UN SÁBADO

Un hombre ciego en una casa hueca

Fatiga ciertos limitados rumbos

Y toca las paredes que se alargan

Y el cristal de las puertas interiores

Y los ásperos lomos de los libros

Vedados a su amor y la apagada

Platería que fue de los mayores

Y los grifos del agua y las molduras

Y unas vagas monedas y la llave.

Está solo y no hay nadie en el espejo.

Ir y venir. La mano roza el borde

Del primer anaquel. Sin proponérselo,

Se ha tendido en la cama solitaria

Y siente que los actos que ejecuta

Interminablemente en su crepúsculo

Obedecen a un juego que no entiende

Y que dirige un dios indescifrable.

En voz alta repite y cadenciosa

Fragmentos de los clásicos y ensaya

Variaciones de verbos y de epítetos

Y bien o mal escribe este poema.