las diferentes fuerzas políticas que componían el Frente Popular. De sus dos máximos dirigentes, Fernando Arias Parga y Prudencio Sayagües, el segundo formaba parte de los cuadros de las Juventudes de Izquierda Republicana y de entre los ejecutores destacaban los hermanos Colinas Quirós de filiación comunista. Incluso contó esta checa con la presencia de personajes novelescos como el capellán castrense Pablo Sarroca Tomás que colaboraba con Azaña desde 1932 y que había sido objeto de disciplina eclesiástica. Sarroca desempeñaba funciones de interrogador de los detenidos a los que, so pretexto de llevarse a cabo operaciones de contraespionaje, se eliminaba por el simple hecho de no ser afectos al Frente Popular.
Esta checa experimentó una curiosa mutación en noviembre de 1936 con ocasión de la aproximación de las tropas de Franco a Madrid pero a ella nos referiremos más adelante.